jueves 22 mayo
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Gasto militar: contradicciones, demagogia y eufemismos

El apagón sufrido en España ha sido sorprendente para la inmensa mayoría. Nadie sospechaba que algo así podría suceder. Bueno, nadie no, fueron varios los expertos que habían explicitado que algo así podría pasar, aunque nadie los tomó en serio.

Aún no se han hecho públicas las causas del apagón ni valorado las repercusiones y daños provocados a personas y empresas. En modo irónico pienso en porqué habríamos de temer ataques cibernéticos o sabotajes externos si para generar el caos nos bastamos y sobramos.

Ya más en serio, siguiendo las noticias me asaltan varias consideraciones. Primera, el enorme civismo de la población española. Ninguna noticia significativa de robos o violencia y mucho menos pillajes, algo tan habitual en otros lares en circunstancias caóticas. Segunda, que el presidente del gobierno haya señalado de forma tan sibilina a los operadores privados. ¿Sabe algo que no dice? ¿Será capaz, en su caso, de llegar hasta el fondo? Tercera, la inconsistencia y contradicción de la presidenta de Red Eléctrica, la exministra Beatriz Corredor, que afirma desconocer las causas del apagón y al tiempo asegura que no volverá a suceder o que no se plantee su dimisión, bien por la responsabilidad directa de la corporación que preside, bien por su incapacidad para prevenir que otros pudieran provocar tal catástrofe.

Cuarta, las osadas intervenciones de los “todólogos” y presuntos expertos aventurando hipótesis y sobre todo arrimando el ascua a la sardina de intereses económicos muy concretos, como la defensa de la ampliación de uso de las más que amortizadas centrales nucleares, aunque no haya dato alguno que haga pensar que esa sea la solución futura. Alguno se atreve cínicamente a defender la bondad y seguridad de la energía nuclear pero asegurando que él nunca la instalaría en su casa. Resulta que el cementerio de residuos nucleares lo tenemos en Andalucía. Algunos directamente responsabilizan a las renovables pero, como tras ellas hay tantos y tan poderosos intereses económicos, obvian señalar que en todo caso el problema sería su crecimiento descontrolado y especulativo, que tantos destrozos está causando en los territorios, y no su existencia. Quinta, la necesidad de reflexionar sobre lo apropiado o no del control privado sobre servicios públicos esenciales, los oligopolios o las puertas giratorias que llevan a políticos sin conocimientos en la materia a colocarse en puestos muy bien remunerados en empresas privadas que controlan aquellos servicios públicos. Sexta, Red Eléctrica no es una empresa pública, el Estado solo tiene el 20% del capital, el resto es privado y entre sus accionistas figuran Amancio Ortega (5%) o el fondo norteamericano BlackRock (4,64%)... Por último, atención a que de nuevo, aprovechando una catástrofe que ellos han ocasionado, pretendan colarnos nuevos privilegios para sí mismos. Pero, como señalo en el título, yo quería hablar del incremento de gasto militar, algo tan importante que está siendo eclipsado por el apagón.

Resulta curioso el ardor guerrero que les ha entrado a los dirigentes europeos y españoles. Tantos años intentando disimular parte del gasto militar en partidas presupuestarias aparentemente civiles y, de pronto, todo lo contrario.

En 2006 (Cumbre de Riga) los Ministros de Defensa de la OTAN acordaron destinar un mínimo del 2% del PIB al gasto militar. Siendo Zapatero Presidente del Gobierno y Bono ministro de Defensa. Entonces Rusia no era ningún enemigo, al contrario. El problema central era la guerra de Afganistán. En 2014 (Cumbre de Newport, Gales-RU), con Rajoy en el Gobierno, los Jefes de Estado y de Gobierno de la OTAN se comprometieron a cumplir esa directriz para 2024. En ese momento el problema principal era Irak, con la ofensiva del Estado Islámico, y también el conflicto interno ucraniano y la intervención rusa.

