Plátanos, estrellas y caparazones
Siempre he pensado que la Segunda División es como una carrera de Mario Kart. No importa si te pasas las dos primeras vueltas chocándote con las paredes, cayendo por los bordes del circuito o pisando cáscaras de plátano cada dos por tres. En esta competición, como en el juego, todo puede cambiar en cuestión de segundos. Basta un rayo, una estrella o un par de caparazones rojos para que el que iba último acabe colándose en el podio. Y esta temporada, Granada CF y UD Almería parecen dos jugadores que, tras una carrera caótica, han recogido un ítem milagroso en la última curva.
El tercer invitado a esta batalla por la promoción de ascenso es el Racing, que más bien recuerda a ese amigo que empieza la carrera en primer lugar, seguro de sí mismo, convencido de que su pericia al volante será suficiente. Pero de pronto le cae un caparazón azul, le adelanta Donkey Kong con la bala y acaba lamentándose de que el mando no iba bien. Porque en Segunda no basta con ser constante: hay que saber sobrevivir al caos, a las trampas del circuito y, sobre todo, a uno mismo.
El Granada CF, durante buena parte del campeonato, ha sido como ese primo pequeño que juega por primera vez. Entraba tarde en las curvas, salía disparado por los bordes del circuito y se tragaba todas las trampas que dejaban los demás. En muchos partidos no parecía saber ni qué botón era el de acelerar. En defensa, fallos infantiles; en ataque, ideas poco claras; y en el banquillo, cambios que a veces parecían más fruto del azar que de una estrategia. Pero, a pesar de todo, aquí está, en la última vuelta de la carrera, con opciones reales de clasificarse para el playoff de ascenso.
Y es que esta categoría no perdona despistes, pero tampoco se cierra a las redenciones. Aquí no siempre gana el más rápido o el más brillante, sino el que mejor sabe leer los momentos. El que no se desespera cuando le llueven los golpes. El que encuentra una rendija en la última curva para adelantar cuando nadie lo espera. El Granada, a su manera, ha sabido sobrevivir. Ha cometido errores, sí. Muchos. Ha dejado escapar partidos incomprensibles, ha sufrido remontadas dolorosas y ha dado tumbos durante jornadas enteras. Pero no se ha terminado de descolgar en la clasificación. Y eso, en una categoría tan imprevisible como esta, puede marcar la diferencia entre quedarse fuera o tener una vida extra.
Y lo curioso es que, al final, todo esto da igual. Los errores infantiles, las derrotas amargas, los goles en el descuento… todo eso se borra si acertamos en el momento clave. Estamos en la última vuelta, vamos séptimos y tenemos delante al Racing de Santander. No es invencible. Está a tiro. No tenemos quizás una estrella ni un turbo en forma de champiñón. Pero tenemos un caparazón verde, y sigue ahí, esperando ser lanzado con puntería. Si lo soltamos justo cuando toca, quedamos sextos. Pasamos al siguiente circuito y todo lo demás habrá dado igual. Estaremos en la carrera definitiva. Y una vez dentro, todo empieza de cero.