“Un neoliberalismo partidario genera más pobreza para los pobres y más riqueza para los ricos”
Gregorio Cámara, catedrático UGR: “Lo bueno de la democracia es que no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo”
Este señor entrevistado, Gregorio Cámara, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada (UGR), socialista con una intelectualidad manifiesta sana de importancia nítida y clara, es un “cerebro” gigante no sólo para la UGR y el PSOE, sino para toda la Comunidad Autónoma de Andalucía. Y con un futuro político a nivel de todo el territorio español que le llegará pronto. Lo vaticino. Y no hace falta que me aprieten para escribir que es un “constitucionalista” de primera magnitud europea. Su currículo profesional lo avala. Hombre mesurado. Persona dialogante. Criatura inteligente. Y ser humano con valores sociales, políticos y culturales muy importantes. ¡Salud amigo! Y que todo lo que es progresista nunca tenga un final ajusticiado, y ya que los seres humanos deben siempre de aspirar a la igualdad en todas las facetas de la convivencia que dignifica a las razas humanas. Las personas que se escapan de lo racional por conservadurismo trasnochado o intereses espúreos económicos e ideológicos, pueden llegar a ser unos perfectos “cromañones” que tienden a espacios o regimenes dictatoriales de cuyo nombre no quiero acordarme ni debemos acordarnos. Pasen y lean sin llamar a la puerta, esta entrevista es tan interesante, por las respuestas del señor Cámara, como una lección magistral de un gran docente.
Pregunta.- Dialoguemos en esta entrevista escrita de forma distendida y amena, y porque tampoco vamos a arreglar nada con sentencias como revoluciones pendientes… Es posible que no nos hagan mucho caso… ¿Usted cree que se realizó una idónea transición política o casi todo lo realizado fue, ahora con el paso del tiempo, algo como una chapuza política que ahora estamos pagando de forma contundente y cara?
Respuesta.- La transición política se ha idealizado mucho porque en aquel tiempo estábamos unidos y hasta “encantados” por la compartida aspiración a instaurar una democracia homologable a las más avanzadas de Europa occidental. Lo que empezara como reforma política desde las leyes fundamentales del franquismo acabó siendo ruptura mediante un proceso constituyente llevado a cabo en un periodo relativamente corto. Este éxito, sin embargo, se realizó por las élites políticas con muchas hipotecas provenientes de la presión de los llamados “poderes fácticos” en aras del consenso posible en aquellos momentos, y por esto no fue el modelo idílico que tantas veces se ha querido proyectar en la escena nacional e internacional. En la Constitución no se regularon del todo bien determinadas cuestiones fundamentales, como la educación, las relaciones Estado-Iglesia, la Jefatura del Estado, la posición de las Fuerzas Armadas, el modelo de organización territorial, o los mecanismos de participación popular, entre otras. No puede decirse que la transición fuera una “chapuza”, aunque sin duda debe desmitificarse. Se hizo con aciertos y con errores, con la balanza inclinada en los aciertos. Pero por no haber hecho cambios a tiempo, ahora seguimos teniendo problemas viejos y no resueltos de nuestra historia política que están demandando reformas constitucionales.
P.- ¿Nunca es mejor una dictadura honrada, no pueden ser honradas las dictaduras, que una democracia corrupta?
R.- Las dictaduras nunca pueden ser honradas, aunque a veces pretendan rodearse de un halo benevolente, porque roban la libertad y el pluralismo y desprecian la igualdad y el Estado de Derecho. En una dictadura la corrupción siempre queda oculta y amparada. No me gusta mucho el irónico dicho de Churchill acerca de que la democracia “es el menos malo de los sistemas políticos”. Prefiero el juicio de Aron, que pone el acento en el carácter imperfecto de toda democracia, porque es una obra humana en la que hay que tomar en cuenta la estupidez y el egoísmo de los hombres y, en especial, el de algunos o muchos dirigentes. Friedrich decía también que la democracia no esconde sus defectos, sino que los transparenta, asume y trata de darles respuesta, porque es el único régimen que proclama que la historia de los Estados está y debe estar escrita en prosa y no en verso. A una democracia no se la puede tachar de corrupta. Pueden existir personas, grupos, hasta instituciones, que lleven a cabo prácticas corruptas en uno u otro grado, aprovechándose de sus debilidades. Pero la democracia tiene los instrumentos políticos y jurídicos para combatir y remover la corrupción, y la ciudadanía puede y debe ser muy exigente al respecto.
