Curiosa memoria
Puedo cantar, enteras y sin equivocarme, muchas más de las canciones de Estopa que puedas imaginar, y eso que me caen genial, pero están lejos de ser mi grupo favorito. A duras penas recuerdo la matrícula completa de mi coche, el que cojo absolutamente todos los días para ir al trabajo desde hace más de 3 años. Visualizo todos los looks de la primera colección que Alexander McQueen firmó en Givenchy, en 1997. Pero soy incapaz de recordar de un año para otro la fecha exacta del cumpleaños de mi madre, la persona que más quiero en el mundo.
Conozco personas que son capaces de mantener en su cerebro una frase que dijiste en una conversación casual hace años, y otras que cuando terminan de decir una frase no saben ni cómo la comenzaron. Hay otro grupo, mucho más cruel, que decide jugar con ella a conciencia.
Es curiosa la memoria, y también, a veces, una gran ‘joía’. Podemos entrenarla y mantenerla viva o dejar que se diluya y quitarle la importancia que tiene recurriendo a notitas, alarmas y avisos constantes. Es muy dolorosa cuando falla y falta de forma incorregible y el mundo se derrumba, para el paciente y su familia, minutos después de escuchar la palabra Alzheimer. También es un milagro cuando, de repente, sin esperarlo, algo te recuerda un momento feliz.
La memoria es ciencia, pero también un poco magia. Shakespeare la definía como “el centinela del cerebro”. Conecta el pasado y el presente de forma sutil pero certera, permitiéndote crecer, reafirmarte o evolucionar. Puede ser buena o mala, y todo a la vez. Es única y a la vez colectiva. Por ese motivo, me da mucha rabia cuando se utiliza únicamente con motivos egoístas.
Todos en la vida olvidamos cosas. Es normal, cotidiano y loable reconocerlo. Decir: “Disculpa, lo olvidé” es tan natural como el propio ser humano. Pero echar la culpa a la memoria de la desgana, desinterés o inanición es injusto tanto con la persona que recibe esa excusa, como con el que enarbola una mala memoria para salir del paso. No se está construyendo una relación sana, donde estoy convencido de que la sinceridad y el diálogo consiguen arreglar mucho mejor cualquier situación.
También está bastante feo cuando solamente nos acordamos de algo cuando nos interesa. Y es algo que pasa tan a menudo que hasta tiene su propio refrán (“Solo te acuerdas de Santa Bárbara cuando truena”). Me estoy acordando de algo que sucedió meses antes de las últimas elecciones municipales y que refleja muy bien este interés propio. Me molestó particularmente.
Meses antes de las últimas elecciones municipales, un grupito de personas a las que seguía por Instagram subían, todos los días y de forma recurrente y organizada, contenido donde se quejaban y denunciaban la suciedad de Granada. Cientos de fotos de muebles viejos tirados; de contenedores llenos; de grafitis; solicitudes, reclamos e incluso leves insultos al por entonces gobierno socialista de que limpiara más y mejor la ciudad. Llegó el día de votar y, una vez contabilizadas todas las papeletas, Marifrán Carazo se convirtió en la primera mujer alcaldesa de la ciudad de Granada (Que manda ‘hue’ que en más de mil años de historia de la ciudad no hubiera habido ninguna antes, pero eso da para otra columna). Justo al día siguiente, estos preocupados ciudadanos dejaron de publicar, inmediatamente, que la ciudad estaba sucia.
Desde entonces hemos visto cómo esa gestión, que supongo debe ser complicadísima, no ha mejorado mucho con el nuevo gobierno, pero lo que no he vuelto a ver es absolutamente ninguna queja al respecto por parte de este grupo. No os puedo asegurar en dónde está el olvido: si en que ya no ven la suciedad de la ciudad, no se acuerdan de hacer las fotos, o se les olvida subirla a redes. Los que se dieron cuenta, de repente, de lo poco limpia que estaba Granada, fueron los simpatizantes socialistas, eso sí.
Pongo esto como ejemplo para dejar claro que “los olvidos” hablan peor de las personas, que de las propias acciones o denuncias. Porque si de verdad estás convencido de tu lucha, no te haces el tonto/a y miras hacia otro lado.
La memoria es maravillosa, y debe ser puesta en valor, pero también debe ser justa y ayudarnos a aprender y mejorar. Ya que disponemos de ella, aprovechemos esta mágica capacidad del ser humano y seamos conscientes de su poder.