martes 19 marzo
Opinión  |   |

Pico y pala y... a trabajar

Columna Miguel Martín Velázquez

Tengo el honor de inaugurar este nuevo espacio que se abre en este diario y que pretende centrarse sobre todo en el ámbito de la política local. Precisamente su denominación, “Pico y Pala”, pretende ser una metáfora de cómo entendemos el trabajo de nuestros representantes en las instituciones municipales. O al menos de cómo debería ser.

Si alguna especificidad tiene la política en ese ámbito es precisamente la proximidad entre los gestores de la institución y la ciudadanía y sus problemas cotidianos. Desde luego que esa cercanía puede ser entorpecida mediante la elevación de enormes y variadas barreras virtuales. Pero aún así siempre será inevitable que nuestros representantes sientan a diario la presión de las demandas ciudadanas y de los retos cotidianos de la gestión municipal.

E inevitablemente, para afrontar esa diversidad enorme de problemáticas y competencias, los ediles deberán adoptar una actitud similar a lo que la expresión “pico y pala” pretende representar en el lenguaje popular, trabajar mucho y hacerlo sin demasiados artificios.

Y más que “pico y pala” es lo que van a tener que aplicar nuestros gobernantes en la capital para tratar de reparar el estropicio que ha dejado el equipo saliente tras trece años de gobierno ininterrumpido con mayoría absoluta.

La verdad es que la ciudad ha vivido estos últimos años ajena a lo que estaba sucediendo en su casa grande, pero ahora, al publicarse sus cuentas de la liquidación presupuestaria de 2015, se nos muestra en toda su crudeza la ruinosa realidad a la que los anteriores gestores han llevado a las finanzas municipales. Poniendo en evidencia que desde luego han sido magníficos “gastadores”, pero pésimos gestores, malos administradores.

Sí hay que reconocerles que han sabido “venderse” durante años, aparentando justo lo contrario de lo que realmente hacían. Precisamente la propaganda que falsea la realidad constituye una de esas barreras distanciadoras que interesadamente se interponen entre gobernantes y ciudadanía.

Hay que ser un gran “gastador” para lograr elevar la deuda financiera del municipio hasta los 274,85 millones de euros que se reconocen en la propia web municipal, endosándonos a cada granadino una deuda con bancos, adicional a la que cada cual tengamos individualmente, superior a los 1.088 euros, colocando a nuestra ciudad, en deuda por habitante, en el bochornoso puesto 418 del ranking de los 8.119 municipios de España. Habiendo ascendido, en un solo año, 95 puestos en esta carrera hacia el desastre.

A esa descomunal deuda financiera hay que añadir otros 77,8 millones en deuda a proveedores, que de este modo se convierten de hecho en “prestamistas” de la ciudad. Es decir más de 352 millones de deuda contabilizada.

No quiero ni pensar en aquello que ni siquiera esté contabilizado: deudas del transporte urbano-LAC, horas extras de Policía y Bomberos, televisión…, que ya hemos visto aflorar de forma recurrente.

Ante este panorama está claro que se necesita, en primer lugar, transparencia, que es algo distinto de propaganda, y, en segundo lugar, buena gestión, que es muy diferente que simplemente gastar.

Siempre he utilizado la metáfora de que un ayuntamiento es como una casa grande. Y que se debería administrar con la misma sensatez y minuciosidad con que lo hacen las amas de casa para sacar adelante la economía de sus familias. A ninguna de ellas se le ocurriría gastar sin tener en cuenta de forma realista los ingresos que cada mes entran en su monedero. Sólo así logran mes a mes el milagro de estirar sus escuálidos ingresos, sueldos, pensiones, subsidios… y mantener a flote sus economías familiares.

Miguel Martín Velázquez
Técnico de gestión municipal y colaborador de Ahora Sí

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