Vehemente pregón por y para Granada
David Rodríguez Jiménez-Muriel anuncia la Semana Santa con 21 poemas en los que trata todo lo que rodea a la pasión granadina
Con la confianza de quien se sabe pregonero, de aquel que es consciente de la responsabilidad que le ha sido encomendada y con la sobriedad de quien ya se ha visto en situaciones similares y sabe lo que quiere y necesita la Semana Santa de Granada.
David Rodríguez Jiménez Muriel ha respondido con solvencia a la dificultosa labor de pregonar y anunciar la semana de pasión granadina sobre las tablas del Teatro Isabel La Católica en un alarde de imaginación, literatura, originalidad y profundidad y sentir cofrade que no ha dejado indiferentes a los presentes en un espacio que se ha quedado pequeño por la expectación generada.
La estructura, totalmente diferente a la acostumbrada de pregones anteriores, ni mejores ni peores, simplemente diferentes; el pregonero ha querido emular a Pablo Neruda con sus 'Veinte poemas de amor y una canción desesperada' para profundizar todos y cada uno de los palos de la Semana Santa de Granada sin dejar a ninguno en el tintero con 21 poemas originales.
Cada uno de ellos los fue introduciendo con una frase antológica rescatada de los anales de la historia pronunciada o escrita por personajes tan significativos por Manuel de Falla, Lord Byron, Juan Ramón Jiménez, Lope de Vega, Orson Welles, Víctor Hugo o Federico García Lorca.
Y todo para hacer un homenaje a Granada de principio a fin. La ciudad ha sido el hilo conductor el pregón pronunciado por Rodríguez Jiménez-Muriel para tocar de lleno su Semana Santa: "Que nadie se acostumbre jamás a tu atractivo. Que echen de menos tu urbanismo, que les duelan tus fachadas señoriales, que tus palacios conquisten pupilas, que cada uno de sus tesoros haga que confiesen sus pecados los que te desconocen que nadie más grite lo del 'marco incomparable'. Porque existe y de no hacerlo, ni Granada sería ya Granada ni sería lo que es su Semana Santa".
Ésta solo fue la conclusión de las anteriores 20 partes, que se han ido cerrando una por una con poemas de 12 métricas distintas y con un total de 1.350 versos con la presencia de octavas reales, cuartetas, décimas, cuartetas, tercetos, seguidillas, quintillas, octavillas, cuartetos, sonetos, tercetos, coplas con quintillas, serventesios, sextillas de pie quebrado, décimas, serventesios, quintillas, romance, copla manriqueña, cuartetos, serventesios y sonetos. Federico García Lorca, en su primer pregón de 1935, en el recuerdo.
Todas las advocaciones
El pregón pronunciado por David Rodríguez ha mencionado a todas y cada una de las advocaciones de la Semana Santa de Granada de una forma o de otra. A algunas de ellas dedicó poemas y más versos que a otras.
Así, en su cuarta parte dedicó once cuartetas a la Virgen del Mayor Dolor, Reina de Roma, usando el puente Romano como figura retórica llegando a "convertirse en italiano" con el paso del tiempo: "No es del imperio ese puente, y de allí vino triunfante, la mocita más galante, del manto más exigente. Y si tiene la corona, de aquella Santa Ciudad, vino con la potestad, de Matrona y de Madonna".
Usando el 'callejón de los sentidos' como hilo conductor dedicó su sexto poema a la Hermandad de la Concha y al Albaicín, y las calles y recorridos que encuentran en sus distintos itinerarios durante la Semana Santa de Granada: "El Albaicín es el padre de Granada; le presta su historia y su memoria y le cede a su Semana Santa, que es la fiesta más lírica que tiene Dios, las apreturas singulares de sus calles para que se desafíen los imposibles".
La Virgen de la Aurora protagonizó el octavo "poema íntimo" de 56 versos: "Aquel día de mañana, de un mayo en fiesta solemne, nos parecía septiembre, allí por donde pasabas. Fuiste la que más llevabas, arengas que te decían, lo mucho que te querían, las vecinas que juntabas. Pero qué esperar y cuánto. Si no me creen, Perdón, pedido de corazón, con alegría y encanto. Y me verán en tu manto, y oirán cómo te digo, en el 'grifo' del ombligo, ¡la Reina del Jueves Santo!".
A la Virgen de la Victoria la llamó "novia del Realejo" en su 75 aniversario afirmando que es “madre y maestra de la costalería granadina", mientras que a la Esperanza dedicó una serie de cinco décimas sobre la controversia de sus manos, su coronación y lo que significa su advocación. Antes, repasó los palios de la Semana Santa mencionando a la Virgen de la Caridad, la madre de los Dolores, la Virgen del Dulce Nombre, la madre de los Estudiantes o la Virgen de la Merced.
"Que hable el Corpus Christi un Lunes Santo; que vuelva Dios caído y levantado, que las avenidas palidezcan con su Luz; que tiemblen los tarantos de emociones, que funden emiratos virginales y el 'vino de su puerta se embriague. Que cristo mire a Cristo en San Antón; que triunfen Los Vergeles por su malla; que el centro del honor sea de Favores; que Dios se duerma en cruz de taracea, que 'estudien' los que 'estudian su Misterio, que Zafra le ilumine con candelas y nazcan de su Huerto mis hermanos y cumpla muchos más el Vía Crucis. Y vayan todos juntos de testigos al mayo de la Gloria de Santiago". Así introdujo el pregonero el poema dedicado a la Virgen de la Amargura, de la que espetó que "erase una vez Granada, erase una vez la Gloria, erase una vez nombrada, Amargura con la historia y la historia conquistada. Erase que quiso Dios, erase que era un sueño, erase que se logró, porque la Dueña del Dueño, fue un día 30 en fervor. Y erase el día, Notaba el oro de fe y de amor. La ciudad fue toda espada, de Santiago y del Señor, que a Amargura coronaba".
