viernes 19 abril
Opinión  |   |

Bulgaria de la Vega

A estas alturas del año, la Vega de Granada, no hace demasiado tiempo, luciría unos secaderos repletos de tabaco en pleno secado, que además de su olor tan característico, mostraban una imagen muy peculiar y a la vez identificativa de esta tierra.

El paso de los años ha ido haciendo que los secaderos hayan desaparecido prácticamente del paisaje granadino, cuando hace unas tres o cuatro décadas florecían por todas partes.

Los había de mayor y menor complejidad arquitectónica, con materiales sólidos, o bien con otros mucho más improvisados, pero todos tenían algo en común. Su existencia obedecía a la profusión en nuestra vega de un cultivo que ha dado mucha riqueza en la zona. Aunque la palabra riqueza quizás no sea la más adecuada.

El cultivo del tabaco ha sido y es, el escaso que va quedando, una producción de tipo familiar casi al cien por cien. Gracias al cultivo del tabaco, han podido subsistir muchas familias de la vega granadina.

De su relevancia han quedado manifestaciones importantes, no ya en forma de construcciones como los mencionados secaderos, que en muchos casos se han reformado para albergar los más diversos usos. Sino también en alguna otra muestra artística, como la conocida figura que recibe a los visitantes de Cúllar Vega.

Gracias al cultivo del tabaco la vega de granada, o lo que queda hoy de ella, se ha mantenido como tal hasta la actualidad, pues su explotación ha sido el freno para otro tipo de usos e incluso para la especulación urbanística.

Pero el cultivo del tabaco además de ser duro y laborioso, tuvo además un componente muy injusto para sus productores.

Históricamente el tabaco cultivado en nuestra vega tuvo un seguro comprador, una compañía de carácter estatal, que monopolizaba el mercado. Cetarsa, ha sido en las últimas décadas, la entidad que se encargaba de marcar todo lo relativo a este cultivo. Cetarsa establecía los cupos que se podían cultivar, incluso sancionaba a quien se excediera de la producción asignada. Cetarsa marcaba los precios y las condiciones. Y para los tabaqueros, no había nada más allá de Cetarsa.

Cetarsa, era una garantía de compra de la producción, pero a la vez era un lastre que impedía cualquier cosa que se hiciera sin su aprobación.

Los precios siempre muy justos, dejando el margen mínimo para que la producción fuese rentable, aunque en muchos casos, servía únicamente para asegurar la subsistencia económica de las familias productoras. Mientras que para muchas otras familias, este cultivo era un complemento económico de sus ingresos ordinarios.

Pero el peso de la realidad marca el futuro del tabaco granadino. A día de hoy se cuentan en poco más de setenta las familias que mantienen la producción de este producto. Número que ha ido reduciéndose drásticamente en los últimos años, hasta el punto de que la antigua sede de Cetarsa, en Carretera de Córdoba, hoy está casi derruida como metáfora de lo que el tabaco fue, y ha dejado de ser en Granada.

Un cultivo, el del tabaco, que lleva implementado en nuestra vega durante prácticamente un siglo y que vino a sustituir otro, el de la remolacha, que atravesó por un proceso similar. Un periodo de gran brillantez, fruto del cual permanecen en pié las enormes chimeneas de las azucareras instaladas, y un lento declive hasta prácticamente languidecer.

La apuesta por el cultivo del tabaco es difícil de defender en una sociedad como la nuestra, en la que el consumo del tabaco, se sabe, es muy perjudicial para la salud. Pero la actualidad marca, que se ha abierto una puerta a la esperanza de mantener este cultivo con vida en nuestra vega.

Ha trascendido que hace unos días, una compañía búlgara ha comprado toda la producción de tabaco granadino, mejorando incluso los precios ofrecidos por la oficialista Cetarsa. Un nuevo mercado el búlgaro, que abre además las puertas del mercado ruso, e incluso el árabe, a nuestros productores de tabaco.

De esta forma parece que podremos seguir disfrutando de la inconfundible planta del tabaco burley (variedad que se cultiva en Granada), que en otro tiempo fue sin duda, la reina de la Vega de Granada.

Gustavo García

Historiador y escritor

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