Los otros
En aquella película de Amenábar todos creían que los otros eran los intrusos. Lo mismo que le pasa a la alcaldesa con la contaminación del aire: la culpa la tienen los demás. Por eso, a partir del 1 de abril, empezará a poner multas, pero, no al coche que más contamine, sino al que venga de fuera. En aquella película se daban miedo unos a otros, pero ahora la única que da miedo es Carazo.
La ‘Zona de Bajas Emisiones’ (ZBE) es una medida de sentido común: si la primera fuente de contaminación en las ciudades es el coche, habrá que restringirlo. Lo que no parece tan razonable es que, en vez de ir quitando de la circulación los vehículos más contaminantes -sean de quien sean- solo prohibamos los que vienen de fuera de la ciudad. Es difícil ser más hipócrita. Las restricciones, solo para los que no tienen que votarme. La parte ancha del embudo para mí y la estrecha para los demás.
Pero no se trata de defendernos de los otros, sino de nosotros mismos. Los del área metropolitana somos nosotros: nuestros amigos que se fueron del barrio porque no podían pagar un piso aquí, los otros papás del cole y la enfermera que nos atiende en el centro de salud. Y sus coches contaminan igual que los nuestros. Por eso, el único camino es reducir coches y para eso necesitamos mejorar el transporte público. Para mejorar la calidad del aire necesitamos más metros, buses y vehículos eléctricos. Ese debería ser el debate.
Además, deberíamos aprovechar el cambio de vehículo para cambiar también la mentalidad. No solo cambiamos de coche, también queremos cambiar a otro tipo de ciudad que cuida del medio ambiente porque su cuerpo y su salud también están allí dentro, una más amable, más agradable para pasear, para comprar o para tomar un vino. Queremos una Granada que se parezca a esas ciudades que nos gustan cuando viajamos.
Por eso, el paso siguiente al coche eléctrico es la peatonalización, menos coches circulando por la calle. Peatonalizar es una forma de mejorar la ciudad, empezando por el barrio. No se trata de discutir continuamente sobre restringir en Gran Vía o en Recogidas, sino en buscar la forma de hacerlo en Joaquina Eguaras, en Emperador Carlos V o en la avenida de La Encina. No hace falta ser originales, ya está inventado: la avenida queda para el transporte público y los residentes acceden por las calles de atrás. Cuando lo vemos en otros sitios nos gusta, seamos valientes aquí.
El problema es que tenemos una alcaldesa que no se entera. Ni asume la contaminación del aire, ni mejora la movilidad. Por eso ha montado una ‘Zona de Bajas Emisiones’ de juguete, que solo restringe a los otros y deja que todas las ‘cafeteras’ de Granada sigan circulando y apestando el aire que respiramos. Ha propuesto un cumplimiento meramente formal de la norma, que no restringe, que no da alternativas y que -por supuesto- no dará resultados.
Simplemente se ha buscado dos malos de la película: la ley que obliga a restringir el tráfico y los coches contaminantes de los pueblos de al lado. La culpa es de los otros, los que contaminan son los demás. Aquí está la alcaldesa para garantizar que todos los coches de la capital contaminen lo que quieran. Recuerda mucho a esa libertad para tomar cañas en pandemia que defendió su infausta compañera madrileña. Pero si la alcaldesa cree que la culpa de todo es de otros, quizá es que también deberían de gobernar los otros.-