Relatos cortos sin recortar (La montaña cristalina) (24-10-2014)
La montaña cristalina
Desde la distancia, caminaba plácidamente por la llanura de aquel valle encantador sin rumbo fijo, la montaña semejaba una lámpara alargada y redondeada de cristales que brillaban con los rayos del sol naciente. La montaña brillante estaba recostada sobre otra montaña más pequeña que no brillaba en absoluto, pero que estaba repleta de enormes pinos verdinos que formaban un bosque verde denso e intrincable. Más al fondo de la vista última del ojo, la nieve era la protagonista de todas las alturas de una cordillera con picos escarpados de más de tres mil metros sobre el nivel del mar. Y cuya nívea blancura de nieves gélidas y perpetuas destacaban como si fuesen un enorme vapor de pasajeros que estaba anclado en las alturas. La belleza era tan exuberante e invernal, nítida y solemne, que mi vista de paseante incruento sin ocupación también estaba varada como un imán a estas alturas.
Y por la tarde, cuando el sol ya caminaba solitario al ocaso de todos los días, aquella bellísima montaña cristalina parecía ser un enorme crisol rojizo durmiente en el que muchas tonalidades de los rojo amarillentos sobresalían como flores granates y rubís. Había emisiones lumínicas encarnadas como heridas abiertas en las rocas. También se veían colores escarlatas que primaban sobre otros tonos menos carmesíes. Y gama de una paleta colorista en la que sobresalían los púrpura oscuros de los mantos romanos. La montaña en el atardecer enloquecía los sentidos de la vista, los elevaba a maravillar como erupciones magmáticas o como tormentas solares que encogían los sentidos sin poder dejar de observar aquella extraordinaria puesta de sol reflejada en una montaña que dormía sobre otra más pequeña con verdosos pinos y bajo otra gran cordillera que estaba cubierta de nieves de una blancura inigualable.
Popular ahora
