Por Granada y por Andalucía
Hace un mes miles de granadinos dimos nuestro “abrazo” al Parque de las Ciencias. En plenas fiestas navideñas respondimos a la llamada de la plataforma cívica que nos convocó para defender una de las instituciones más queridas y señeras de Granada. El motivo, los cambios impuestos desde el gobierno de la Junta de Andalucía por los que el Consorcio que rige el Parque perdía autonomía de gestión y pasaba a controlarse desde Sevilla.
En un mes se celebrará el Día de Andalucía. 40 años desde aquel 28 de febrero en que los andaluces votamos masivamente a favor de nuestra autonomía y cambiamos el diseño que entonces se pretendía para España, con solo tres autonomías, las reconocidas durante la II República. Desde el gobierno de UCD se intentó por todos los medios frenar el ansia de libertad e igualdad que anidaba en el corazón de la mayoría de los andaluces y que ya se había mostrado masivamente el 4 de diciembre de 1977.
Nuestro Estatuto de Autonomía nos define en su artículo 1 como “nacionalidad histórica”. Algo que desgraciadamente pocos andaluces conocen e incluso muchos dirigentes políticos olvidan casi siempre. Esa redacción no obedece más que a la plasmación legal del sentimiento que nos movió en 1977 y 1980, ser como la que más. No deberíamos olvidar esto. En Andalucía hay un amplio sentimiento de pertenencia. Pero parece que se ha enfriado un poco la conciencia de pueblo que quiere y se atreve a ser protagonista de su propio futuro.
Andalucía nunca fue excluyente. Nunca pretendió construirse frente o contra nadie. Siempre fue universal. La bellísima letra de nuestro himno así lo plasma, “Andalucía por sí, España y la Humanidad”.
En estos momentos dos pulsiones atraviesan nuestra tierra. La de quienes pretenden cuestionar la propia existencia de nuestra autonomía y reclaman la recentralización del Estado. Y la de quienes defendemos la identidad de nuestra tierra y nuestra gente y la necesidad y conveniencia de contar con instituciones propias y autogobierno.
Cuatro décadas permiten mirar con perspectiva. La autonomía le ha sentado bien a Andalucía. No nos fue mejor con un Estado centralista, ni nos iría mejor con una recentralización. Pero eso no impide que podamos ser críticos con la forma en que se gobierne Andalucía. Pero esa crítica nos debe llevar a reivindicar cambios y a mejorar nuestro autogobierno, no a retroceder. Corrupción, clientelismo, despilfarro… no son consustanciales a la autonomía, se han dado aquí y también en el gobierno central. Eso se soluciona con más democracia y ésta implica más cercanía, unas instituciones más sólidas que garanticen la existencia de suficientes controles y equilibrios y un pueblo y una sociedad activada políticamente.
Granada es parte esencial de Andalucía. Pero los granadinos tenemos razón en sentirnos postergados, en buena parte olvidados por nuestras propias instituciones y sus gobernantes. Pero no solo las que radican en Sevilla, también las de Madrid. La desconexión ferroviaria, la presa de Rules o lo que sucedió con la autovía del Mediterráneo…, son responsabilidad del gobierno central. Lo que está sucediendo con el Parque de las Ciencias, la pretensión de cierre de colegios rurales o la anunciada disolución de Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP)… son responsabilidad del gobierno andaluz.
El artículo 4 del Estatuto reconoce la necesidad de vertebrar Andalucía, estableciendo ciertos equilibrios en las sedes del poder político. Por eso fija la sede principal de la autonomía en Sevilla pero a la vez institucionaliza a Granada como capital judicial. Y abre la posibilidad de que las sedes de los distintos organismos e instituciones de la Comunidad Autónoma puedan distribuirse por todas las ciudades andaluzas. Desgraciadamente el actual gobierno andaluz ha decidido ir justo en sentido contrario.
El artículo 10 señala como dos objetivos básicos de la Comunidad “la convergencia con el resto del Estado y la UE” y “la consecución de la cohesión territorial, la solidaridad y la convergencia entre los diversos territorios de Andalucía”. Por eso el problema de los granadinos no es la autonomía, ni Sevilla ni ninguna otra ciudad, sino quienes han gobernado y gobiernan en nuestra tierra. Sin olvidarnos del silencio cómplice de tantos de nuestros propios representantes que han callado y callan dócilmente ante el maltrato a Granada y los granadinos.
Por eso, a nuestros representantes en el parlamento andaluz hay que decirles que cuando allí se debata la Proposición de Ley que el PP ha presentado, incluyendo la disolución de la EASP, voten al unísono en contra de la misma. Que se dejen de promesas y palabrería y ejerzan de lo que son, representantes de la sociedad granadina.
Ayer leía en el periódico unas declaraciones de Sebastián Pérez, presidente del PP granadino, primer teniente de alcalde en nuestro Ayuntamiento, exsenador y político de toda la vida, decir sin pestañear: “estoy en un partido que lucha contra la corrupción y las malas normas”. Y no he sabido si llorar o gritar. Como si no supiéramos a estas alturas lo que ha sucedido en su partido en Madrid, en Valencia… y en Granada, en nuestro propio Ayuntamiento, al que se arruinó y se saqueó. Sus palabras de ahora valen tanto como las promesas de la “Gran Granada” en la pasada campaña electoral. Ha pasado de decir “la Alhambra para los granadinos” a apoyar el Parque de las Ciencias para Sevilla y la EASP para la Nada. Igual que Ciudadanos, cuyo consejero de Educación, Javier Imbroda, es el responsable de los desaguisados del Parque de las Ciencias y los colegios rurales.
Por eso los granadinos lo primero que tenemos que hacer es exigir a nuestros representantes. Y por supuesto reclamar más Andalucía. Porque Granada es Andalucía.