Fuego para tratar de olvidar los terremotos en Santa Fe
La localidad celebra su tradicional quema de El Penas con la que espera dejar atrás las sensaciones vividas con los seísmos de los últimos meses
Probablemente no. Seguramente que quienes vivieron los terremotos en primera persona el pasado enero en Santa Fe no los olviden nunca. No obstante, la localidad se ha afanado en dejar estas penas atrás definitivamente con la quema de El Penas, que cumple su trigésimo sexta edición dedicada a los temblores que también causaron daños en localidad.
Y lo ha hecho en unas circunstancias bien distintas a las habituales desde hace 36 años. En esta ocasión, sin fachada de la Iglesia de la Encarnación que viste mucho más el espectáculo de fuegos artificiales y luz por las restricciones de la Covid y en un espacio mucho más abierto, el antiguo campo de fútbol.
En cualquier caso el Penas mantiene su esencia con la combinación de luces, sonido y el fuego, tres ingredientes que han servido además para abrir oficialmente la semana cultural que sustituye a las tradicionales fiestas de San Agustín, también marcadas por la pandemia.
La falla de este año que ha ardido tuvo un marcado carácter santaferino, al tener representación de los cuatro arcos que dan acceso a la ciudad desde sus puntos cardinales, de los cuales dos de ellos han sido dañados tras los terremotos; y la Iglesia de la Encarnación.
Casi como un perfil de los edificios más emblemáticos del municipio que ardieron imponiéndose sobre los terremotos, representados en las líneas de un sismógrafo. Con ello pretenden olvidar el inicio del año vivido en Santa Fe y pueblos colindantes.
Entre la música que sonó no faltó un clásico, Hans Zimmer, al que acompañaron también las bandas sonoras de Benjamin M.L. Wallfisch y Eric L.D. Devore. Todo intercalado con el espectáculo de los cañones de luz que entremezclaban todo tipo de colores; rojo, verde y blanco como protagonistas por ser los de la bandera santaferina.
En 14 minutos, y con la luna de testigo de excepción, Santa Fe quiso decir adiós a los seísmos de enero y arrigar así una tradición que va camino de las cuatro décadas para abrir una agridulce semana cultural en honor a su patrón.