viernes 29 marzo
Opinión  |   |

Agua de lluvia no quita riego

Se ha conocido en estos días el enorme problema suscitado entre los regantes de la vega de Pinos Puente y Atarfe, con la constructora de la autovía GR43.

Al parecer no se ha contado con los agricultores para el diseño de dicha artería, la cual, pasa por ser fundamental para todos los granadinos, pero el tema no es ese. La polémica viene entre otras cosas, por el hecho de que se hayan visto cercenadas las acequias y cauces tradicionales de dicha parte de la Vega, y no está claro, ni como, ni cuando serán restablecidos los mismos, quedando en el aire, el riego de estas ricas hazas.

La cuestión ha llegado a los despachos mismos del Ministerio de Fomento en Madrid hasta donde se dirigió una comitiva pinera a fin de tratar de llegar a un acuerdo, un acuerdo que al parecer ni se ha conseguido, ni parece que vaya a producirse en breve.

Para colmo de males, los propios regantes, quitaron toda legitimidad negociadora al consistorio pinero.
El asunto es evidentemente complejo, pero mi reflexión se centra en los regantes. Ninguneados en este caso, utilizados en otros muchos y sufridores por sistema.

Plataformas que supuestamente buscan salvar la Vega granadina, no se sabe muy bien para que “portería chutan”, en su afán por proteger no se sabe muy bien qué, ni de quién, usando además en no pocas ocasiones a los regantes como instrumento.

Los regantes, los agricultores, en general y los de nuestra vega en particular, son sufridores natos. Acostumbrados a lo áspero de las condiciones del campo y a la agría respuesta que el campo da a sus mimos y cuidados. Suelen verse y sentirse superados por promesas de mejora de calidad de vida, que en raras ocasiones se ven colmadas.

Me refiero a la multitud de planes urbanísticos municipales que plantean convertir la Vega de Granada en una suerte de zona residencial-lúdico-comercial, en una promesa de ganancias infinitas para los agricultores, propietarios de esos terrenos. Ganancias futuras que les hacen ceder a cortes de acequias, a pérdidas de patrimonio, a aumento de impuestos por tener unos beneficios futuros, y que generalmente nunca son cumplidas.

En definitiva, varapalo tras varapalo, los agricultores se ven como siempre, a la intemperie de las decisiones de otros, que casi nunca cuentan con ellos, y que por supuesto, en muy pocas ocasiones van a mover ficha en su favor.

Y casi coincidiendo en el tiempo con todo esto, se publica un estudio de la Universidad de Granada, incluido en el Proyecto europeo Memola, según el cual, esos mismos regantes, acostumbrados a no ser tenidos en cuenta por casi nadie, resultan ser los sostenedores de un sistema de riego, que pasa por ser considerado un Patrimonio Cultural de primer orden tanto por la Directiva Europea del Agua, como por la Ley de Aguas de Andalucía.

Desde luego ninguna novedad para ellos, claro, pero toda una cura de humildad para todos los demás. Cientos, miles de años, de cultura de riego, de sapiencia agraria, atesoran estos regantes en su día a día, sin ser tenidos en cuenta por casi nadie.

Yo invito a una reflexión, a poder ser cerca del cauce de alguna de las miles de acequias que nos rodean. Si tan poco valoramos a los que custodian este ingente y milenario patrimonio cultural que tenemos, y en definitiva, no valoramos el patrimonio en si, ¿a qué es a lo que da valor esta sociedad? A promesas de prosperidad encubiertas en PGOUs imposibles, pasando por encima de siglos de conocimiento y cultura adaptativa con el medio rural.

Gustavo García
Historiador y Escritor

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