martes 16 abril
Opinión  |   |

Ana, Alicia, Beatriz y mi amigo Pepe

La imagomaquia es una palabra inexistente. No obstante, es un concepto elaborado por el marketing publicitario que intenta explicar algo a través del poder de las imágenes, imponiendo una forma de ver las cosas. La imagomaquia tiene que ver con el trampantojo, que es una ilusión con la que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es.

Los gobiernos, en su diferente escala, proyectan la imagen de que la economía española se está recuperando, que ha crecido en 2016 un 3.2%, a cuyo resultado, el empleo crece el 3%. Se magnifican estos datos añadiendo que se ha obtenido unos resultados superiores a las previsiones de las instituciones y/o entidades expertas, como son, entre otros, el FMI o la Caixa. Estos datos, así explicados, con gran difusión en algunos medios de comunicación, se acompañan de gráficos comparativos, que no son un error, falsedad o ficción, como no lo es que esa recuperación ha sido como consecuencia de cargar sobre la ciudadanía todo el peso de la crisis provocada por la especulación financiera, pero esa imagen no es más que un espejismo vacío, dañino incluso, que nos pretende hacer creer que esa recuperación también nos alcanza al resto, pero cuando subimos a la superficie chocamos contra ella, impactando la dura realidad, que es precisamente la que se han encontrado de bruces Ana, Alicia, Beatriz y, mi amigo Pepe. Veamos.

Ana, es una joven emprendedora titulada, 30 años, desarrolla su profesión en el sector del arte, imagen y diseño gráfico de manera independiente, lo que conlleva que tenga que darse de alta en el RETA, cumple rigurosamente con sus obligaciones sociales y tributarias, obteniendo ingresos económicos regulares que le han permitido independizarse, vivir de su trabajo, pues bien, cuando procedió a formalizar el arrendamiento de su vivienda no solo tuvo que acreditar su nivel de ingresos, sobre lo que nada hay que objetar, la cuestión es que se le exigía que hubiera avalistas, menos mal que su madre es funcionaria ¡qué suerte!, gracias a eso pudo formalizar el alquiler. Ahí, no acaba su experiencia. Ha querido obtener un préstamo para mejorar su oferta empresarial, la respuesta de la entidad bancaria ha sido negar de raíz cualquier ayuda por el simple hecho de que es ¡autónoma!

Alicia, es una joven de 24 años, Graduada en Turismo, con excelente currículo académico, domina dos idiomas, trabaja en el sector privado, tiene un contrato de 20 horas a la semana, subvencionado por el presupuesto público. Su jornada semanal no baja de 32 horas semanales, incluido turno de noche. El exceso de jornada laboral no se lo paga nadie. Es lo que hay, además, agradecida, la cosa no está para plantear que se paguen las mismas horas que se trabajan.

Beatriz, Abogada, 35 años, trabaja en un despacho profesional de la ciudad. Ejerce el Derecho como profesional libre desde el año 2006. Ha sido madre recientemente. Mientras que el despacho profesional ha conciliado la vida profesional con el ejercicio de la maternidad y su desarrollo, adaptando los horarios a las necesidades de la madre, el Estado la ha abandonado a su suerte, la única ayuda que ha obtenido ha sido 1800 euros en un solo pago en concepto de indemnización por maternidad y 75 euros por lactancia, abonados por la Mutualidad de la Abogacía.

Y, mi amigo Pepe, 35 años, padre de dos hijos en edad escolar, de profesión camarero, con contrato de trabajo y alta en la Seguridad Social de 2 horas al día, trabaja una media de 10 horas diarias, esas 8 horas de diferencia las cobra en negro a 3 euros/hora, descansa un día a la semana. Es el único ingreso regular que entra en la familia, por llamarlo de alguna forma. Ni se le ocurre chistar. Contrasta esta situación con el lleno turístico que disfruta Granada donde las empresas obtienen beneficios.

La imagomaquia y el trampantojo dibujan una realidad de recuperación económica, cuando lo que se vive en el día a día es precariedad, desregulación, miedo en las personas, para que no se muevan, es mejor tener menos que nada, el mercado está lleno de aspirantes baratos. Esto ha situado a Granada en ciudad sin presente, ni futuro posible, en una ciudad muerta en vida.

Salvador Soler García
Colaborador Ahora Sí

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