El final de una travesía lacerante
El 25J del 2006 el Granada CF abandonó el pozo de Tercera División después de cuatro campañas de intentos fallidos · Los goles de Ramón acabaron con un letargo y abrió la puerta a nuevos horizontes
En la memoria rojiblanca había hasta entonces un 25 de junio grabado a fuego. Cuando al Granada CF le bastaba con empatar aquella calurosa tarde del 2000 en Los Cármenes, Aguilar se aproximó por la banda derecha a la meta de Notario, quien en una salida que aún muchos se preguntan para qué, dejó la meta vendida para encajar el gol más doloroso a comienzos del Siglo XXI en la historia de la entidad nazarí.
Solo un año más tarde, la situación crítica de impagos dejó al equipo a los 'pies de los caballos' y, pese a que Francisco Jimena prometió una y otra vez que afrontaría la deuda del equipo granadinista, los primeros días de agosto se confirmó el primer descenso administrativo en la historia del Granada CF que marcaría un antes y un después. Un club, que por entonces superaba los 70 años de historia, vivió sus momentos más críticos con un letargo que se prolongó durante cuatro duras e intensas campañas en Tercera División.
Campos de tierra, abucheos en su propia provincia y a escasos kilómetros de la capital. El histórico granadinista quedó durante cuatro años en coma profundo, lo que motivó la aparición de nuevos equipos en la ciudad en busca de un espacio que nunca pudieron sustituir. Pero tuvo que ser otro 25 de junio, seis años más tarde del primero fatídico, el que puso los cimientos de lo que hoy se disfruta en la ciudad.
Tras el aterrizaje de la familia Sanz en Granada, ante el Guadalajara y con un estadio completamente lleno, el equipo nazarí logró lo que muchos veían imposible hasta entonces: el ansiado ascenso a Segunda División B.
Con el recientemente fallecido José Víctor en el banquillo, el equipo rojiblanco buscó los dos goles que le hacían falta con Gustavo, Iñaki, Joyce Moreno, Saavedra, Milla, Nene, Javi García, Lucena, Sorroche, Josemi y Ramón, el artífice de los dos tantos -el segundo en la prórroga- que permitieron consumar el sueño.
Hubo que esperar al minuto ocho de la segunda parte de una intensa prórroga para que un balón colgado al delantero granadinista dentro del área acabase en el fondo de la red y provocase el delirio en un Nuevo Estadio de Los Cármenes que estaba a reventar.
Aquél día se pusieron las mimbres, en parte, de lo que hoy se vive en Granada. Así lo recuerda al menos uno de los héroes de aquella gesta. Lucena, que después tuvo la oportunidad de jugar con el equipo de su tierra en Primera División cinco años más tarde, recuerda que aquella noche calurosa de junio fue "la primera piedra para lo que hay hoy fuera posible".
"Segunda B en aquel momento era poder respirar y aquella noche se creó una comunión que nos tocaba, y así fue", afirma el entonces centrocampista granadinista, que vivía con la elástica rojiblanca su tercer intento por llegar a un bronce que, entonces para Granada, era oro.
Ese partido, añade el granadino, era "todo, o se ganaba y ascendía o desaparecía el club". Esta sensación, sin embargo, corrobora la sensación a los granadinistas de corazón de que "probablemente el club hubiera seguido andando por esos filipinos del club. Pero sí, quizás ese ascenso puede ser el principio de todo lo que vino después".
Un mensaje de texto a su móvil premonitorio le hizo pensar que aquel 25 de junio era el día: "Estábamos en un hotel y tenía la sensación de que era el día. Me llegó un mensaje de un amigo diciéndome que el destino de la ciudad estaba en mis manos y era como una señal, era el momento de ascender".
Y así fue cómo el Granada CF puso fin a una travesía lacerante por un desierto -casi literal en algunos campos- en el que siempre tuvo el respaldo de los que estuvieron antes y lo seguirán estando después, por muy alto o bajo que vuele el equipo.
Después vinieron otras épocas de altibajos que culminarían con el ascenso a Primera División. Hasta entonces, el camino no fue fácil de trazar.