Noventa y cuatro
Esas son las primaveras que ha vivido el Granada CF. Noventa y cuatro años en los que, siendo honestos, han predominado los momentos difíciles sobre los felices. Hemos llorado más veces de rabia que de alegría. Hemos pasado más temporadas en Tercera División que disputando competiciones europeas. Incluso hemos vivido episodios surrealistas, como jugar como visitantes en nuestro propio estadio o ver a los jugadores encerrados dentro del vestuario reclamando su salario.
Y, pese a todo eso… aquí seguimos. Vivos, que ya es bastante. El Granada CF sopló las velas de su tarta hace apenas unos días, y ya comienza a caminar hacia su centenario. Para mí, lo fundamental ahora es que el club se pregunte qué quiere ser cuando crezca. Y con esto no me refiero solo a sus dirigentes —aunque también—, sino a toda la ciudad de Granada: su gente, los políticos, el tejido empresarial… Esto es asunto de todos, incluso de aquellos que no sienten gran afinidad por el fútbol. Porque el fútbol moderno, que no deja de ser en gran parte una industria, repercute en todos los ámbitos sociales. Por eso es tan necesario fomentar ese sentimiento de pertenencia a un colectivo.
Sin ir más lejos, el Granada CF cumple 94 años, y lo hace con un estadio que se cae a pedazos. Una instalación que, en su día, se levantó con prisas y que ya nació envejecida. Es funcional, frío, práctico, sin alma. De hecho, su construcción se aceleró por un motivo totalmente ajeno al fútbol. Eso hay que corregirlo, y sin escatimar en la inversión económica que planean tanto el club como las instituciones públicas implicadas. Ese debe ser uno de los grandes objetivos: llegar al centenario con un estadio digno del fútbol profesional y, sobre todo, a la altura de la ciudad que lo alberga, una de las más bellas del mundo.
Más allá de eso, en lo ejecutivo, el panorama es mucho menos alentador. En los despachos del club reina un impasse preocupante, disimulado —al menos por ahora— por unos resultados deportivos irregulares que ni terminan de enganchar al equipo en la pelea por el playoff ni lo descartan del todo. No hay Director Deportivo, ni señales de que vaya a haber uno, y tampoco existe un proyecto sólido a largo plazo. Los intentos de venta de la propiedad chocan una y otra vez con las deudas generadas por ellos mismos, tanto con Gino Pozzo como con LaLiga, lo que hace imposible mover ficha en ese terreno. Esta situación alimenta una sensación de estancamiento que se prolonga mes a mes.
El Granada CF es una empresa, sí. Pero es una empresa cuyo verdadero valor no se mide en euros ni aparece en ningún balance contable. Su mayor activo son los miles de aficionados que, generación tras generación, han abrazado este escudo y estos colores. Su ilusión, sus ganas de ver al equipo cada fin de semana, no se desgastan con el paso del tiempo. Tampoco se apagan ante las decisiones erráticas de quienes gobiernan el club. No sabemos dónde estaremos cuando llegue el centenario. Lo que sí sabemos es que ni los actuales propietarios ni los dirigentes parecen tener ese horizonte en su hoja de ruta. Hasta que eso cambie, no nos queda otra que aferrarnos al sentimiento.