viernes 29 marzo
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¿La democracia digital es democracia?

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Desde la irrupción de la nueva política representada por el partido movimiento Podemos, al que pertenezco, se desarrollan una serie de consultas a los ciudadanos sobre temas de interés político, como forma de promover la participación de las personas en asuntos que le afectan, lo que se presenta como una forma de empoderamiento popular. Así, por ejemplo, el partido instrumental Vamos Granada ha hecho una consulta sobre si se aprueban las ordenanzas fiscales al partido que gobierna hoy el Ayuntamiento de Granada.

Este tipo de consulta se hace utilizando Internet, asentando una forma de comunicación, trasladar información o debatir utilizando sistemas como Telegram, WhatsApp o Twitter. Es más, los dirigentes políticos, en general, tienen preferencia por estas maneras de comunicarse con sus potenciales electores.

Que las redes sociales se han convertido en una forma directa de comunicar no es discutible, solo hay que ver el fenómeno Facebook que se ha extendido no solo en la vertiente política, también en la personal y en la profesional, todo con un mínimo esfuerzo, es decir, que con estos minúsculos actos de participación se convocan desde consultas, celebración de fiestas y hasta movimientos políticos globales, dando lugar a importantes movilizaciones. Véase la producida por la Plataforma por una Sanidad Digna en Granada, lo que nos da una conclusión, cual es, que está apareciendo un nuevo modelo de democracia cuyo desarrollo, al menos en parte, es impredecible, no nace desde posiciones organizadas, se organizan ad hoc, a veces incluso de forma caótica y casi siempre en confrontación con la oficialidad política, a modo de hartazgo, pero con firmes convicciones democráticas y solidaridad, todo lo contrario de lo que se practica por los partidos afincados cómodamente en el sistema, del que son meros gestores.

Parece, por tanto, que la comunicación vía internet emerge como alternativa pues permite conectar o convocar a los electores, a los miembros de la organización, asociación y los de la peña de futbol con gran facilidad, a los que se les pregunta por varias opciones preestablecidas y luego se les solicita que voten por una o varias y el resultado de esa consulta alcanza un grado máximo de legitimidad democrática: “Es lo que han dicho las bases”, se dice. Lo que nos lleva a una segunda conclusión: esta forma de “participación”, consigue conciliar lealtad política del consultado con los que hacen la pregunta, lo que no es otra cosa que la ratificación de las opciones que agradan a las personas dirigentes o el líder carismático que parten de la premisa del que el ciudadano es inmaduro, por tanto, una vez hecha la pregunta lo que en la práctica ocurre es una delegación a la cúspide para que trace el camino a seguir. En la toma de decisiones de esta parte ya no participa el pueblo, el camino lo diseña el líder que construye un discurso que puede definirse como hegemónico por el que deben transcurrir todos los que están en el debate de transformación de la sociedad.

Pero, participar digitalmente no equivale a opinar e influir en la decisión. Si no hay organización democrática no hay influencia real. Esta falta de estructura democrática lo que obtiene es el vaciamiento de la democracia interna. No por mucho votar digitalmente hay que considerar que se está participando democráticamente en la decisión. Esto nos lleva a una tercera conclusión: el modo digital no debe ser un simulacro de participación, no debe contraponerse, sino ser complementario al modelo activo de democracia, que conlleva partes críticas, conflictivas y transparentes para conseguir la transformación democrática de la sociedad, justa e igualitaria.

Salvador Soler García
Colaborador Ahora Sí

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