P.- ¿El descontento ciudadano ante tantos desmanes económicos y políticos es visible desde Bruselas o desde el espacio exterior?
R.- Desde Bruselas hay mucha desorientación, sobre todo desde la aparición en escena de la crisis económica que estamos soportando, que también es social y política. Una desorientación provocada por el predominio de un intergubernamentalismo insolidario y competitivo y por los liderazgos “de facto” que genera, con algunas estructuras e instituciones con escasa legitimidad democrática gobernadas por personajes devotos o apegados al neoliberalismo económico y político más radical. Un neoliberalismo partidario, hasta el momento, de la austeridad a toda costa, que produce mucho sufrimiento e injusticias sociales, vaciando el Estado del bienestar y reduciendo al extremo el pluralismo político, generando más pobreza para los pobres y más riqueza para los ricos. En Bruselas ven y oyen el descontento ciudadano, pero algunos de los que allí tienen más poder no se conmueven ni creen que vaya con ellos, pese a que se ven contradichos los principios y valores en los que la Unión se sustenta. Por eso es tan importante ser conscientes de lo que nos jugamos con las próximas elecciones europeas. Más del ochenta por ciento de las decisiones políticas que nos afectan se toman en la UE o vienen condicionadas directa o indirectamente por lo que en ella se decide. De la orientación política del Parlamento Europeo que resulte de estos comicios dependerá en buena medida la orientación política de toda la UE y la manera de afrontar los grandes retos económicos, políticos y sociales que ahora tenemos y que tanto van a afectar a nuestras vidas en los próximos años, quizás décadas. El descontento ciudadano debería canalizarse positivamente mediante la movilización y la participación electoral apoyando posturas progresistas, no mediante la abstención.
P.- Son un pestazo los partidos políticos corruptos… ¿Y cómo puede existir tanta corrupción económica y política? ¿La sociedad civil está en la inopia?
R.- Lo bueno de la democracia es que, como dijera Abraham Lincoln, si bien se puede engañar todo el tiempo a una parte del pueblo y a todo el pueblo una parte del tiempo, no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo. Hay mucha gente engañada o en la inopia, ciertamente, pero las corrupciones acaban aflorando, ya provengan de los entornos de los partidos políticos, de los sindicatos, de la banca, de ciertas instituciones...o del ámbito propio de la sociedad civil, no lo olvidemos. La ciudadanía está escandalizada y desafecta con la política por los casos de corrupción impactantes, por el ejercicio rígido del poder, por los desprecios a la verdad, por el incumplimiento de promesas, por las regresiones en bienestar y en posibilidades de participación... Pero esa desafección no está desembocando todavía, o al menos no suficientemente, en una contestación organizada y portadora de una orientación clara para remover tal estado de cosas. Hay a mi juicio mucha confusión en la sociedad civil y mucho ruido mediático, propio de una “sociedad líquida” y difuminada en sus valores, como señalara Bauman. Faltan capacidad para estar bien informados, liderazgos políticos y sociales, mucha pedagogía y formación. Desde los principios y valores democráticos es necesario alcanzar la transparencia de la acción política e institucional y la práctica de un buen gobierno. Dijo Jefferson, que “el pueblo es el único con quien podemos contar para preservar nuestra libertad”. Solo el pueblo, servido por fuerzas políticas democráticas renovadas y que actúen con honestidad, puede cambiar el actual estado de cosas practicando un republicanismo cívico en sentido fuerte.
P.- Me resisto a creerlo… ¿Los españoles somos de otra pasta democrática, y lo de coge el dinero y vuela es asunto consuetudinario del ADN que es seña de identidad española?
R.- Yo no es que me resista, es que estoy en radical desacuerdo con ese estereotipo, como lo estoy con muchos otros que se ponen en circulación con tanta demagogia como simpleza. Los españoles, como los nacionales de otros países, no respondemos a ninguna “pasta” o esencia que nos marque una identidad colectiva diferente en estos aspectos. Somos humanos y tan plurales como en cualquier otro lugar del mundo y nuestras experiencias vitales como pueblo son las mismas. Hemos sufrido autoritarismos y totalitarismos, padecido guerras, anhelado la libertad y la democracia y gozado de ellas aunque en periodos menguados en comparación, vivido tiempos de bonanza y tiempos de penuria. Y en nuestra sociedad hay corruptos y malas personas, como las hay en otras, que cogen el dinero y se lo llevan...sin necesariamente tener que correr o volar. Y también hay una mayoría ciudadana honrada, trabajadora y esforzada, víctima de los desmanes de una minoría aprovechada y sin escrúpulos. Pero es verdad que en otros países democráticos son menos confiados y muestran tolerancia cero con la corrupción; pero, sobre todo, se han organizado mucho mejor para tener más control y transparencia que impidan hechos tan deleznables.
