jueves 28 marzo
Opinión  |   |

Ganarse el pan

El CIS pregunta todos los meses a los españoles cuáles son los temas que más les preocupan. Y, cada mes, desde los años ochenta, le recordamos al CIS que nos preocupa el paro. Que seguimos teniendo hijos, hermanas y amigos que no consiguen organizar su vida. Que están estupendamente preparados, pero no encuentran trabajo. O que solo han podido trabajar en Irlanda y en Australia, pero que nuestro país no ha sabido darles una oportunidad.

El barómetro del CIS en febrero situaba el paro como el segundo mayor problema en España, solo por detrás de la crisis económica y por delante de cuestiones como el sistema político, la sanidad o el cambio climático. En realidad, tenemos las cifras de paro más bajas desde 2008, pero nos preocupa porque sigue habiendo 2.911.015 personas inscritas en el SEPE esperando una llamada. La reforma laboral ha dado la razón al Gobierno y ha disparado los contratos indefinidos, pero seguimos teniendo retos difíciles de abordar, como el desempleo de los menores de 25 años que sigue rondando el 30%.

Mientras que la actual tasa de paro en España se sitúa en torno al 13%, en Granada capital hace tiempo que ronda el 21%, algo que debería preocupar a la Junta de Andalucía como administración competente en materia de empleo. Vivimos en una degradación constante de todos los servicios públicos que dependen de la Junta; la sanidad, la educación y el empleo nunca estuvieron en peores manos. Están tan ocupados privatizando la sanidad que no tienen tiempo de ejecutar los fondos para empleo que les llegan de Europa.

La recién estrenada Ley de Empleo atribuye a los ayuntamientos la función de colaborar con la administración responsable, pero sin competencias reales ni presupuesto. Por eso, mientras Moreno Bonilla mantiene a más de 21.000 granadinos y granadinas en el paro sin saber qué hacer con sus competencias legales y su ingente presupuesto, al Ayuntamiento de Paco Cuenca no le queda más remedio que ir tapando los agujeros que deja la Junta.

Cuenca se empeñó hace años en poner al mundo mirando a Granada y todavía sigue en ello, haciendo realidad su discurso sobre el valor de la ciencia como eje transformador de nuestro modelo productivo y generador de empleo. Consiguió convencernos de que Granada podía ser una ciudad de la ciencia, que podía construir un futuro basado en empresas punteras y en el talento de su universidad, y luchó por acoger uno de los proyectos científicos más estimulantes de la actualidad como es el acelerador de partículas IFMIF-DONES. Algo habrá hecho bien para llamar la atención de las casi mil empresas tecnológicas que están creando empleo en la ciudad -como Unit4, Alight, INDRA, Google y T-Systems- y que ya aportan un 4’8% al PIB provincial.

Nada de esto es casual, se trata de un éxito premeditado y medido, fruto de esa cultura del acuerdo que últimamente reina en la ciudad y que ha sentado a la mesa del “Pacto por Granada” a Ayuntamiento, Diputación, Junta, Universidad, sindicatos y empresarios. Una muestra de firmeza y unidad que está permitiendo a Granada alzar una sola voz en los temas claves de futuro como la AESIA o las infraestructuras. Quedan lejos aquellos días en que el PP convirtió a Granada en motivo de escarnio nacional.

En los próximos meses nos tocará elegir entre seguir construyendo una ciudad que ahora funciona o volver a la incompetencia de quienes abandonaron el gobierno en medio del escándalo. Granada necesita seguir creando condiciones que faciliten el empleo, que permitan que las empresas prosperen y que los trabajadores y trabajadoras se ganen el pan. Si no lo hace la Junta, tendrá que hacerlo el Ayuntamiento. Con las cosas de comer no se juega.

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Columnista
Pablo Hervás

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