¿A qué estamos dispuestos por el futuro?
Llevo varios meses escuchando todo tipo de quejas, bromas, chascarrillos, molestias o desprecio al hecho de que ahora, debido a una disposición europea, los tapones de las botellas se queden enganchados a su cuello con el fin de ser reciclados mejor. Yo mismo me he visto instalado en el hastío al comprobar que nuestra comodidad bebiendo directamente de la botella, o echando su contenido en un vaso, se ha visto algo reducida. Creo que esto no es algo ajeno a cualquiera que haya comprobado cómo este pequeño gesto es capaz de sacar de sus casillas hasta al más pintado.
Por supuesto no es algo grave, importante o que genere un malestar real en nuestra vida diaria, es un detallito que, si acaso, puede provocar únicamente un momento de desconcierto. Aún así, su aceptación en nuestra rutina no sólo llega con quejas, sino incluso con rechazo, sobre todo de la gente joven.
Eso me ha llevado a preguntarme algo que me preocupa tremendamente durante estos días: Si la gente (entiéndase como gente a una extensa mayoría, aunque generalizar sea complicado, permítanme el recurso lingüístico) no está llevando bien este cambio insignificante en nuestras vidas, ¿cómo va a empezar no sólo a tolerar, sino a realizar, promover y luchar por cambios verdaderamente relevantes e importantes para asegurarnos el cuidado del medio ambiente, y, al fin y al cabo, el futuro de la especie humana?
Desde los actos más pequeños, ¿Quién va siempre al supermercado con bolsas de rafia? o ¿Quién dejará de usar el coche en pro de un transporte sostenible?.... a los más grandes ¿Quién estará dispuesto a renunciar a unas vacaciones lejos por consumir menos Co2?
Una buena amiga, muchísimo más sabia que yo en temas medioambientales y de conciencia ecológica, al comentarle este tema que me rondaba la cabeza, me dijo que sí, que lo de las tapones muy guay y muy cuqui, pero que no era más que greenwashing para parecer que como sociedad hacemos algo. Y mientras, las grandes empresas, los gobiernos y los verdaderamente poderosos, que son los que más residuos y problemas para el medio ambiente generan, y que además tienen en sus manos la posibilidad de cambiarlo (poniendo más controles, multas, restricciones, control o beneficios por hacerlo bien) se quitan del medio y se hacen los tontos.
Comprobé en ese momento cómo yo mismo había caído en la trampa del parecer en vez de en actuar y rápidamente me vino a la cabeza algún que otro meme del estilo: “Yo echándome todo el agua por encima con el taponcito de la botella para cuidar el medio ambiente, y Taylor Swift yendo al baño con su jet privado gastando en 1 hora todo el Co2 que yo genero en un año”.
Pero aún así, tirando de mi resiliencia climática habitual, además de pedir a los gobiernos y empresas que se pongan las pilas y actúen para reducir sus emisiones, sean responsables y gestionen sus residuos intentando reducir la huella de carbono al máximo, también quiero poner en valor estos pequeños gestos cotidianos, como el dichoso taponcito que se queda enganchado, que nos recuerda la importancia del reciclado en nuestro día a día.
En la mayoría de casas de Andalucía durante los 80 y 90 siempre hemos vivido, amparados por nuestros padres, controlando el agua y la luz. No era raro escuchar casi a diario ¡cierra el grifo! ¡Dúchate rápido! o ¡Cuidado que va a venir la sevillana! Ese recordatorio constante de la importancia, no ya sólo del ahorro económico, sino también del cuidado de lo que utilizamos “o gastamos” a diario, ha hecho que todos aquellos niños crezcamos con una mayor conciencia de lo que significa el cuidado y respeto por los recursos naturales.
Creo firmemente que tener un recordatorio constante, justo pegado a la botella y que a veces nos puede molestar un poquito al beber, de la importancia del reciclado y la necesidad de hacer cosas, individuales o conjuntas, para cuidar aunque sea un poquito el planeta, no es que sea importante para el fín último de este pequeño agravio (que los tapones no se pierdan), sino también para crear conciencia social que de forma casi inconsciente genere en los individuos un poco de responsabilidad individual.
Y lo mismo que ocurre con todas las causas importantes: una persona sola es muy difícil que cambie nada, pero muchas personas preocupadas por el mismo tema conseguirán empezar a moverse y cambiar las cosas. Puede llevar más o menos tiempo, o ser un proceso más o menos amable, pero sembrar para luchar por un futuro mejor siempre será positivo. Se consiga o no llegar a buen puerto, sabremos que la travesía habrá merecido la pena.