sábado 9 noviembre
REPORTAJE aG  |   | Noelia S. Lorca

Cimientos de historia sobre la Vega de Granada

Cortijos y caserías en torno a la agricultura conforman un territorio que busca un empuje económico a través del turismo

Cortijo del Pino - AlexCamara-9

El Cortijo del Pino se levanta en el término municipal de Churriana de la Vega. Foto: Álex Cámara

Sobre el verde y el marrón de las tierras de cultivo; bajo el intenso azul de un día soleado; y postrado 'hierático' ante el amarillo de las tierras de pasto, destaca sobremanera el blanco más puro y profundo que llega del reflejo lejano de esas construcciones ubicadas en mitad de inmensas extensiones de campo y que, todavía hoy, forman parte de la Vega de Granada. Los cortijos y caserías, pese a en ocasiones pasar desapercibidos, articulan un paisaje que recuerda lo que fue y sobre lo que se cimienta la Vega.

En total, en el Área Metropolitana de Granada, y según los datos de la Consejería de Obras Públicas de la Junta de Andalucía, hay alrededor de una treintena de cortijos y caserías que, si bien la mayoría permanecen abandonados a la espera de volver a ser lo que eran, otros han encontrado la manera de reinventarse y ser el sostén económico de muchas familias que han querido recuperar o mantener su objetivo primigenio: autoconsumo y supervivencia.

Y precisamente de segundas oportunidades y de buscar una nueva variante de negocio para mantener en pie y, sobre todo, con vida estas imponentes edificaciones saben los propietarios de fincas como la Del Pino -Churriana de la Vega-, Los Parrales -Valderrubio- o La Viña -Cúllar Vega-. Tres ejemplos de cómo reabrir las puertas de lugares denostados para muchos.

El recorrido de ahoraGranada comienza en Churriana de la Vega, concretamente, en uno de esos rincones desconocidos para demasiados y habitual para los menos. Un estrecho y lineal camino, bordeado a ambos lados por una frondosa arboleda, antecede a la enorme fachada del Cortijo del Pino, claro ejemplo de este tipo de inmuebles, ya que es uno de los más antiguos de la Vega de Granada.

La construcción data de 1873 y, desde sus inicios, la agricultura ha sido el eje vertebrador de esta estructura. El contraste de colores es, a simple vista, lo más llamativo. El azul del agua de la alberca, el brillante naranja de los frutos de esos árboles colocados estratégicamente sobre el marrón más profundo de la tierra, combinado con el de los ventanales de madera de un impoluto caserío.

Ataviada con la ropa de trabajo y en plena faena, Concha López, cuenta que da los últimos retoques para que todo esté a punto de cara a este Puente, cuando recibe a sus nuevos huéspedes. Ella, junto a su familia, es quien se encarga de tener cuidado al máximo cada uno de los rincones de este espacio con 400 metros cuadrados de edificación, unos mil metros cuadrados de cuadra y otros mil de ratio.

"Mi abuela lo compró en 1940, después se encargó mi padre y ahora somos nosotros, los hijos, quienes nos ocupamos de él. Antiguamente aquí vivían cuatro familias que eran las que se encargaban del cortijo. Tenía una vaquería con 40 vacas, dos yuntas de bueyes, almacén para guardar el trigo, corrales y cuadras. En la actualidad, dispone de 30 marjales que corresponden a casi dos hectáreas de terreno para cultivo ecológico", explica la propietaria sentada frente a la piscina.

Fachada del Cortijo del Pino. Foto: Álex Cámara

Fachada del Cortijo del Pino. Foto: Álex Cámara

De este modo, fue en 1998 cuando el cortijo comenzó a dar sus primeros pasos como alojamiento rural. Según comenta Concha, "a finales de los 90, el cortijo se encontraba en muy mala situación arquitectónica. Los tejados estaban muy deteriorados, con humedades, también la carpintería estaba mal y como un agricultor no tiene economía suficiente para grandes proyectos, pensamos que una de las mejores maneras de poder mantener esta edificación era buscarle otra actividad. En esos años, empezaba el turismo rural en España y un amigo con experiencia nos sirvió como referente. Fue cuando nos asociamos a la Red de Alojamientos Rurales (RAR)".

Todas y cada una de las mejoras que se han llevado a cabo en este inmueble, recuerda la mujer, han partido del esfuerzo y el trabajo familiar, por lo que la inversión económica "ha sido muy poca". "Empezamos con una casa de 50 metros con dos dormitorios; a los dos años rehabilitamos otra parte; en 2000, hicimos dos apartamentos de lo que eran las antiguas cuadras; y en 2010 rehabilitamos el torreón", aclara al tiempo que muestra una de las estancias y destaca que se ha intentado mantener la estructura y su carácter agrario, dado que "es preciso buscar usos con el medio rural y la actividad agraria".

Por lo que respecta a la vertiente turística, este tipo de alojamientos lo suelen demandar, tal y como comenta Concha, personas que buscan "algo diferente, con encanto, cierto carácter e historia y ubicado en el medio rural". "El 80% de los clientes llegan de otros países europeos y un 20% de España. Las fechas en las que más demandan estas instalaciones son primavera y verano, aunque en invierno también hay cierta demanda, pero menor", manifiesta la dueña al tiempo que asegura que apuestan por huéspedes tranquilos, serios y con cierto nivel cultural.

"Nosotros tenemos que compatibilizar el hecho de que es nuestra vivienda familiar y luego tenemos una actividad turística y agrícola. No queremos grupos de chavales ni despedidas de soltero", recalca Concha siempre sonriente.