P.- Profesor… ¿Es tiempo de modificar la Constitución Española y el modelo de Estado que sería Federal en vez de las Autonomías?
R.- Rotundamente, sí. Ante los déficit de estructura y funcionamiento del Estado autonómico y ante los embates extremos de independentistas y recentralizadores, es muy importante reformar el Título VIII para la racionalización, mejora y cierre de nuestro modelo de organización territorial ( que ya es materialmente federal) con un federalismo pluralista, cooperativo y social que supondría la desembocadura “natural” del proceso evolutivo seguido hasta la fecha. Entre otros aspectos, sería necesario regular el Senado como verdadera Cámara de representación territorial de las nacionalidades y regiones; rediseñar y clarificar el sistema de distribución de competencias; y establecer los elementos fundamentales y básicos del sistema de financiación conforme a un modelo propiamente federal que garantice, además de la suficiencia y la corresponsabilidad, la solidaridad interterritorial en términos de equidad. La reforma de la que hablamos es posible. Sin embargo, hoy el más importante escollo, a mi juicio, lo genera el inmovilismo del que hace gala el PP, pues otras fuerzas políticas (PSOE, IU, UPyD...) se han mostrado dispuestas a emprender negociaciones políticas para abrir un proceso de reformas. De hecho el PSOE ha elaborado unas propuestas muy estudiadas y detalladas de reforma en su Conferencia Política y en la Declaración de Granada sobre el modelo federal.
P.- ¿Y no sería mejor centralizar lo necesario al estilo francés?
R.- No a mi juicio. Los territorios que componen España albergan mucha diversidad cultural, lingüística, institucional, de tradiciones y formas de vida. Y en ellos ha arraigado históricamente un sentimiento de identidad que se ha profundizado tras tantos años de disfrute de la autonomía política, que ha sido muy positiva para España. En algunos de ellos ese sentimiento es especialmente intenso. Este pluralismo es una riqueza para todos, pero también lo es la unidad del conjunto. Remedando el dicho de Newton respecto del Universo y aplicándolo a nuestro particular universo democrático de convivencia, “la unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo". Por eso el federalismo ofrece una gran respuesta democrática al realizar una síntesis dialéctica fecunda entre unidad y autonomía y dividir el poder tanto horizontal como verticalmente. Por otra parte, nuestras experiencias históricas más democráticas han tenido en su centro la autonomía política de los territorios, siempre reprimida por los regímenes conservadores y aniquilada por los autoritarios. Pretender una recentralización en España supondría ir contra la corriente de la historia y contra los sentimientos mayoritarios de los pueblos y territorios que componen España. No olvidemos tampoco que los países de mayor éxito político y económico son federales.
P.- ¿Hablar en España de república es sólo un bello canto de cisne?
R.- No tiene por qué serlo necesariamente. Nada de lo que se contiene en la Constitución, incluyendo la Corona, es ajeno a la posibilidad de una reforma, aunque ésta sea especialmente difícil de acometer por ser tan agravada como para otras materias (derechos fundamentales, Título Preliminar..). Pero no es imposible. Todo dependerá de la trayectoria de la monarquía y de su capacidad para ajustarse a la ejemplaridad de actuación que se demanda de tan alta institución. Si defraudara seriamente a la ciudadanía, entonces correría el riesgo de su desaparición.
P.- ¿Listas abiertas en las votaciones, ley de financiación de los partidos políticos, independencia de los tres poderes y ley de transparencia son cuatro reformas necesarias que con celeridad hay que acometer?
R.- Considero necesaria la mejora del sistema de participación política, tanto por medio de representantes como directamente por los ciudadanos, propiciando una mayor participación y corresponsabilización de la ciudadanía en los procesos políticos (sistema electoral más equitativo en su proporcionalidad, desbloqueo de listas, desarrollo y potenciación del referéndum y de la iniciativa legislativa popular, etc..) Todo esto plantea una vasta problemática técnica de la que no podemos hablar aquí.
La ley de transparencia ya se ha aprobado hace unos meses, hay otras propias en algunas CCAA y otras que están en tramitación (caso de Andalucía). Lo importante es que esa regulación, que es muy positiva, sea cumplida con rigor y genere un cambio en las actitudes de los agentes sociales y políticos y en el funcionamiento del sistema.
