jueves 28 marzo
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Marifrán se ve venir

Los programas electorales están sobrevalorados: no hay mejor indicador para predecir la fiabilidad de un político/a que su propio comportamiento anterior. En el caso de Marifrán Carazo, tenemos adjudicar contratos a dedo, administrar el dinero público a la ligera y confiar cuatro millones de euros a empresas sin ninguna experiencia. No se puede decir que no esté avisando.

No sabemos si será legal, pero no está bien. Gobernar no es solo cumplir las normas sino dar ejemplo. La relación entre los votantes y los políticos se basa en la confianza, un sentimiento frágil que se tarda años en construir y se desvanece en un instante. Quizás sea una muestra de confianza en Paco Cuenca que se elija a Granada para celebrar una cumbre de Jefes de Estado de la Unión Europea, que se construya un acelerador de partículas, o que un fondo de inversión internacional abra un centro de inteligencia artificial. Quizás quien no sabe arreglar una carretera sin cumplir ley no debería estar al cargo de esos proyectos.

Resulta que, la buena de Marifrán, ha aprovechado unos contratos destinados a las emergencias Covid para arreglar carreteras, lo ha hecho fuera de plazo y además les ha adjudicado dichos contratos a empresas sin experiencia previa, ni oficina, ni trabajadores contratados. Los dos empresarios agraciados eran padre e hija. No diréis que no está dando pistas.

Alguna de las empresas tampoco tenía facturación previa y su objeto social no estaba relacionado con este tipo de obras. Naturalmente, a falta de experiencia ni trabajadores, terminó subcontratando a otra que finalmente realizó el trabajo, una que antes se había presentado a la licitación pero no fue elegida. Un monumento al despropósito. Imaginad esto mismo aplicado al contrato de limpieza de la ciudad, a las obras municipales o a la concesión administrativa del autobús urbano.

Pero, todo esto ya lo conocemos. Aprovechar el resquicio, bordear la línea roja de la legalidad y usar la puerta de atrás son una forma de estar en política. Lo vimos durante los trece años que Torres Hurtado gobernó la ciudad siendo concejala Marifrán. Lo único que dejaron estos gestores modélicos fue el ayuntamiento en quiebra, un escándalo mediático nacional y un reguero de casos judiciales todavía pendientes de sentencia. Y ahora quieren volver.

Marifrán es el PP de siempre, el que salió del ayuntamiento en 2016 escoltado por la policía y situó a Granada en el mapa de la corrupción. ¿Vamos a poner el acelerador de partículas, la cumbre de Jefes de Estado de la UE o la inteligencia artificial de Granada en manos de una persona que no sabe arreglar una carretera sin, presuntamente, saltarse la ley?

El PP no ha sabido tomarle el pulso a la ciudad y se ha equivocado de candidata. No es fácil desafiar a un Paco Cuenca que la ha puesto a funcionar y que ha recuperado el prestigio que Granada perdió precisamente a manos de los que ahora quieren volver. El PP tendría que haber propuesto a alguien nuevo, joven, de Granada y con un expediente intachable, pero proponen a Marifrán. Llama la atención tanta torpeza y tan poca generosidad con una ciudad que pretenden gobernar.

Marifrán deja el gobierno a toda prisa y aterriza en Granada envuelta en un escándalo y sin dar explicaciones. Qué podemos esperar de alguien que se presenta a la alcaldía despidiéndose del gobierno andaluz con esta chapuza. Marifrán se ve venir.

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Columnista
Pablo Hervás

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