viernes 29 marzo
Opinión  |   |

Eso que llamamos postverdad

Quizá sea la palabra de moda en los últimos tiempos, la postverdad.

En sentido estricto sería algo así, como lo que hay después de la verdad. Aunque el significado real, lo que se quiere decir con ello, viene a ser algo más parecido a “importa un rábano la verdad, cuando lo que podemos decir, hacer o pensar, interesa más que la realidad en sí misma”.

El término, se viene utilizando para cuestiones políticas o judiciales (aunque es cierto que unas y otras últimamente vienen de la mano) y también en aspectos de orden cultural o social.

En el fondo este término tan “cool” o moderno, como prefieran, no deja de ser la plasmación de algo tan antiguo como español, el “miente que algo que queda”.

La postverdad ha triunfado y se ha hecho dueña de redes sociales, foros varios, barras de bar y cualquier discusión que se precie.

La verdad es que se trata de una herramienta muy interesante. Si uno pretende conseguir un objetivo concreto, no tiene más que cogerse una noticia, la que sea. Darle una vuelta de tuerca, hacía atrás o hacia adelante, según convenga al usuario, hasta llevar esa noticia al punto en el que nos interesa.

La mitad del trabajo ya está hecha. Ahora solo queda dejar que fluya por internet. Y las redes hagan su trabajo.

Además a día de hoy, en un mundo como en el nuestro, en el cual, lo que no está en internet no existe. Resulta muy relevante el giro al que se ha sometido a esta realidad. Y es que para muchos, si está en internet, tiene que ser verdad.

Y ahí está el problema principal. Si por estar en internet, ya se le dan visos de certeza a cualquier cosa. El caldo de cultivo es perfecto para manipular, tergiversar o moldear la realidad a nuestro antojo.

Ejemplos tenemos mil. Desde sentencias judiciales que vienen a confirmar lo corrupto del sistema, a condenas emitidas antes de la celebración de cualquier juicio.

Deportistas de élite defraudadores, privilegios de colectivos varios a diestro y siniestro, sustentados con fondos públicos e incluso manifestaciones puestas en boca de gente que jamás se ha manifestado en esa línea.

Y qué más da, si no nos hace falta que lo hayan hecho pare creerles. Y una vez más, lo importante está en los detalles.

Si hay algo bueno en la postverdad, es lo mucho que está haciendo por la literatura fantástica. Pues son miles y miles los argumentos e incluso los hechos que se inventan para sostener lo certero de alguna noticia convenientemente posrverdadizada.

El secreto del triunfo de la postverdad, posiblemente se encuentre en la naturaleza misma del ser humano y su afán por abandonarse a la rumorología y el cuchichéo. Pero no es menos cierto que esta sociedad nuestra de la inmediatez. En la que no hay tiempo para el análisis. En la que triunfan personajes, capaces de resumir todo su pensamiento en 144 caracteres, o que son capaces de convencerte para cualquier cosa, con una buena foto en facebook. Esta sociedad nuestra, ha dado pié a que el trabajo minucioso, lo intelectual y tanto el pensamiento, como el sentimiento profundo, se hayan visto condenados al ostracismo. Siendo sustituidos de forma masiva, por un pensamiento light, de marca blanca, a base de mantras y argumentos, aparentemente contundentes, pero que simplemente triunfan por lo repetitivos que son entre la sociedad, y la poca capacidad de confrontarlos con los hechos o con un análisis exhaustivo que difícilmente soportarían.

Si algo bueno ha conseguido la postverdad, desde luego ha sido democratizar la capacidad de argumentación de cualquier tipo de debate. Ahora toda la dialéctica se ha visto igualada por lo bajo del nivel de sus discursos.

Pero en el fondo, eso da igual. Qué más da que mi discurso sea bueno o malo, ni siquiera que sea cierto, si al final, lo importante es lograr convencer a los demás.

Gustavo García
Historiador y escritor

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