La vivienda como problema
“Qué pasa, qué pasa. Que no tenemos casa”. Este grito, que bien podría ser el de una manifestación cualquiera de las que recientemente se pueden ver en ciudades de nuestro alrededor, era el lema de las concentraciones que los jóvenes de hace 20 años protagonizaban en nuestro país. Hoy, parece que no hemos aprendido mucho, el problema sigue ahí, no sé si con peor diagnóstico que entonces, pero con una realidad muy diferente que dibuja un presente poco halagüeño para quienes hoy ven que forman parte de la generación que más tarde se emancipa en la historia de nuestro país y que, en el contexto europeo, representa a la que más problemas tiene para acceder al mercado de la vivienda.
Leyendo y escuchando a los expertos del asunto parece que una de las bases de este problema descansa en una triste realidad muy propia de nuestro país, donde la vivienda, lejos de ser un derecho, se convirtió en un elemento especulativo que propició importantes pelotazos que aplastaron las necesidades de acceder a la vivienda de muchas gente bajo el peso ingente de los ceros y la riqueza rápida y fácil. Y lejos de aprender de nuestros errores, parece que nos encaminamos como las ratas tras el flautista, a repetir un modelo que resultó devastador para nuestra economía no hace muchos años. Aunque ahora tendríamos que añadir un nuevo elemento en esta macabra ecuación: la vivienda de tipo turístico. Granada, a pesar de lo que diga su alcaldesa, tiene un problema importante con ese tipo de vivienda en barrios como Albaicín y Realejo donde la ciudadanía ha tenido que agruparse a través de plataformas que intenten poner freno a las consecuencias que tiene para un barrio la proliferación de este tipo de alojamientos.
A las administraciones públicas les ha faltado capacidad para anticiparse a esta problemática y ahora toca reaccionar atajando vías d agua que requieren soluciones estructurales mientras que apagan los fuegos coyunturales. Y aquí, como en todos, y a pesar de lo que nos pretendan meter en la cabeza, la ideología pesa y mucho. ¿Cómo pretende enfrentarse a esta situación una administración conservadora? Dejando todo en manos del mercado, es decir, de la especulación, es decir, del capital. Solo hay que mirar con detenimiento lo que hace Moreno Bonilla (y su émula, Carazo) en Andalucía (y Granada): recuperar el ladrillazo para llenar todo de pisos sin afrontar otras soluciones que permitiría dotar las ciudades de nueva vida. En Granada, Carazo y CIA lo llaman como idea fuerza y abrillantada por el neón del marketing voraz “la ciudad de los 250.000 habitantes”. Ese lema solo busca despistarnos sobre una realidad que pasa por invadir aun más la Vega para llenarla de pisos en lugar de hacer algo mucho más práctico y necesario como es apostar por la rehabilitación de vivienda en los barrios que poco a poco van siendo paso de la gentrificación. No se trata de que seamos más, sino de que estemos bien y, lo más importante, que los precios de la vivienda, bien en régimen de alquiler, bien en régimen de propiedad, tengan unos precios adecuados. Y eso solo se consigue con una intervención real del mercado y con un establecimiento de tope de precios que impidan la especulación. Esto último es lo que intentó el Gobierno de España no hace mucho contando con la furibunda reacción del PP en aquellos lugares en los que gobierna.
Es verdad que durante todos estos años de democracia se ha perdido un tiempo precioso en dotar al Estado de un parque público de vivienda que, a día de hoy, es difícil de construir, mucho más en ciudades como Granada en donde el suelo es tan escaso debido a todos los excesos cometidos en el pasado. Pero la respuesta debe producirse y nunca debe ser la de mirar para otro lado. Personalmente tengo mucha fe a la Ley de Vivienda que lleva parejo un crecimiento presupuestario que pasa de 470 a 3.500 millones, pero me preocupa mucho la aplicación que puede tener en Andalucía, territorio recordemos que tiene las competencias en este área. Solo un ejemplo: el bono de alquiler de vivienda joven puesto en marcha por el Gobierno central hace años ha sido un auténtico fracaso en Andalucía porque Moreno Bonilla estaba más preocupado por bajar los impuestos a los ricos que en dotar de políticas públicas de vivienda a las andaluzas y andaluces que, una vez más, se ven condenados víctimas de un gobierno incapaz de enfrentarse a los problemas reales de sus ciudadanos.