Cambio de hora, cambio de costumbres en Granada
A algunos la Primavera les pone alegres, la melanina aviva los ánimos; para otros, sólo se trata de que los días son más largos
Cada cosa a su tiempo. Aunque la Primavera se resista y el sol haga actos de presencia ocasionales y se vaya como vino, la ropa de abrigo ya empieza a menguar en los armarios. Los días son más largos y los granadinos van cambiando sus costumbres como se cambia de chaqueta. Algunos sólo han variado la hora del reloj, unos ya se han olvidado del otoño y otros afirman que permanecerán inalterados llueva o esté despejado.
Lleva gafas de sol y va vestida de negro de la cabeza a los pies. Nada de estampados ni colores vivos. La Primavera parece que va a tardar un poco más en entrar para Ana. Esta chica de 30 años todavía conserva en su armario la ropa de invierno y los abrigos en el perchero. “Todavía hace frío”, resume. Se cumple una semana desde el cambio de hora, adaptándola a la Estación, pero todavía no se nota en la atmósfera. “A ratos esta nublado, ahora sale el sol, el tiempo está cambiante. Supongo que dentro de unos días empezará a anochecer más tarde y habrá más gente en la calle. Más vida”, analiza.
“La verdad es que no me siento más alegre. Dicen que el sol estimula la melanina y esas cosas, pero hasta ahora...No es que esté con más ánimo ni nada. Estoy aquí a la sombra, esperando a una amiga”, explica.
Ernesto ha pasado primaveras como inviernos y veranos como otoños. Este joven de 33 años ha vivido durante seis años en Malmoe, Suecia, y afirma que el clima y las horas de sol afectan a la población, e incluso al resto de seres vivos. “Lo peor de los países escandinavos sin duda es las pocas horas de luz, porque aunque sea de día muchas veces está nublado. Una especie de cielo grisáceo constante. Luego, a partir de mayo, aunque parezca que la temperatura se suaviza, te puede caer un chubasco cuando menos te lo esperas”, cuenta.
A su entender, hay personas que se adaptan mejor a un clima, al igual que a unas costumbres. “Sin ir más lejos, esta semana estoy durmiendo fatal. Me he estado echando la siesta y luego por la noche no pego ojo”, ilustra.
Laura, de 25 años, y Pablo, de 26, están en el proceso de búsqueda de empleo. Mientras ella se prepara unas oposiciones para entrar en el cuerpo de inspectores de trabajo, él completa su formación de maestro mejorando el inglés. Los dos tienen a mano la ropa de abrigo y afirman que no hay prisa por guardarla hasta la temporada que viene.
El cambio de hora, el sábado pasado de las dos de la madrugada se pasó a las tres, sí lo han notado durante la semana. Laura dice que está “de bajón” y que el cansancio “lo lleva de serie” y que la aparición del sol no va a cambiarlo. Pablo, sin embargo, es más optimista y confía en que con la aparición del buen tiempo “algo cambie”. “De momento, lo único que ha cambiado es la hora”, zanja ella.
El que sí que ha guardado ya la vestimenta invernal es Pedro, de Armilla. Estudiante de biología de 19 años, piensa que ya en abril con un par de sudaderas se puede apañar, que no le hace falta jersey de lana, cuello alto ni engorrosos abrigos. Está esperando al sol a su novia, que también estudia biología. Pedro explica no ha cambiado su rutina ni por el cambio de hora ni por la entrada de la Estación, sino que sigue levantándose a las 7.30 y acostándose después de la medianoche. “Madrugo, leo un rato y me voy para clase. Luego, por la noche, veo un rato la televisión o dejo pasar el tiempo”, comenta.
La novia de Pedro llega y el armillero la recibe con una sonrisa. “Con el sol me siento más animado, serán las melaninas”, dice justo antes de marcharse.