jueves 25 abril
Opinión  |   |

¡No disparen al pianista!

De nuevo una nueva polémica interna en Podemos. Parece que en este partido no desean aburrirse. Como si no tuvieran temas externos por los que preocuparse parecen empeñados en enredarse en cuestiones domésticas que no interesan a la gente.

No se había acallado el ruido en torno a la compra de la casa de su pareja dirigente cuando salta la liebre de la “discrepancia” entre las direcciones estatal y andaluza en relación al proceso de confluencia política en Andalucía. Antes ya tuvimos el conflicto interno en Cataluña, y antes la confrontación en la asamblea Vistalegre II, y antes en Madrid, y antes… Tanto y tan continuado debate demuestra que el partido está vivo pero rechina demasiado en un partido que surgió para trabajar por la regeneración de la política y por el cambio en beneficio de la mayoría social.

Se muestra así que el partido tiene un serio problema para gestionar y resolver las inevitables diferencias que en cualquier organización se pueden y deben producir con motivo de su propio pluralismo.

Es consustancial a la condición humana su diversidad. En cualquier colectivo es inevitable que existan diferencias de pensamiento, ideas o propuestas. Pero lo que cabe pedir es que cuando menos los debates y procesos internos se desarrollen con un mínimo de racionalidad, orden y alto grado de democracia. Para no desilusionar a militantes, simpatizantes y votantes. Y porque solo mostrando capacidad y solvencia podrán convencer a más personas y hacer crecer simpatías y votos.

Deberían hacerse conscientes de que tienen suficientes y tan poderosos enemigos externos como para andar entretenidos en trifulcas internas. Difícilmente un partido enredado de forma permanente en disquisiciones internas podrá transmitir la imagen de responsabilidad capaz de ganar la confianza de los votantes que, con todo derecho, podrán pensar que quien no es capaz de resolver sus problemas orgánicos difícilmente lo será de afrontar con rigor y capacidad los enormes retos que afronta nuestra sociedad.

Parece que Podemos no sea capaz de escapar a la maldición de las divisiones internas que históricamente afecta a los movimientos progresistas. O a que la vehemencia en la defensa de las propias convicciones lleve a impedir conformar acuerdos y consensos internos.

En descargo de Podemos se puede argüir que constituye un partido muy joven, que ha crecido de forma fulgurante, recogiendo el malestar que sentían amplias capas de la sociedad española en torno a los problemas de desafección política y a los efectos de empobrecimiento y desigualdad social que se pretenden imponer como solución a la crisis económica. No resulta fácil pasar de la impugnación de los elementos negativos del sistema a la construcción de una alternativa. Ni tampoco articular a tanta y tan diversa gente en tan poco tiempo. Por tanto las diferencias y los debates internos eran y son inevitables. No tanto la forma en que se plantean y desarrollan.

Podemos debe tomarse muy en serio estos problemas y tratar de encontrar el modo de gestionar su pluralidad interna de un modo razonable, para que el resultado sea transformar esa diversidad en fuerza creativa. Tiene a su favor la necesidad social de su propia existencia, lo que garantiza que a poco que atine tendrá garantizada una presencia importante en el panorama político. Los problemas son reales y por tanto necesitan instrumentos de expresión social y política.

Tiene también en su haber que en solo cuatro años su contribución a la modificación del panorama político ha sido trascendental. Y ha permitido que la expresión de descontento se convirtiese en esperanza de cambio progresista y no, como otras partes de Europa, en expresiones reaccionarias.

Igualmente constituye un valor el buen trabajo que sus grupos parlamentarios vienen desarrollando. Y por supuesto la gestión que están realizando los ayuntamientos en los que gobiernan o apoyan. Madrid como ejemplo, demostrando que ni se roba ni se despilfarra y que se puede reducir la deuda y sanear las cuentas a la vez que se aumenta la inversión social.

Haría bien en dedicarse a evaluar su esencial contribución al reciente cambio de gobierno. Y a perfilar su estrategia para conseguir que ese cambio evolucione a favor de las propuestas de regeneración y cambio social que están en su propio origen como partido.

¡Por favor, no disparen al pianista!. Y mucho menos a sus propios pies.

Miguel Martín Velázquez
Colaborador de Ahora Sí

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