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Entre Láchar y Valderrubio

A varios kilómetros de allí, en la carretera entre Láchar y Valderrubio, se alza el Cortijo Los Parrales. Sus propietarios, María Jesús Delgado y sus hermanos,  han hecho de la masía familiar su lugar de trabajo.

Desde principios del siglo XX este caserío ha visto crecer a su alrededor todo tipo de cultivos, sobre todo, ese por el que recibe su nombre y que aún hoy ocupa una parte de la extensión de tierra de labor. Destinado a la actividad agrícola fue dividiéndose conforme iba transmitiéndose a los herederos. "En un principio, se cultivaban cereales, después tabaco rubio -de hecho todavía está el secadero de donde se secaba el tabaco, ahora convertido en almacén- y, con el tiempo, ese cultivo derivó a lo que se comercializaba en la época -patatas, ajos, cebollas-. Cuando llegó a nosotros, este cortijo estaba en muy malas condiciones porque los que vivían aquí se fueron al pueblo y mis padres no venían. Se empezó a deteriorar. De ahí que pensásemos que la mejor manera de que no se cayera fuera reorientarlo hacia el alojamiento rural, en auge en aquellos años", sostiene María Jesús sentada al sol en un banco de piedra frente a la fachada del inmueble, mientras recuerda que fue en 2005 cuando se liaron "la manta a la cabeza".

El Cortijo Los Parrales se encuentra en Valderrubio. Foto: Álex Cámara

El Cortijo Los Parrales se encuentra en Valderrubio. Foto: Álex Cámara

De las tres casas para cada una de las tres familias que vivían aquí, quedan poco más que las estructuras, puesto que son las que se han rehabilitado y transformado en alojamiento rural. "Hemos crecido aquí, nuestra infancia era esto y no queríamos que se viniera abajo. Además, el sitio es ideal porque estamos a solo 20 minutos de Granada, a un poco más de Sierra Nevada y cerca de Málaga. Estamos como en el centro y para ofrecer no solo la estancia aquí en el cortijo, sino otro tipo de actividades", subraya la dueña orgullosa, si bien es cierto que no olvida los muchos gastos que conlleva un negocio así, la lucha incansable y el poco apoyo de las administraciones.

En cuanto a las mejores temporadas, María Jesús coincide en parte con Concha en que las más productivas son verano -agosto y septiembre- y Navidad -Nochebuena y Nochevieja-. "Tenemos el cortijo completo para Nochevieja desde principios de octubre. En verano te están solicitando información para estas fechas que vienen ahora. Las Navidades están al completo", señala y afirma que el boca a boca es muy importante porque "hay mucha gente que viene por recomendación de allegados y familiares".

Y de unos ya consolidados a otros que quieren imprimir esta visión empresarial a la herencia recibida. Es el caso de Santiago López-Rubio, propietario del Cortijo de La Viña en Cúllar Vega y, cuyo propósito es conseguir levantar un hotel rural en el que fuera el caserío de sus antepasados y donde se iniciara el cultivo de la remolacha en la Vega. "Es la joya de Cúllar Vega", dice Santiago satisfecho.

Cortijo de La Viña en Cúllar Vega. Foto: aG

Cortijo de La Viña en Cúllar Vega. Foto: aG

Sobre unas tierras con más de 150 años de historia, antecedidas ahora por una carretera, pasa desapercibida por el devenir diario esta construcción deteriorada por el paso del tiempo. La soledad en la que se ve inmersa en estos momentos es capaz de crear sentimientos contrapuestos erigida ante tus pies. El misterio, el encanto y la curiosidad se unen en un espacio con paredes que hablan de leyendas y experiencias vitales. Ese blanco calcáreo, venido a menos por el correr de los años, todavía resalta entre los ocres de las hojas de los árboles y arbustos que lo rodean.

"Quiero mantenerlo en las condiciones rústicas que tenía y tiene. Antiguamente era una finca tremenda, conocida como la Redonda, con una superficie inmensa. A partir de ahí, empezaron a vender tierras, pero la casa siempre se mantuvo. La última división que se hizo es la parte de atrás, es decir, lo que llamaban la casa de trabajo. La superficie edificada supone unos 500 metros cuadrados y ahora tiene el jardín. Mi proyecto es convertirlo en alojamiento rural manteniendo el espíritu de la Vega. De hecho, se van a aprovechar todos los muebles antiguos con los que contamos y el suelo, como ves, es de losas de barro. Saldrán unas 40 plazas", cuenta Santiago emocionado.

El anteproyecto está ya aprobado por la Junta, según su propietario, "ahora lo tiene que autorizar Turismo y después ver si hay posibilidad de subvenciones porque hacer esto sin ayudas, es prácticamente imposible".

Al igual que Concha y María Jesús, Santiago también opina que los trámites burocráticos son demasiado lentos y acaban "desgastando". "La obra podría estar en seis meses, pero depende más de trámites burocráticos que de obra y ganas. Yo recibí esta herencia a finales de 2010 y desde ese momento me he encargado de sacar y limpiar todo lo que había aquí dentro, muy poco a poco. Eso sí, la colaboración del Ayuntamiento de Cúllar Vega está siendo inestimable. Aquí se unen dos factores, uno que es el primer hotel rural que va a haber en el municipio y otro que esto es el buque insignia de Cúllar Vega", sentencia el hombre.

Ellos ponen rostro a estas construcciones y a lo que hay detrás. Porque en estos terrenos comienza la historia no solo de Cúllar Vega, Churriana de la Vega o Valderrubio, en ellos empiezan los cimientos de lo que fue la economía y la sociedad de una comarca que, tras años, se ha dado cuenta de la necesidad de conservar una zona imprescindible para el desarrollo natural de Granada.

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