martes 16 abril
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¿Podremos?

Casi todo se ha dicho ya sobre la fulgurante aparición de Podemos y la extraordinaria intuición y capacidad de aquel grupo de jóvenes profesores universitarios que supieron leer el momento político surgido tras la revolución ciudadana del 15-M y las posibilidades de reconducir aquellas ansias de cambio hacia la conformación de una alternativa política de nuevo cuño.

La vertiginosa aparición de Podemos podría dar la falsa impresión de que constituyó un hecho natural, casi inevitable. En ese caso el mérito de sus promotores sería menor. No lo creo. Es cierto que el descontento en las sociedades desarrolladas ha sido un fenómeno bastante generalizado, pero en ninguno de esos países se ha plasmado en el surgimiento de un amplio movimiento político de carácter progresista y transgresor, más bien todo lo contrario, el crecimiento de expresiones políticas de corte reaccionario.

Tampoco resultó fácil su nacimiento. Es cierto que en un primer momento sorprendió al establishment político y mediático, que lo consideró un fenómeno pasajero. Pero rápidamente éste reaccionó e inició una ofensiva en todos los frentes. Ataques sistemáticos y coordinados desde los medios de comunicación. La “creación de un Podemos de derechas”, con el apoyo mediático y político a Ciudadanos. O el ataque furibundo y sistemático a todos y cada uno de los líderes del nuevo partido emergente, Iglesias, Monedero, Errejón, Echenique, la jueza Victoria Rosell, el general Julio Rodríguez, la alcaldesa Manuela Carmena… Tratados como auténticos delincuentes pero cuyos “casos” fueron sistemáticamente archivados.

Sobrevivir en estas circunstancias solo puede ser fruto de algunos factores decisivos. Uno, la necesidad social derivada del descontento por la doble crisis del régimen, política y económica, y las políticas implementadas para afrontarla. Dos, la sagacidad e intrepidez de quienes promovieron la formación de Podemos. Ambos factores se retroalimentaron generando un entusiasmo inicial que atrajo a miles y miles de personas.

Pero cualquier apasionamiento tiene fecha de caducidad. Una vez superada esa fase de entusiasmo es necesario construir sobre bases más sólidas. Si inicialmente la gente se une como reacción de rechazo, impugnatoria, de lo que no le gusta, posteriormente es preciso transitar hacia la construcción de una alternativa. No es lo mismo coincidir en contra de algo rechazable que ponerse de acuerdo en qué debe sustituirlo. Mucho menos ponerlo en marcha y que se alcancen las expectativas.

Construir un partido nuevo, de la nada, abierto, plural, de masas… no es nada fácil. Hacerlo en un ambiente tan hostil, lo es aún menos. Afrontar a la vez la estructura del día a día de la organización, la conformación de un programa político atractivo, que combine la ambición transformadora con la solvencia necesaria para otorgarle credibilidad, y la competencia en un ciclo infernal de procesos electorales, se antojan una proeza.

Sería una equivocación para Podemos caer tanto en la automplacencia por lo realizado como en la autoflagelación por los objetivos no alcanzados. Pasada la fase del entusiasmo inicial toca ahora la de la serenidad y la construcción, paso a paso, del prometido partido plural y abierto, unido en torno a un programa de cambio, riguroso y posible, en beneficio de la mayoría social.

Si quiere cumplir las expectativas los retos para Podemos siguen siendo enormes. Conformar una unidad ideológica mínima, sin doctrinarismos, que permita incorporar y gestionar su pluralidad de forma creativa. Una estructura organizativa sólida, eficaz, pero flexible, que posibilite integrarse y participar, con distintos niveles de compromiso, a cualquier persona o colectivo que apueste por un cambio de verdad a favor de la mayoría. Más y mejor democracia, superando la fase de hiperliderazgos, donde todas las personas se sientan oídas y partícipes, fomentando los consensos y con respeto a las minorías. Construir espacios amables de trabajo colaborativo, antes que escenarios de competencia o confrontación internas, tan propias de los partidos tradicionales…

Una nueva fase, que será decisiva para el futuro de Podemos y para no frustrar la esperanza de regeneración política, económica y social que a tantas personas ilusionó. A pesar de todos los errores Podemos, y lo que representa, siguen siendo necesarios para dinamizar el anquilosado sistema político español.

Miguel Martín Velázquez

Colaborador de Ahora Sí

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