San Agustín
Como no podía ser de otra forma, no faltó en el pregón de la Semana Santa de Granada el Cristo de San Agustín. De hecho, un busto de San Agustín presidió el pregón oficial. Se trata de la imagen que se ubica a los pies del crucifijo del sagrado protector de Granada.
Los cinco sonetos dedicados al cristo de cuya hermandad es miembro David Rodríguez Jiménez - Muriel estuvieron precedidos de los cinco pasos que durante la Semana Santa de Granada procesionan en silencio: "El día que Granada se dé cuenta que Dios no está en el estruendo, que en el silencio se oye mejor su voz, que no hay nada más elocuente que el silencio cuando lo dejan hablar, entonces, habremos completado una ciudad cofrade".
"¿Tu crees que nos importa tu autoría, si tienes nuestra vida conquistada; si no hay ni un solo hermano que gloriada, no tenga tu perfecta anatomía? ¿Acaso florentina o castellana, importa algo tu gubia, o lo apuntado? Si al cabo lo que está documentado, que Dios en tí vertiera su soflama. Y yo bien sé que te augor, no tengo duda, con cinco siglos con que secundad la tesis que os confío muy segura: A ti te hizo el pueblo en su piedad. Talló toda Granada tu figura, firmando tu autoría la ciudad", dijo sobre San Agustín.
Los hermanos de luz también estuvieron presentes en un emotivo apartado en el que reconoció su labor porque "alguien tenía que decirlo" y pese a que están "minusvalorados" y de "manera callada y anónima son verdaderos artífices" del esplendor de los cortejos: "Es el mejor cómplice que tiene un cortejo, porque sin todos los que os vestís con el atuendo del anonimato, no es que la Semana Santa fuese distinta, es que no existiría".
El Realejo, "barrio cofrade por excelencia", protagonizó el duodécimo apartado del pregón con una aliteración de versos centrados principalmente en una proclama devocional al Cristo de los Favores y a la Virgen del Rosario: "Es la madre de Granada. La bautizó en San Cecilio y la crió entre sus casas y le dio al Padre Suárez y abrazó al maestro Falla y se llenó de poetas y conquistó con sus trazas de palatino amorío sus fronteras y su fama".
Más elementos
También tuvo palabras de homenaje a los emigrantes de Granada, a los medios de comunicación, al sacerdocio, los restaurantes y bares de la Semana Santa, a los músicos cofrades, al costalero, al arte, a la Cuaresma y a la caridad cofrade.
Precisamente, éste último suscitó la práctica unanimidad de los presentes al ofrecer 16 estrofas para resaltar la labor de las hermandades en este capítulo: "Una Cofradía me ha abierto los ojos de mi nevera y la esperanza. Oasis de mi desierto, tan oportuna y certera y en confianza. 'No me seas perezosa! Venga vida mía, despierta. Entra Cristo con el pan de cada día en una cofrade ayuda. 'yo lo he visto! Afuera una mano izquierda no se enteró de lo que hizo su derecha, cuando en Cabildo se acuerda lo que mejor satisfizo a esta brecha. Que tu padre está parado, que la crisis nos aprieta, otros callan, aunque nos han engañado y aunque mucho se prometa no se hallan. Mi niña ha cenado bueno y mañana comerá. Qué alegría. ¡Eso sí que es un estreno cristiano que estrenará la Cofradía!
En su poema dedicado a los emigrantes recordó que "nadie echa en falta algo hasta que no lo pierde", mientras que en el tercer apartado dedicó un poema a los medios de comunicación, reivindicando que informen con rigor y con la verdad por delante: "Si haces caso a lo que digo, sin imponer tu verdad, triunfará la libertad y lo cofrade contigo. Que no hay peor enemigo que el que se carga de tedio y sirviéndose del medio usa la esponja en antojos y con el micro de hinojos lo emplea para el asedio".
Agradeció a los sacerdotes que ven en las cofradías un instrumento valioso para el evangelismo y la catequesis, los restaurantes y bares cofrades que guardan la vigilia cada viernes o la exaltación de las nueve bandas de Granada terminaron por convencer a la mayoría de los presentes de la altura lírica del pregón pronunciado: "Contad conmigo, por favor. Nueve formaciones, cuatro géneros, siete estilos y 700 jóvenes. Sumadle las de los pueblos cercanos, calculad de memoria toda la cultura (...) Qe cobren lo que paguen, lo que valen; que no dejen jamás de sorprendernos. Que truenen con asombro sus eternos pellizcos en el alma como saben".
El pregón se completó con sextillas de pie quebrado para los costaleros, serventesios sobre el arte y la imaginería cofrade, por sus puestos de trabajo creados; o a la Cuaresma, en el que se cuenta cómo se transforma Granada, cuya Semana Santa ya está pregonada con la vehemencia de quien, ante todo, la vive con la mirada de quien nunca puede desearle nada malo.