La nueva normalidad
Pacheta se convierte en el séptimo entrenador del Granada CF en menos de tres años. Una cifra demoledora, que no podría aguantar ningún test de fiabilidad en cuanto a proyecto deportivo de futuro se refiere. Sobra decir que el burgalés es un buen técnico. Carismático, con mucha capacidad para enganchar a la gente. Su trayectoria y sus éxitos como entrenador le avalan. Leía una interesante reflexión en redes sociales. Si le dejan trabajar, es una gran incorporación. Si no, corre el riesgo de pasar a ser otro nombre más de la lista de defenestrados de estas últimas tres temporadas. Una lista que ya es demasiado larga.
Desde la llegada de Alfredo García Amado a la dirección general, el Granada CF ha visto desfilar tres modelos de dirección deportiva –en la forma de director deportivo al uso o en esta especie de cónclave formado entre ojeadores y Consejo de Administración que hay ahora- que de momento no han aportado en absoluto solidez al club. Mientras tanto, todos los activos con proyección de futuro se marchan, sin que parezca haberse logrado una estabilidad económica que permita trabajar con holgura, a juzgar por los datos proporcionados por LaLiga sobre el límite salarial o las propias cuentas de resultados del club.
Fue con su llegada a la dirección general cuando Javier Aranguren emergió como una figura de peso en las decisiones del Consejo de Administración del Granada CF, aunque bien conocida era su presencia en el club tras su regreso junto a Sophia Yang en 2020. Por el camino, un sinfín de eufemismos y promesas incumplidas nos han llevado a la situación actual: un equipo completamente desmantelado y carente de liderazgo. Jugadores, entrenadores y personal que van y vienen, con estancias breves y sin dejar huella en la ciudad. Se prometió crear una estructura de scouting bajo la tutela del 'arquitecto' Tognozzi, pero lo único que se hizo fue desmantelar la dirección deportiva para diluir la toma de decisiones en una red de ojeadores e informes que dependen directamente del Consejo. Ese mismo Consejo que ha sido incapaz durante años de trazar un proyecto sólido para este club.
Lejos de avanzar, parece que estamos en una constante regresión. Sin identidad ni futuro. Abocados a otro fracaso deportivo y con una afición desprovista de ilusión. Ahora, en otra maniobra de distracción habitual, se procede al cese de Fran Escribá, completamente superado por las circunstancias y condenado por sus decisiones y su falta de acierto en la rueda de prensa posterior al partido contra el Eibar. Resulta curioso que, en una situación más complicada y con mayor margen de maniobra, se decidiera mantener al técnico valenciano cuando era evidente que se necesitaba un cambio. ¿Qué diferencia hay entre entonces y ahora?
La respuesta es sencilla. El pasado lunes, la afición se giró hacia el palco. Señaló y personificó en Sophia Yang, Javier Aranguren y Alfredo García Amado el fracaso de este equipo completamente perdido sobre el campo. Y eso, como sabemos, no se perdona aquí. Se necesitaba un último escudo, una última maniobra de escapismo para salvar la temporada a duras penas. El Consejo de Administración del Granada CF es como ese mal estudiante que apenas sobrevive, suspendiendo a veces y aprobando por los pelos otras. Incluso, de vez en cuando, si la suerte acompaña, obtiene alguna buena nota. El problema surge cuando se eleva el nivel y la exigencia. Ahí es cuando se ven las costuras de un modelo deportivo que no tiene cimientos sólidos.
Y en medio de todo este embrollo, de esta sucesión de hechos incontestables que demuestran que no hay proyecto deportivo ni garantias de futuro, se instaura una nueva normalidad. La nueva normalidad en la que ningún responsable del club responde a preguntas de los periodistas tras fulminar a su director deportivo justo al acabar el mercado de invierno. Esa nueva normalidad que permite que este jueves se repita esa misma situación con Alfredo García Amado tras presentar su séptimo entrenador en menos de tres años. ¿Cómo hemos dado por buena esta nueva normalidad, que no es normal en absoluto?
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