martes 22 abril
Opinión  |   |

Armadura, disfraz o alegato

¿Recordáis que hace unas semanas reflexioné sobre la necesidad de que Leonor se comportara como una joven normal, y, por tanto, pudiéramos verla en situaciones comunes de una persona joven en 2025? Pues esto ha explotado por los aires tras la publicación en la portada de una revista de la imagen de la heredera en la playa en bikini. Mensajes de apoyo - como el mío, porque es lo que defendía en la anterior columna -, fuertes críticas, tanto hacia ella por poder descansar un rato tras sus clases militares, como a la revista por publicar la imagen. Gente diciendo que Letizia estará enfadada como una mona y otra que qué bien que podamos normalizar la figura de los ‘royals’… Pero entre todo este ruido ha habido una reflexión que me ha parecido muy interesante y sobre la que quiero ahondar,

Y es que en el batiburrillo de información que leo cada día en redes sociales, y siento no poder acreditar a la persona que lo publicaba, puesto que no la recuerdo leí que una de las cosas que más nos llama la atención de poder ver a un o una líder en bañador (o en un momento de intimidad) es porque sin ropa el “rango” se diluye y esa persona directamente se convierte “en una más”. Era algo más o menos así, no esperen de mí una fiabilidad extrema en mis recuerdos, porque la providencia me dio belleza, pero no mucha memoria.

El tema de cómo la indumentaria, la vestimenta o la moda consiguen generar una percepción, tanto interna como externa, de cada persona es uno de los temas más interesantes que existen para los que nos apasiona tanto la moda como la sociología.

La ropa, esa segunda piel que elegimos cada día, tiene una capacidad extraordinaria: nos protege del frío, de las miradas, de la inseguridad. Es armadura cuando queremos sentirnos fuertes; disfraz cuando no estamos listos para mostrarnos del todo o queremos escapar; escaparate, cuando decidimos que el mundo puede asomarse un poco a nuestro universo interior o incluso promoción cuando queremos atraer y conquistar. Vestirse no es solo cubrir el cuerpo, es también cubrir las emociones y redefinir las miradas que apuntan a nosotros.

Quien haya salido de casa rumbo a una cita importante, una entrevista de trabajo o, por qué no, después de haber llorado un ratillo mientras miraba el Instagram de su ex, sabe perfectamente que eso de vestirse “al azar” y porque es “lo primero que has pillado” es una mentira como una catedral.

Una chaqueta bien estructurada puede darte más apoyo que tu mejor amiga. Un color vibrante no arregla tu vida, pero al menos hace que la gente se distraiga de tu cara de cansancia o hastío. Y unos vaqueros que sientan bien... ¡maravilla! Eso es magia pura. Te miras al espejo y de pronto te sientes protagonista de un videoclip de Beyoncé.

Hay quienes dicen que la moda no importa. Que es superficial, frívola o simplemente “una cosa de postureo”. Y, sin embargo, cada mañana —incluso esos que desprecian el concepto— toman decisiones. Un pantalón cómodo, una camiseta sin mensaje, una chaqueta neutra. Una elección que quizás no busca destacar, pero que, sin querer, también comunica. Porque, nos guste o no, vestirse es hablar sin palabras. Como bien dice la periodista experta en moda y tendencias, Anitta Ruiz, #LaRopaHabla.

La moda también expone lo que hay detrás del telón. Nos delata. Nos deja entrever pequeños retazos de quiénes somos, quiénes fuimos… o a quién estamos intentando interpretar ese día. Porque sí, a veces vestirse es más teatro que rutina.

Jugar, experimentar, atreverse: eso que decimos que haremos con la vida lo practicamos primero con la ropa. A veces somos más valientes frente al espejo que en una conversación incómoda. Y ahí, en ese gesto tan cotidiano como decidir qué ponerte, empieza la historia que otros leerán de ti, sin que digas una palabra.
No se trata de marcas ni de tendencias. Se trata de consciencia. De entender que lo que llevamos puesto es un mensaje. Y que ese mensaje, por mínimo que parezca, tiene eco. ¿Quién no ha juzgado (o admirado) a alguien en una primera impresión simplemente por su ropa? ¿Quién no ha sentido que ese día no estaba “en su mejor versión” porque no atinó con el look? Somos lectores y escritores de lenguaje textil aunque no lo sepamos.

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Columnista
Gafas Amarillas

Periodista y Creador de Contenido

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