jueves 25 abril
La Cínica Interviú  |   | Francisco Barajas

"Estamos instalados en esa cultura del miedo"

Juan “Planta”, empresario hostelero y musical: "Granada siempre ha sido una ciudad viva en lo que a cultura se refiere”

“Granada siempre ha sido una ciudad viva en lo que a cultura se refiere” , ha reconocido. Foto: Manuel García

“Granada siempre ha sido una ciudad viva en lo que a cultura se refiere” , ha reconocido. Foto: Manuel García

Escribir sobre Juan Planta y su libro sobre “Planta Baja”, es como intentar escribir de nuevo una Biblia para personas jóvenes y menos jóvenes que tienen muchas inquietudes artísticas, musicales, literarias, poéticas e incluso políticas. Y ya que Juan y “Planta Baja”, él todavía lo es, fueron en los años 80 y 90 el revulsivo cultural que necesitaba la ciudad de Granada, esa siempre anclada en el conservadurismo a vena más puro y negativo. Juan, muchas gracias, y por tus aportaciones culturales a Granada. Y no voy a marear más la perdiz, esa que casi nunca es feliz, y porque con lo que ya he escrito sobre Juan Planta es justo y necesario. Aunque ni decir tiene, eso, que a Juan Planta la ciudad de Granada tiene con él una deuda impagada. E importante. ¡Salud amigo Juan! Muchas gracias por las respuestas. Y que los dioses de la Cultura siempre te mimen y te atiendan y te colmen de dicha. Y lo vuelvo a escribir otra vez, Granada tiene una deuda pendiente contigo. Un abrazo. La cultura viva y sin miedo, es el camino que se debe de hacer al andar en este país… Al andar para crear cultura, la que tanto necesita la sociedad civil española.

Pregunta.- ¿Qué representó “Planta Baja” para la ciudad de Granada?

Respuesta.- Seguramente hay muchas opiniones al respecto, incluso contradictorias, y ya que el Planta vino a ser una plaza pública, un lugar de encuentro, un espacio donde personas con identidades y deseos bien distintos participaron de la construcción de una nueva sociedad. El Planta puede ilustrar ese deseo en la ciudad de primeros de los años ochenta de “pasar a otra cosa”, conscientes de que ese cambio suponía mantener una posición crítica (más consciente o menos) de rechazo a las formas del conservadurismo reaccionario de la Granada de esa época de transición entre la dictadura y la democracia actual. Formas que aún no han desaparecido del todo en la ciudad.

P.- ¿La movida granadina de los años 80 y 90 tiene algo que ver con la movida madrileña de esos mismos años?

R.- Granada, Vigo, Madrid eran ciudades en ese momento en las que parece que se activaron de una manera más viva las escenas culturales. Había conexiones entre ellas, gente que iba y venía, lo que propició intercambios y bastante porosidad en los ambientes. Pablo Pérez Mínguez, Javier Furia, Julios Juste o Pablo Sycet, por ejemplo, sirvieron de conectores entre la cultura emergente de Granada y Madrid. Eran amigos asiduos al Planta. El apoyo institucional para la creación de festivales de cultura y música -el trabajo de Mariló Cotarelo en el Ayuntamiento de Granada es de destacar- facilitó que circularan por la ciudad artistas que en aquellos momentos eran claves en la vanguardia musical y cultural nacional e internacional. Nuestros viajes a Londres a por música y vídeos, o los colectivos fanzineros y productoras como La Visión o Auxilio de Cientos, dieron a Granada un aire nuevo y moderno. Similar a Madrid aunque con una idiosincrasia propia.

P.- ¿Se da un pisotón en el suelo de Granada y emergen cientos de poetas, músicos, escritores y artistas pintores?

R.- Granada siempre ha sido una ciudad viva en lo que a cultura se refiere, a pesar en muchos casos y épocas de la falta de visión y cintura de las instituciones de la ciudad. La universidad contribuye a una continua presencia en la ciudad de personas que generan movimiento artístico en ella. Jóvenes que están en esas fases de riesgo e impulso a proyectos en los que creen y apuestan su tiempo y también su dinero. La ciudad debería saber atender a esto, no hablo de la “cultura de la subvención” ya que esto hemos comprobado que entraña sus riesgos, sino que a veces Granada por puro conservadurismo identitario no sabe reconocer e impulsar la nueva cultura que la gente está generando en sus calles, locales y en espacios incluso domésticos. La plataforma cultural Trn-Ciengramos (editora del libro) es un ejemplo de ello. Un espacio como Discos Bora-Bora, con su continua programación de conciertos, presentaciones, etc. es otro. Granada nunca para, aunque tampoco es fácil ganarse la vida aquí y la prueba es que muchos proyectos interesantísimos tienen una vida corta. La gente marcha y es difícil que se sostengan las redes que enriquecen culturalmente la ciudad (y también económicamente).

P.- ¿Transgredir es un verbo idóneo para saltarse las normas de una sociedad actual española que es corrupta y decadente?

R.- Bueno, quizás la gente más transgresora que he conocido no tenían siquiera la intención de serlo. Simplemente lo eran porque entendían la vida de manera diferente. No había que ensayar ninguna postura ni exagerar ningún gesto. Las sociedades tienden a ser conservadoras porque son miedosas, son pasivas porque se enseña a obedecer, a no salirse del guión. Ahora y siempre. Estamos instalados en esa cultura del miedo que intenta paralizar esas nuevas formas de entender la vida, los espacios comunes, las instituciones incluso. Esta es una lucha continua. Pero también se dan continuas conquistas que hay que reconocer y cuidar.