La separación entre los tres poderes, que han de trabajar en colaboración, ya está en la Constitución y en las leyes. El problema es que por entre los insterticios de esta regulación se cuelan en muchas ocasiones mecanismos de presión, de influencia o de reparto partidistas, que es necesario eliminar con mejores medidas normativas y con un cambio de cultura política. También se producen frecuentes episodios de politización de la justicia y de judicialización de la política que es necesario afrontar para sanear el funcionamiento regular y democrático de las instituciones. Por lo que se refiere a la legislación de partidos, es igualmente necesaria y urgente su reforma para conseguir más transparencia y más democracia interna en su organización y funcionamiento, así como un mayor control de su financiación.
P.- ¿Y por qué no somos todos iguales ante la Ley?
R.- Tendríamos que serlo, porque la igualdad es un valor superior y un principio y derecho fundamental que, junto con la prohibición de la discriminación está garantizado por la Constitución. Es tarea de todos los poderes públicos velar porque así sea. Los incumplimientos relativos que de la igualdad se produzcan, que siempre los hay, como de cualquier otro derecho fundamental, pueden y deben ser reparados mediante la tutela judicial efectiva ante los órganos judiciales ordinarios y, en último término, a través del recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. Otra cosa es que la sociedad neocapitalista en la que vivimos sea en sí misma profundamente desigual en el reparto de la riqueza y, por tanto, en las oportunidades que las personas tienen, así como que perduren desigualdades de género y de otro tipo que los poderes públicos tienen la obligación de superar con medidas positivas y removiendo los obstáculos que impidan la realidad y efectividad de la igualdad. De ahí la necesidad de oponerse con energía al vaciamiento del Estado social que se está llevando a cabo con numerosas medidas adoptadas con la excusa de la crisis.
P.- En la enseñanza todo ministro desea dejar su huella… ¿Qué le sugiere “sistema de enseñanza, enseñanza del sistema”?
R.- Esta sugerente frase puede valer más para los sistemas autoritarios que adoctrinan, pero no para las verdaderas democracias. Porque la educación democrática debe ser liberadora. La educación, que se lleva a cabo fundamentalmente en el sistema de enseñanza, brinda la posibilidad del libre desarrollo de la personalidad, de formarse para poder tener una profesión y también para poder ejercer una ciudadanía activa, para conocer y hacer valer nuestros derechos, además de obtener la ilustración personal, que es uno de los grandes placeres de la vida humana. Cosa distinta es que aprovechemos esas potencialidades. En España tenemos el problema de que no haya cuajado un pacto de Estado en educación, como demanda la ciudadanía, que garantice la estabilidad del sistema, su equidad y calidad, dejando fuera pretensiones de carácter ideológico y respetando el consenso constitucional en materia educativa. Al contrario de lo que hace la innecesaria y desafortunada LOMCE, la llamada Ley Wert, que favorece a la enseñanza privada e impone perspectivas ideológicas, rebaja el derecho a la educación, la equidad y la inclusión social, la igualdad, la formación en valores de ciudadanía y la participación de la comunidad educativa en el control y gestión de los centros públicos. Sería en este sentido muy deseable que prosperaran los recursos de inconstitucionalidad que se han planteado en estos días ante el Tribunal Constitucional.
P.- Profesor… ¿Cree usted que la UGR se vende mal en la propia Granada?
R.- La Universidad de Granada viene experimentando un gran desarrollo cualitativo a lo largo de las últimas décadas y esto se refleja en su creciente prestigio en ámbitos nacionales e internacionales, situándose entre las primeras de España y entre las españolas mejor situadas en el Academic Ranking of World Universities (Ranking de Shangai). Esto no debe mover a la complacencia sino a incrementar el esfuerzo, pese a las dificultades económicas actuales. En Granada, como solía decir el profesor Murillo, ha existido una cierta “cultura de acrópolis”, con una Universidad un tanto alejada de la ciudad y una ciudad que en buena medida ha vivido de espaldas a su Universidad. Las cosas están cambiando desde hace años y las relaciones son hoy mejores, pero todavía perdura a mi juicio un cierto distanciamiento respectivo que sería necesario salvar. No sabría decir, sin embargo, si es que la Universidad “se vende” mal o que el Ayuntamiento y otras instituciones de la ciudad todavía no han sabido percatarse de las grandes potencialidades que ofrece su Universidad en los campos educativo, cultural, turístico y, por tanto, económico. Un fundamental motivo para estrechar relaciones e idear buenos proyectos de coordinación, colaboración y cooperación entre administraciones e instituciones, públicas y privadas.