jueves 27 marzo
Opinión  |   |

Hemorragia interna

No recuerdo la última vez que una victoria del Granada CF me dejó una sensación tan agridulce. La certeza de que, aunque se consiguiera el triunfo, ya hemos perdido algo. No sé si de forma irreparable. Es como una hemorragia interna. Al principio, puede ser asintomática, apenas manifestarse como un dolor pasajero o confundirse con otra cosa. El problema llega cuando, con el tiempo, esa hemorragia que no se detectó a tiempo acaba resultando fatal. Algo parecido nos está ocurriendo.

Quizás los primeros síntomas aparecieron cuando aún no sentíamos dolor. Fue hace algo más de cuatro años. En aquel entonces, no había motivos para preocuparse. Al contrario, el club rebosaba vida. El impacto de lo conseguido en la última década era tan grande que poco más importaba. Muchos granadinistas se nos marcharon soñando con un regreso a la élite que, por desgracia, no pudieron vivir. Otros tantos, con la esperanza de emular lo que solo los más veteranos recordaban. Todo aquello lo vivimos en los últimos años. Y todos, sin excepción, lloramos de felicidad al ver cómo nuestro equipo se paseaba por Europa, algo inédito en nuestros 90 años de historia. ¿Quién iba a pensar en el dolor? Si alguna herida interna se abría, apenas se le daba importancia. Al fin y al cabo, si no se manifestaba en la superficie, ¿para qué preocuparse?

Pocos años después, muchos observan incrédulos preguntándose cómo hemos llegado a esta situación. Dentro pareció olvidársele ese lema que aparece cuando los jugadores desfilen al llegar al Estadio: “La gloria es efímera, la lucha eterna”. Algunos pensaban que aquellos días de gloria durarían para siempre, pero el éxito nunca es eterno. Y mucho menos cuando, mientras disfrutábamos de aquellos logros, el club se desangraba poco a poco. Porque mientras todo aquello sucedía, se tomaban decisiones que comprometían el futuro del Granada CF. En plena cúspide de su historia, el club fue intervenido y comenzó una serie de maniobras cuestionables que no han hecho más que apagar cualquier atisbo de crecimiento tras esas noches inolvidables.

Ahora sufrimos las consecuencias: una propiedad más ausente que otra cosa y una directiva sin rumbo cuyo único objetivo parece ser deshacerse de este club para pagar deudas contraídas en otros frentes. A todo ello se le suma un juicio pendiente con Hacienda heredado de la etapa de Gino Pozzo en la propiedad. Y nos equivocamos si creemos que mirar hacia otro lado y repetirnos que todo está bien ayuda en algo. No ayuda ni al club ni a nosotros mismos. Porque, por mucho que queramos negarlo, si alguien está enfermo, necesita tratamiento. De lo contrario, el colapso es inevitable. Debemos ser conscientes de la realidad y actuar en consecuencia. Más aún, debemos preguntarnos cómo hemos permitido que este club descuide a los suyos. Porque eso lo hemos tolerado entre todos, justificando decisiones erráticas y mirando para otro lado. Quizás pensábamos que si pateábamos el balón con fuerza hacia adelante, los problemas desaparecerían por sí solos.

Lo ocurrido en Córdoba hace poco más de una semana es solo la confirmación de lo que lleva meses gestándose, y no solo dentro del terreno de juego. El Granada CF es ahora un equipo sin alma, porque se la han arrebatado. De hecho, han apartado a casi todos aquellos que alguna vez hicieron soñar a la afición, a los que llevan el sentimiento granadinista en la sangre, aunque no hayan nacido aquí. Un tesoro de valor incalculable que han tirado al mar sin que sepamos muy bien por qué.

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Columnista
José David Collina

Abonado del Granada CF y creador de contenido en Puerta Nueve

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