El valor de una campaña
A veces escuchamos que “las campañas electorales no sirven para nada” y que “son puro postureo de unas y de otros”. Hoy quiero poner en valor todo lo contrario y reconocerlas como un momento necesario e imprescindible. En tiempos de campaña se habla de los problemas de la ciudadanía, algunos haciendo autocrítica y analizando posibles mejoras de la macro y de la micropolítica, en cualquier rincón y con mucho descaro, aunque en realidad lo que se deja entrever son nuestros valores. Son “conversaciones emocionales” con rango de norma universal, que evidencian los aciertos de unos y los errores de otros; donde un amable diálogo cuya finalidad es llegar a un punto de encuentro, a veces, se convierte en interminables enfrentamientos con posturas cada vez más polarizadas, donde alguien quiere ganar a costa de que el otro pierda.
Hay quien dice que la realidad no existe y sí la interpretación individual de lo percibido, tamizado por los valores, las creencias y las experiencias previas de quien la interpreta. Esto significa que en una conversación de seis, hay seis interpretaciones distintas de un mismo hecho observado, con ligeras coincidencias de acuerdo a si se comparten las “gafas” que se interponen entre nosotros y esa realidad.
Esto es lo que pasa cada día pero, en especial, en estas circunstancias, cuando la política es el tema de conversación. En las mías, ejercitando la empatía y siempre con visión autocrítica, tocamos todos los palos, intentando aportar datos. Hablar de igualdad me hace sentir cómodo porque leyes socialistas como la de la violencia de género o la de dependencia me permiten abordar debates intensos y profundos como los de la violencia visible, la invisible o los techos de cristal. Disfruto cuando se habla de sanidad pública universal y de prestigio, y no puedo negar que siento orgullo cuando sale a relucir el Campus de la Salud. Me gusta hablar de modelos de ciudad, de movilidad, accesibilidad y sostenibilidad, apoyándome en el Metropolitano como ejemplo de hacia dónde ir. Conversar sobre la Alhambra para desmontar mitos y leyendas urbanas, y reconocer su impacto en Granada. Charlar sobre el AVE y comprender que no es solo turismo y sí crecimiento estructural de la ciudad; o sobre empleo e innovación y poner en valor el PTS como ejemplo de progreso.
Esto pasa en Granada y también en Andalucía. Y es así porque existe un modelo de comunidad autónoma y un modelo de ciudad de presente y con visión de futuro. Porque detrás de estos modelos hay personas que coinciden en ver y compartir una realidad en la que la igualdad, la educación, el empleo, la innovación, la sanidad y el medio ambiente son prioridad de cara a una transformación real de Andalucía y de Granada. Susana Díaz y Paco Cuenca lo tienen claro. En esa línea se mueven Gloria en el distrito de la Chana; Dani, en Beiro; Ana, en Albaicín; Raquel, en Ronda; Rafael, en Zaidín; Conchi, en Genil; José Manuel, en Norte y Gustavo, en Centro, mirando a los ojos de la ciudadanía y dando la cara por ellas y por ellos. Personifican el socialismo afectivo y efectivo que día a día transforma nuestros barrios, nuestra ciudad y nuestra Andalucía, representando a cientos de militantes socialistas de la capital y miles en Andalucía, actuando frente a la desafección en la política y respondiendo con un compromiso auténtico.
En la manifestación del 25 de noviembre contra la violencia de género me decía Juan, un vecino que, cuando duda de la honestidad de este o aquel partido, mira a los ojos de quien reparte y buzonea o de quien baja a la arena y afronta el conflicto. En ese intercambio de miradas -añadía Juan- es como llegó a percibir lo que realmente siente y piensa.
Cuando hablamos de emociones, afectos, ideales y valores, no hay postureo que engañe. Miremos a los ojos de las personas, detectemos su honestidad y su compromiso auténtico y, si muestran una mirada clara que permite que nos veamos reflejado en ellas y en ellos, démosle nuestra confianza y nuestro voto para que trabajen por nosotros. Yo lo tengo claro.