Los presidentes norteamericanos Obama y Biden reclamaron a sus socios el cumplimiento de este compromiso. Trump en 2018 exigió subir al 4%, ahora reclama el 5% al tiempo que se distancia de la propia OTAN y afirma intervendrá sólo donde haya intereses norteamericanos, principio que ya está aplicando en Ucrania donde actúa en solitario y reclamando ventajas exclusivas, como la explotación de las tierras raras.

En febrero (París), el presidente Sánchez explicó ante la UE y la OTAN su plan de rearme para pasar de 21.198 millones (1,32% PIB) en 2025 hasta los 36.560 millones (2%) en 2029. Sin embargo, sorpresivamente, el 22 de abril anunció que cumpliría ya en 2025, gastando este año 10.411 millones extras, aunque asegurando que sin reducir el gasto social. Para ello usaría tres fuentes: una reorientación de los Fondos Next Generation (NG), los ahorros disponibles por “la buena gestión económica del gobierno” y remanentes de partidas presupuestarias no gastadas.

Junto a la demagogia, los eufemismos. Si se cambia el fin de los NG significa que se derivará en gasto militar lo que se iba a destinar a otros fines. Si se destinan a gasto militar los nuevos ingresos producto del crecimiento económico implica que no se gasta en mejorar la calidad de vida de la gente. Igual sucede con partidas previstas que no se hayan gastado. Porque es evidente que lo que se gasta en cañones no se gasta en mantequilla.

Se afirma que este incremento de gasto militar mejorará la capacidad tecnológica de las empresas de armamento españolas, incluso se le denomina de doble uso, pero mejor podría dirigirse, por ejemplo, a favorecer la investigación y la tecnología sanitaria que tiene incidencia directa sobre nuestras vidas. Algo que comprobamos trágicamente con la pandemia, en la que faltaban desde mascarillas a respiradores y tuvimos que esperar a que otros hicieran las vacunas y pagarlas a precio de oro.

Para hacer más asumible por la población esta política lo primero que se hace es infundir miedo, con posibles ataques rusos, incluso de Marruecos, o con el ridículo kit de supervivencia. Todo poco creíble.

Antes de apuntarse a cualquier política guerrera conviene “seguir el rastro del dinero”, ¿quién gana?. Se puede denominar inversión en seguridad en vez de gasto militar pero éste siempre genera enormes beneficios para el complejo militar-industrial, especialmente el norteamericano. Los arsenales gastados en la guerra deben ser repuestos pero incluso si no se gastan hay que sustituirlos rápidamente porque se quedan obsoletos. Negocio seguro.

No se debe empezar la casa por el tejado. Antes de incrementar ningún gasto militar habría que definir cuáles son nuestras amenazas reales y cómo sería el mejor modo de hacerles frente. Hay caminos alternativos a la guerra, empezando por la diplomacia o las relaciones comerciales y de cooperación.

Preguntarse si tiene sentido tener 27 ejércitos con duplicidad de recursos o apostar por un ejército disuasorio común para una Europa integrada, sin duda mucho más barato y eficaz. Europa tiene un PIB infinitamente superior a Rusia, mayor población y el gasto militar conjunto es también mucho mayor. ¿Para qué entonces entrar en una carrera armamentística?. ¿Se va a competir en capacidad nuclear?. ¿Tiene sentido hacer caso a EEUU cuando quiere ir por su cuenta?. Si EEUU no es un socio fiable, ¿se le van a seguir comprando armas?

Y por último, las contradicciones. ¿Se puede decidir un incremento de gasto militar tan enorme sin debatirlo y aprobarlo en el Parlamento?. ¿Puede unilateralmente Sánchez decidir y anunciar este incremento con la posición en contra de parte de su Consejo de Ministros y sus socios parlamentarios?. ¿Puede del mismo modo cambiar la política exterior sobre el Sáhara, saltándose las resoluciones de la ONU?. ¿Cómo es posible que el PP haga oposición con una decisión que comparte?.

 

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Columnista
Miguel Martín Velázquez

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