Dando la nota
En esta ciudad parece haber gente empeñada en dar la nota. Mientras la evidencia nos muestra que Granada y la provincia sufren una suerte de postergación sostenida, aquí hay gente presurosa a enzarzarse en debates no solo estériles sino hasta demenciales. En vez de hablar de lo importante se dedican a discutir sandeces o, peor aún, a hacerlas. Con todo, el mayor problema se produce cuando la estupidez llega a las instituciones porque eso afecta a los derechos de las personas.
Me niego a pensar que tenemos lo que nos merecemos aunque a veces cuesta trabajo no caer en esa tentación. En los últimos días hemos tenido algunos ejemplos de esto, cada cual con su nivel de importancia, pero que no dejan de ser muestras del esperpento en que a veces se puede llegar a caer, incluso desde gente con poder real o aspirante a serlo.
Primera. La más grave, dado que contra todo criterio jurídico razonable tiene la consecuencias de privar a una persona de su libertad efectiva. Se trata del auto del juez Manuel Píñar en el que deniega la suspensión de la pena de prisión de Juana Rivas. Resulta evidente que tras el indulto parcial otorgado por el gobierno Juana Rivas cumple todos los requisitos del artículo 80 del Código Penal para que le sea suspendida la ejecución de la pena privativa de libertad.
Sin embargo este juez ha optado por resolver lo contrario, alegando que no cumple esos requisitos y sosteniéndolo sobre tres falsos argumentos: la supuesta falta de arrepentimiento de Juana, la reiteración de su conducta delictiva y el peligro que supone su encubrimiento de abusos sexuales a uno de sus hijos.
El magistrado Joaquím Bosch ha explicado de forma muy pedagógica y clara que un juez no puede dictar resoluciones en base a su propia ideología, ni a sus filias o fobias particulares. Sólo debe atenerse a los hechos y a la ley. Es pública y notoria la expresión de arrepentimiento de Juana Rivas, no hay ningún dato que muestre la reiteración de la comisión delictiva y tampoco de que ninguno de sus hijos sufriera algún tipo de agresión sexual mientras estaban bajo su custodia. Esto último es especialmente grave porque en un auto judicial se acusa a esta mujer de la comisión de un delito. Algo que a su vez constituye un delito. Así lo establece el artículo 205 del Código Penal, “es calumnia la imputación de un delito hecha con conocimiento de su falsedad o temerario desprecio hacia la verdad”.
Parece evidente que estamos ante un caso palmario de machismo institucional. Y también ante la sospecha de un intento de enmendar la plana al gobierno, de hacer política desde un juzgado, en este caso a costa de la libertad de una mujer.
Segunda. La inmensa mayoría de medios de comunicación del país se han hecho eco de la cruzada emprendida por un grupo de personas que veían en el alumbrado navideño una apología del satanismo y pedían su retirada inmediata, profiriendo enormes críticas no solo contra el alcalde sino también contra el conservador arzobispo de Granada por su silencio.
Ciertamente cuesta trabajo entender que a estas alturas de siglo pueda haber gente que aún mantiene mentalidades propias de lo más oscuro de la Edad Media. Pero allá cada cual. Como ha escrito un amigo “a veces vemos aquello que está dentro de nosotros”. Pareciera que el pecado está más en los ojos de quien mira que en la realidad.
Me ha gustado especialmente un comentario de Mario Picazo, el párroco de La Paz, que de forma sencilla explica lo evidente, “una cruz es una cruz del lado y del revés”. Pero que va más allá para apuntar a los problemas reales de la ciudad y sus gentes, mientras algunos discuten sobre luces de fiesta en el Distrito Norte hay convecinos que “están sin luz y sin embargo nadie se siente ofendido por ello”, “en el distrito norte se conculcan los derechos humanos”.
Con todo la peor locura no es la de esta gente, que está en su derecho a pensar y ver lo que le plazca. Siempre, por supuesto, que esas visiones no les lleven a querer quemar en la hoguera al resto de los mortales que sólo vemos luces de navidad.
Lo lamentable no es que existan iluminados sino que desde importantes cargos públicos se les dé pábulo. Hemos visto a Macarena Olona, la alicantina diputada cunero-paracaidista de VOX por Granada, dando credibilidad a las críticas de estos visionarios. Igual que al concejal de VOX, Onofre Miralles, pidiendo explicaciones al alcalde y a la empresa instaladora del alumbrado, afirmando por escrito que las luces “insinúan cruces invertidas y siluetas que zigzaguean entorno a las mismas en una invitación al satanismo”. ¡Toma ya!.
También desde el PP local, su concejala Eva Martín, se mete en este charco dando altavoz a tan absurda polémica.
Me cuesta trabajo pensar que personas con carreras universitarias y puestos de representación tan relevantes puedan creerse sus propias palabras. Más aún cuando se trata de personas que aspiran a ser presidenta o vicepresidenta de la Junta de Andalucía o alcalde o vicealcalde de Granada. Porque además de ver más allá de la realidad parecen desconocer que la cruz invertida es un símbolo cristiano, Cruz Petrina, que representa a San Pedro, crucificado a petición propia en una cruz invertida porque no se consideraba digno de morir como Jesucristo. Existen numerosas fotos del Papa Juan Pablo II mostrando esa cruz.
Mala leche e ignorancia a partes iguales. La combinación de dos elementos peligrosos. Pero eso es lo que hay.
Por cierto, resulta que en Zaragoza también se ha instalado el mismo tipo de luces. Pero allí gobiernan PP y Ciudadanos, con el apoyo de Vox. Ninguno ha dicho ni pio. Curiosas contradicciones.
Felices fiestas.