Granada de segunda
No me apetece hacer un inventario de los agravios y desprecios que sufren nuestra ciudad y nuestra provincia desde hace demasiado tiempo ya.
Con la consecución de la autonomía para Andalucía, por la vía del Artículo 151 de la Constitución Española, y la consiguiente creación de la Junta de Andalucía. Se suponía que se realizaría un reparto de poder territorial entre las principales ciudades de la región, principalmente Sevilla, Málaga y Granada.
La capitalidad de Andalucía para Granada hubiese estado más que justificada. Pues es Granada la capital administrativa y territorial del sur de España desde 1494, con la implantación de la Real Chancillería en nuestra ciudad. Aunque es cierto que la misma pierde sus funciones en el siglo XIX.
Pero una vez constituida la Junta, se decidió llegar a un equilibrio territorial. La capital política y administrativa, sería Sevilla. De hecho en ella se encuentran la sede del parlamento, el Consejo de Gobierno y la Presidencia de la Junta. Mientras que la capitalidad jurídica, se situaría en Granada, por lo que el Consejo Consultivo y el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, tienen su sede en Granada.
Ese fue el pacto, pero no la realidad. Málaga con su pujanza económica cada vez ha ido asumiendo un papel más relevante. Y Sevilla por su parte, ha ido adsorbiendo, con la fuerza centrípeta que le dan sus potentes resortes políticos, más y más poder.
De hecho, a día de hoy, el modelo de la Junta de Andalucía es un modelo totalmente centralizado, como lo es el de Cataluña. Con una supercapital (Barcelona tiene más de un millón y medio de habitantes) y tres ciudades secundarias.
El problema es que Granada, nunca ha sido como Lleida, Girona o Tarragona. Granada ha sido la capital administrativa del sur de España durante siglos. Y no se merece que se la ningunee con una división en sus hospitales, con un aislamiento ferroviaro, con un Metro que nunca arranca, con unas carreteras que se atrasan décadas.
El ninguneo a Granada ha venido por igual desde el Estado español y desde la Junta de Andalucía. Y lo peor ha sido y es, la desgana y languidez con la que Granada y los granadinos lo asumimos todo, como si no pasara nada.
Tan solo en los últimos meses se ha podido comprobar un atisbo de rebeldía por parte de la sociedad granadina a la hora de pelear por lo que le corresponde, a cuenta de la fusión hospitalaria.
Quizá sea el modelo a seguir para futuros acontecimientos.
Aunque supongo que va a costar mucho trabajo movilizar a la ciudadanía para tratar de conseguir que se mantenga, en su integridad, la sede TSJA en nuestra ciudad.
En las últimas semanas se ha consumado el traslado de algunas salas del alto tribunal andaluz a las ciudades de Málaga y Sevilla. Con ello se rompe el equilibrio de poder que se plasmó con la creación de la Junta de Andalucía (capitalidad política en Sevilla y judicial en Granada) y con ello se consuma que Granada no es más que una ciudad de segunda fila, para la Junta de Andalucía.
Es cierto que ha habido manifestaciones en contra de dicha actuación. Por parte de autoridades, de instituciones como el Ayuntamiento de Granada, o incluso desde el Consejo Consultivo que mantiene en Granada su sede.
Pero desde luego falta vehemencia por parte de todos, ciudadanos, autoridades e instituciones para reclamar que Granada siga siendo de primera. Para reclamar que Granada siga ocupando el lugar que le corresponde por derecho, tradición e historia.
Echo de menos una cascada de mociones municipales, no solo en Granada, propuestas por los diferentes partidos. También declaraciones de altos cargos municipales y provinciales exigiendo que la integridad del TSJA se mantenga en Granada. Pues sin ese impulso, difícilmente los ciudadanos podremos ser conscientes de lo importante que es para Granada ser la sede judicial de Andalucía. Quizá el último símbolo de que Granada, alguna vez fue una ciudad de primer orden político y no solo un maravilloso lugar turístico y gastronómico.
Gustavo García
Historiador y escritor
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