domingo 22 junio
Opinión  |   |

Granada, el motor que debe equilibrar Andalucía

Andalucía, tierra de contrastes y riqueza cultural, se enfrenta a un desafío interno que socava su potencial y contradice sus principios de solidaridad: la persistencia de desequilibrios territoriales agravados por una estructura de poder excesivamente centralizada en Sevilla. Esta centralización no es solo geográfica; es política, administrativa y económica. Y sus consecuencias son palpables: desigualdad en el desarrollo, en la inversión, en el acceso a servicios clave y, en última instancia, en las oportunidades que tienen los andaluces dependiendo de dónde nazcan o residan. Andalucía no puede permitirse, ni ética ni estratégicamente, perpetuar un modelo que genera ciudadanos y ciudadanas de primera y de segunda dentro de su propia comunidad.

La capitalidad en Sevilla, como hecho administrativo, tiene una larga historia. El problema surge cuando esta sede se convierte en el epicentro casi exclusivo de la toma de decisiones estratégicas, de la concentración de recursos administrativos y de la canalización prioritaria de la inversión pública y privada. El resultado es un efecto de imán que atrae talento, empresas, proyectos emblemáticos, decisiones sobre infraestructuras críticas, ubicación de organismos públicos o incentivos económicos suelen nacer y desarrollarse con una perspectiva que, consciente o inconscientemente, prioriza la órbita sevillana o satisface necesidades percibidas desde esa centralidad, ignorando las realidades y potencialidades específicas de otras provincias que no reciben la atención necesaria y los recursos proporcionales que requieren. La desigualdad territorial se traduce directamente en desigualdad social: menos oportunidades laborales, menor calidad en servicios públicos, éxodo juvenil y, finalmente, un territorio fracturad.

Aquí es donde Granada emerge como la candidata idónea para ejercer de contrapeso esencial, de garante activo del equilibrio andaluz. Su posición no es caprichosa, sino que se asienta en argumentos geográficos, históricos y estratégicos irrefutables, así como, una centralidad geográfica relativa. Esto la convierte en un nodo logístico y de conexión natural potencial, clave para una verdadera vertebración interna, sin olvidar que es donde reside la capitalidad de la Justicia andaluza y alberga una de las universidades más grandes y prestigiosas de España, generadora de conocimiento y talento. Este capital humano es vital para cualquier desarrollo equilibrado basado en la innovación y, es espejo de Al-Andalus y cuna de una identidad andaluza profunda. Esta carga simbólica refuerza su legitimidad para representar una visión de Andalucía más plural.

Granada juega un papel catalizador de un nuevo modelo de gobernanza multimodal. Esto implica, una descentralización real del poder político, transferir competencias sustantivas y capacidad real de decisión a niveles provinciales y comarcales. Las diputaciones deben reconfigurarse como entidades supramunicipales con recursos y autonomía para gestionar políticas clave en su territorio, reubicando organismos públicos, sedes de empresas públicas andaluzas, centros de toma de decisiones técnicas y servicios administrativos de alto nivel en otras provincias, donde Sevilla no sea el único lugar donde se gestione Andalucía, diseñando estrategias de inversión, incentivos y desarrollo económico con criterios explícitos de corrección de desequilibrios. Priorizar proyectos que vertebren y que aprovechen las fortalezas específicas de cada zona y no solo en las de las capitales andaluzas. Que Granada sea un hub administrativo, sanitario (con el complejo hospitalario ya existente), universitario y tecnológico, la convierte en una referencia para el oriente andaluz, descongestionando Sevilla y dando servicios de proximidad y calidad a millones de andaluces y andaluzas.

Sevilla es la capital andaluza, pero no puede ser el ombligo único. Andalucía es demasiado vasta, diversa y rica para ser gobernada con un solo punto de vista. La fortaleza de Andalucía reside precisamente en su pluralidad interna. Ignorarla, o peor, ahondar sus diferencias mediante un poder concentrado, es un error histórico y un lastre para su futuro desarrollo.

Granada, por su historia, su potencial y su posición, está llamada a ser el motor que debe equilibrar Andalucía y debe mirarse para recordar que su grandeza nace de la suma de sus partes. Es el contrapeso necesario, la voz del oriente, la garantía de que las decisiones se toman pensando en toda la comunidad. Todo esto no es un capricho localista; es una condición sine qua non para lograr una Andalucía más justa, cohesionada y próspera para todos sus habitantes. El equilibrio territorial no es un lujo; es la base de la igualdad real y el futuro sostenible de nuestra tierra.

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Columnista
Salvador Soler

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