P.- ¿Hoy en día existe cultura underground?

R.- Por supuesto, y si no la vemos o reconocemos es porque es underground. Desde una perspectiva conservadora costará reconocerla. E incluso ese grado de invisibilidad, de oscuridad, puede que esté bien para que los focos del reconocimiento no la sequen.

P:- ¿La ilusión social y el idealismo cultural se ha perdido en los jóvenes españoles?

R.- Los jóvenes que yo conozco son idealistas y nadie les gana en ilusión. No me gusta caer en estas visiones nostálgicas que piensan que el pasado siempre fue mejor. Eso es fatal e injusto. Le gente está muy preparada hoy, veo a jóvenes apasionados por lo que hacen, por generar proyectos, se arriesgan, sufren, caen, se levantan. En fin, que si miro hacia atrás reconozco ahora esfuerzos que en otras épocas hicimos la gente de mi generación. Habrá gente más pasiva y aborregada, pero como en cualquier época. Existen luchas ahora que son nuevas, formas políticas emergentes que no había en los ochenta, problemas que requieren soluciones que también deben ser nuevas. Y en esto están los jóvenes. Prefiero no tener ni una visión melancólica ni paternalista al respecto.

P.- ¿Y a qué achaca usted que la juventud de ahora no sea rebelde, iconoclasta y revolucionaria?

R.- Por lo dicho anteriormente no comparto la apreciación de la pregunta. Será que me relaciono con esa juventud del lado oscuro, radical como a mi me gusta, la que no sale en la tele ni de la que se habla en los periódicos. Jóvenes currantes a los que debemos respetar porque se la están jugando.

P.- ¿En la actualidad no mola lo de sexo, drogas y rock?

R.-Si “molaba” antes, creo que ahora también.

P.- ¿El 15M es algo político, ya convertido en Podemos, que nos recuerda en algunas cosas al “Mayo francés” del 68?

R.- No soy analista político pero me da la impresión de que el 15M es algo más que Podemos y que no hay una equivalencia de uno a otro. En todo caso una relación de causa y efecto. Unas cosas son las formas de lo político, como pudo ser el 15M, y otras la política ejercida desde los partidos. El Planta era un dispositivo político, inauguró una nueva espacialidad crítica donde se ensayaron formas nuevas de estar juntos, de crear sociedad, de experimentar subjetividades problemáticas, donde enfrentarse a las fuerzas de dominación de entonces. Fue una plaza abierta que acogía a todo el mundo. El 15M fue un estallido en las que las plazas públicas se hicieron realmente públicas. Ahí vimos emerger un nuevo espacio que ahora está teniendo sus consecuencias con los proyectos municipalistas que bien ilustran los casos de Madrid y Barcelona, y que por extensión está contaminando a los partidos tradicionales que ya no pueden ser impermeables a estos cambios. El mayo francés está en el imaginario de mucha gente, en el mío está el discurso también radical de The Smiths por ejemplo respecto a la sociedad neoliberal o las “Nuevas Sensaciones” de mis queridos Planetas que con todo el desparpajo del mundo nos invitaban a lo excitante y probar algo más. Esto es revolucionario también.

P.- ¿El IVA ha acabado con la música, el teatro, el cine, etc.?

R.-Un impuesto no puede acabar con la cultura. Perjudica obviamente al sector productivo vinculado a ella. Pero son dos cosas diferentes. No se puede mantener un IVA de un 21% para la compra de discos por ejemplo, o para el cine o el teatro. Esto está limitando las posibilidades de que la gente pueda acceder a la cultura, y esto es un atentado contra un derecho básico y fundamental. Otra cosa bien distinta es entender que toda la cultura pasa por la industria, esta sería una visión miope, ya que quizás mucho de lo más interesante que se produce hoy en cultura (en artes, música, teatro, etc.) escapan de esa fiscalización y se genera desde espacios y redes alternativas al sistema del IVA y su 21%.

P.- ¿Ahora la Universidad es una fábrica de titulados que van directamente al desempleo?

R.- A los matemáticos no les va mal. Además la universidad está para algo más que para generarte un empleo. No quiero ser frívolo, porque comprendo la importancia de poder acceder a un puesto de trabajo o incluso de encontrar la oportunidad y las facilidades de poder generarte tu propio empleo, pero la universidad debería pensarse como un espacio humanista. Si se piensa la universidad como una fábrica de generar titulados, como si se generaran salchichas u otras cosas, creo que estamos pensando mal la necesidad de un espacio crítico y de producción de saber como es o debería ser la universidad.

P.- Tengo bastante curiosidad en que usted defina a la sociedad granadina… ¿Cómo es Granada cuando está ebria y cuando está sobria?

R.-Granada es en este aspecto una ciudad como todas. Planta Baja era un lugar de copas, donde por otro lado no hacíamos apología del dos por uno, ni de la hora feliz.

Siempre he conocido desde mi etapa en la Universidad una Granada que nos poníamos ebrios y nos divertíamos y una sobria que trabajábamos y nos divertíamos también.

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