viernes 29 marzo
Opinión  |   |

Una apuesta por los municipios, poner en valor nuestro patrimonio

El futuro de nuestros pueblos y comarcas pasa irremediablemente por una apuesta por lo propio, por poner en valor nuestro patrimonio. Hoy precisamente me encuentro en FITUR, entre la delegación de Láchar, que por primera vez tiene un espacio en la feria de turismo más importante del Estado que incluso tiene una proyección internacional.

Dentro de esta delegación y en el equipo de gobierno, ha impregnado totalmente la idea de basar el desarrollo del municipio poniendo en valor el propio patrimonio. Para poder entender y para poder llevar a cabo esta idea se debe tener una visión integral del municipio que mire al futuro. Dicho de otro modo, un plan de futuro debe ser capaz de englobar las distintas áreas y sectores (desde urbanismo hasta políticas sociales) y encajarlas dentro de un mismo proyecto estratégico lo que significa romper con el cortoplacismo rutinario de la política. Poco a poco vamos a ir desgranando esta idea.

Nos encontramos hoy en FITUR principalmente para presentar el 'plato estrella' de Láchar que es sin duda su Castillo. Aunque se ha dicho en multitud de ocasiones nunca está de más recordar que el Castillo de Láchar es desde junio de titularidad municipal por primera vez en su historia. Se trata de un hito, sobre todo porque la dinámica y tendencia general va en sentido contrario. Es decir, la tónica es que las políticas que vemos a diario en nuestros Ayuntamientos y en las Comunidades Autónomas se basan en todo lo contrario, en externalizar servicios, vender espacios públicos, etc. Sin embargo, uno de los municipios más endeudados del área metropolitana ha sido capaz de municipalizar una fortaleza que tiene origen visigodo, un Bien de Interés Cultural (BIC), históricamente en manos privadas, con una hipoteca de 9 millones de euros que los vendedores tuvieron que cancelar.

Sólo se puede entender esta operación desde dos perspectivas: una ideológica y otra estratégica. En primer lugar, desde la visión ideológica debemos entender este proceso en el contexto de una negociación entre capital transnacional y una fuerza política y social rupturista de izquierda que pone al organismo político-administrativo (en este caso municipal) en favor de los intereses de la mayoría social en el marco de un conflicto enmarcado en la lucha de clases. Esta perspectiva prometo abordarla con más detalle en un próximo artículo porque si no entendemos esta dimensión nunca vamos a poder entender ni el cómo ni el por qué el Ayuntamiento de Láchar ha conseguido su Castillo.

En segundo lugar, desde una visión estratégica el nuevo equipo de gobierno entendía que el motor económico debía ser el Castillo, así como el epicentro y el emblema del nuevo proyecto. Nos estamos aproximando a la idea de basar el desarrollo poniendo en valor el propio patrimonio.

Para entender mejor esta idea, vamos a retrotraernos hasta las primeras experiencias municipales de finales de los 70 y principios de los 80. La construcción del nuevo poder municipal se cimienta bajo una falta total de competencias y con limitaciones económicas (estas cuestiones las abordé en el artículo “En defensa del municipalismo”). Sumado a la falta de ideología de muchos gobiernos municipales, deriva en que la primera apuesta por el desarrollo se basaba en la cesión de suelo a grandes empresarios a cambio de puestos de trabajo.

Esta política, claramente neoliberal, se aplicó de forma autómata por gobiernos de PP y PSOE e incluso la izquierda, en algunos casos, se vio “seducida” por esta ola. Ello supuso al menos tres aspectos negativos. En primer lugar, la pérdida de patrimonio municipal (en este caso suelo público), en segundo lugar, unos nefastos resultados, con cuotas no asumidas por empresas, sueldos bajos, precarios, etc. Y en tercer lugar, supuso el caldo de cultivo perfecto para fomentar el caciquismo en su versión capitalista. Es decir, existían trabajadores que iban “recomendados” por el Alcalde para esos empleos fomentando una relación cacique-siervo propia del caciquismo del siglo XXI. Este “desarrollo” no estaba marcado por las instancias políticas sino por estas empresas.

Otra de las políticas que se generalizó fue la construcción de grandes polígonos industriales alejados de la realidad de esos municipios. Si nos adelantamos hasta el “boom inmobiliario”, la tónica fue fomentar el “pelotazo” urbanístico. No hace falta exponer los resultados tan nefastos de estas políticas ya que todos los conocemos y sufrimos aún en la actualidad.

Siendo conscientes de estas experiencias pasadas, hoy tenemos que desvincularnos de este tipo de desarrollo que está muy alejado de la verdadera realidad de nuestros municipios y comarcas. Láchar, municipalizando su “joya”, no es un oasis, son muchas las localidades que están basando su proyecto de futuro en apostar por lo propio. Salar está basando su desarrollo con la Villa romana como epicentro, Moraleda de Zafayona, está realizando un ambicioso proyecto para recuperar sus cuevas, y son muchos pequeños municipios rurales los que están fomentando la creación de cooperativas para transformar productos autóctonos. Se trata de abandonar políticas desarrollistas basadas en algo ajeno, como son cesión de suelo, grandes polígonos industriales desérticos en pequeños municipios, y atraer grandes superficies comerciales. Es lamentable ver como Ayuntamientos se “pelean” para ver quien pone condiciones más favorables a grandes superficies y una vez éstas se instalan destruyen el pequeño comercio local.

Tampoco podemos caer en el error de hacer de nuestros municipios 'parques temáticos' volcados solamente en el turismo. Para no caer en ello debemos apostar por una visión estratégica. El urbanismo no es una cuestión baladí y ajena al desarrollo, al contrario, debe ser de primer orden para los municipios. Hay que cuidar los cascos históricos, marcar las líneas de rehabilitación de espacios, respetar zonas verdes y en muchos casos recuperar zonas públicas, así como poner coto al urbanismo descontrolado. Si en la ecuación tenemos un desarrollo que apuesta por lo propio, con un urbanismo bien trazado con vocación de permanencia, evidentemente las políticas sociales deben ir en la misma línea “amable”.
Efectivamente se trata de diseñar un Plan estratégico de desarrollo en lo económico y por supuesto vinculado a lo social, un plan integral. Esto supone romper con la visión de pensar exclusivamente en el último año o en las próximas elecciones y apostar por una visión desde el presente que esté enraizada en el pasado pero que mire decididamente al futuro.

Hoy Láchar, y otros muchos municipios, tienen un plan integral que no depende exclusivamente de que empresa se va a instalar o de que línea de subvenciones se abren desde Europa o de la Junta de Andalucía. Las prioridades deben marcarse desde los órganos políticos municipales y luchar con todo el empeño para poder materializarlo.

Con todas las limitaciones y con todas las dificultades, un municipio con visión estratégica asentada en su entorno que sea capaz de ver sus potencialidades, sacarle partido a lo propio será un municipio de futuro, de lo contrario alguien ajeno le estará marcando las líneas políticas.

Tony Álvarez
Politólogo y Doctorando en Ciencias Sociales

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