jueves 25 abril
Opinión  |   |

Granada es Andalucía

Siempre me he sentido andaluz, no sólo geográficamente, por haber nacido y residir aquí, sino también emocionalmente. Es seguro que ese sentimiento natural y humano se cargó de valor político por el hecho de haber vivido, siendo muy joven, los acontecimientos históricos sucedidos entre 1977 y 1980, que tan importantes fueron para nuestra tierra y para el conjunto de España.

Se cumple el cuarenta aniversario del referéndum del 28F. Una cifra redonda que puede utilizarse como mera conmemoración institucional o como un simple hito histórico. Pero también puede servir para reflexionar sobre la transcendencia política de lo sucedido entonces y para plantearnos qué proyecto de futuro deseamos para Andalucía.

La intensidad de los debates políticos en general, y más aún los propios de la refriega partidista, impiden a veces mantener el necesario distanciamiento sobre los acontecimientos que nos facilite entender con mayor claridad los procesos históricos y poder plantearnos como intervenir en ellos de forma constructiva.

Vivimos una época vertiginosa. Todo cambia muy rápido. En pocos años muchísimas cosas que parecían inamovibles se han derrumbado o se han transformado radicalmente. Nos abruma la incertidumbre sobre el futuro. Hay que tener cuidado con el barullo porque en él casi siempre hay intereses bastardos que intentan aprovecharse para su propio interés. Entiendo que estamos en un tiempo necesitado de serenidad e inteligencia.

Pienso que la autonomía le ha sentado bien a Andalucía. No es difícil imaginar que estaríamos peor sin ella. Lo cual no quiere decir que, con la perspectiva de estas últimas décadas, debamos dar por bueno todo lo acontecido o no debamos también ser críticos. Pero sería un error enorme que nos planteáramos la posibilidad de una vuelta atrás. Tampoco cabe afrontar el futuro de nuestra tierra con la melancolía de los deseos que pudieron ser pero no fueron. De los momentos en que sentíamos la bandera blanca y verde como símbolo inmaculado de cambio y esperanza. Las generaciones que no vivieron los hitos del 4D y 28F perciben y sienten la bandera y a Andalucía de otra forma. Como es natural. Nuestras instituciones han sido manchadas por muchos casos de corrupción, despilfarro y usos clientelares. Y eso ha hecho mucho daño e influido en la percepción de la realidad por parte de los más jóvenes.

La Andalucía actual es muy diferente a la de los años 70 y primeros 80. Es evidente el exponencial cambio tecnológico. Los cambios en sanidad o educación. Entonces la tasa de analfabetismo era muy alta. En muchísimos pueblos de Andalucía ni siquiera tenían agua potable en las casas, ni urbanizadas sus calles. El desgarro de la emigración ha vuelto, pero la gente joven que emigra ahora lo hace con carreras universitarias y una enorme formación mientras que entonces lo hacían gentes del campo y sin estudios. Es cierto que bajo nuevas formas la precariedad y la desigualdad se extienden de nuevo, abarcando ahora no sólo a trabajadores sino también a autónomos, pequeños empresarios o agricultores.

Construir hoy la Andalucía del futuro reclama pensar sobre los nuevos retos que se nos plantean, que son locales pero también universales. La desigualdad que conforma sociedades duales, la crisis ecológica y la emergencia climática, la necesidad de la economía de los cuidados, la crisis de las instituciones democráticas, la concentración de las poblaciones en grandes urbes metropolitanas y el vaciamiento de amplias zonas rurales…

En España se está produciendo ya un intenso debate sobre su propia estructura territorial. No solo hay tensiones con y en Cataluña, que deberán resolverse con algo más que gritos, sino también propuestas recentralizadoras. Pero hay también otros problemas territoriales que desgraciadamente son menos noticia. Tenemos el problema esencial de la denominada España vaciada. Respecto de los municipios está por afrontar y resolver el modelo de descentralización/distribución de competencias y de financiación. O el de los mecanismos de agrupamiento y cooperación intermunicipal, incluido el problema de la gestión de las Áreas Metropolitanas. Hoy más que nunca se hace necesario actuar localmente pero pensando de forma global. Y en todo ello Andalucía tendrá que participar como sociedad.

Granada es parte esencial de Andalucía. Sin Granada no existe Andalucía. Y en esa clave deberíamos plantearnos el futuro. No se construye Andalucía si parte de ella no se siente cuidada, integrada. No es un problema exclusivamente granadino, por eso la cuestión es aún más grave. Andalucía solo se construye desde el equilibrio entre la enorme diversidad de su territorio y de sus gentes. Entre capitales, entre provincias y dentro de cada provincia. Así lo mandata nuestro Estatuto de Autonomía. Y así lo dicta el sentido común y la justicia. No existe comunidad sin igualdad.

La bandera de Andalucía debe seguir siendo símbolo de paz y esperanza. De solidaridad y justicia.

Movamos Granada… Para mover Andalucía.

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Columnista
Miguel Martín Velázquez

Portavoz de Podemos Granada

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