jueves 28 marzo
Opinión  |   |

Bajo el túpido veto

Mediocridad y veto van cogidas la mano, coinciden en una misma persona. Vetar es la facultad para prohibir algo, de hecho puede traducirse como “prohíbo”. La mediocridad se relaciona con la persona de poca inteligencia o escaso mérito. Cuando aquella cualidad personal y poderío se unen en la política su efecto es devastador, pues nada hay más nocivo que una reunión de mediocres maquinando.

Hoy en día, la mediocridad se muestra en nuestras vidas cotidianas, se ha infiltrado en las organizaciones políticas (incluidas las nuevas) y, en algún caso, las dirigen, el resultado es equivalente a corrupción, injusticia, riqueza ilícita, mafia, indolencia y carencia de valores humanos, su prioridad diaria es vetar toda posibilidad de cambio, usando mil formas para asi asegurar su subsistencia, la vida le va en ello.

Una persona que hace política y que cree en la democracia como garantía de convivencia pacífica y la mejor forma de resolver los conflictos no puede sustentar su éxito en el veto personal, sino en desarrollar con responsabilidad y honradez ese compromiso que ha adquirido con muchas personas. La política es una ciencia social, definida, desarrollada y establecida para servir a la gente, pueblos y sociedades, debe construir liderazgo colectivo porque eso construye riqueza desde la participación directa en la toma de decisiones.

Sin embargo, en Granada la mediocridad y el veto nos dirige, salvo honrosas excepciones, se ha incrustado en las instituciones y en las organizaciones políticas, eso si, mientras en las antiguas es el catecismo en las nuevas han empezado a notarse ciertas conductas preocupantes con la aparición del veto a quienes consideran un obstáculo en su espurio objetivo: hacer de la política su forma de vida. Hace poco oí decir a Iñigo Errejón algo parecido a que Podemos es un partido joven que se ha hecho muy pronto viejo. Eso lo interpreto en el sentido que la mediocridad y el veto han empezado a dar señales de vida, pudiendo ser una llamada de atención lo que está ocurriendo en “Vamos, Granada”.

Las personas mediocres salen muy caras, su gestión es ruinosa, por lo general quiebran organizaciones y países, incluso ricos en recursos humanos y económicos. La irresponsabilidad de la que hacen gala tiene como finalidad aburrir a las personas capaces y honradas que no tienen más intención que ser útiles y contribuir al bien común, lo que choca abiertamente con los objetivos de la mediocridad, de ahí el veto que realizan siempre con descalificaciones personales, culpando a otros de sus propios pecados, mintiendo, delirando, inventado enemigos.

Llegados a este punto, Mandela nos da la solución cuando afirma que “Los tontos se multiplican cuando los sabios, guardan silencio”, máxima que hay poner en primera línea para que las cosas se hagan de otra manera, para ello, las personas capaces y honradas, esto es, la gran mayoría, deben dar el paso definitivo para que las herramientas democráticas nuevas no sean un desastre antidemocrático y vertical que parece ideado para fabricar mediocres. El debate y la sensatez, son la esencia de la sabiduría y de la formación humana, lo que está contrapuesto a mediocre o sometimiento al “líder”.

Granada está infectada de mediocridad política y veto personal, mientras, mucha de su gente hace cuentas para llegar a final de mes, sin embargo, se siente y se palpa que la gran mayoría de las personas, sabias, honradas pero silentes hasta ahora, que viven en esta gran ciudad está despertando, lo que es una esperanza a la creatividad, la imaginación, con la suficiente chispa para que la democracia no solo sea algo formal, sino material. La mediocridad se ha dado cuenta, está asustada, hay que aprovechar el momento.

Salvador Soler García
Colaborador Ahora Sí

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