jueves 25 abril
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Relatos cortos sin recortar (El ciudadano perruno Igor González LIX) (27-10-2015)

El ciudadano perruno Igor González (LIX)

El canto del gallo más madrugador, es el que despierta todos los días al ciudadano perruno Igor González. También ayudan los cantos mañaneros de un mirlo negro de pico naranja, y que se resiste abandonar su nido en el tejado de la casa de enfrente al apartamento de alquiler en que mora el ciudadano perruno. Aunque el ciudadano perruno, no necesita de estas ayudadas sonoras. Y porque se acuesta al ponerse el sol. La noche se le hace larga al perruno a las cinco de la madrugada. Y rápidamente se levanta de la cama con la ilusión intacta de ir otro día a su trabajo periodístico y literario. El ciudadano perruno Igor González no sabe nada más que trabajar a diario. Y esto le da mucha ilusión también diaria. Se levanta como un resorte. Y camina recién levantado como una alcayata gitana desnuda.

-Vaya, otra vez están en el seno del fregadero las hormigas burocráticas nocturnas. ¡Joder! Son disciplinadas. Se están comiendo las migajas de pan y ese pedazo tan pequeño de atún en aceite que se resistió al agua del grifo cuando le eché agua al plato que dejé para después limpiarlo con detergente esta mañana. Son perseverantes las hormigas. Me caen simpáticas. Y no me las meriendo por lo del ácido fórmico que segregan para orientarse y picar. Y se orientan muy bien. Son tan sociales, que ya nos gustaría a los hombres ser como ellas. ¡Joder! Las hay a miles. Y son más negras que el sobaco del mirlo que canta por las madrugadas. Me voy a casa de mi señor padre para que me cuente el relato de hoy- se dijo así mismo, el ciudadano perruno Igor González.

-Caro hijo. Te voy a relatar una de policías. Es un hecho real que el otro día me lo contó a mí un amigo policía. Y ahí va…

“La soledad era tan densa que parecía una losa de cemento caída sobre todo el cuerpo voluminoso del inspector jefe Pérez. El inspector jefe Pérez es un policía que presta sus servicios en la Brigada de Delitos del Desamor. Interroga y detiene, el inspector jefe Pérez, a todas las personas que son desgraciadas en la conjugación física y psíquica del verbo amar. Detiene e interroga, el inspector jefe Pérez, a las personas que son culpables y a otras que son inocentes de delitos contra el amor de dos personas. Y sin que dependa en nada el sexo.

-Hoy cumplo años, muchos. Y estoy solo como siempre. ¡Qué coñazo tan bestial! Mis hijos ya están emancipados y casados. Y mis nietos todavía son pequeños. Y ni siquiera los conozco. Y aquí estoy yo más solo que un lagarto al sol de las tardes primaverales. Me emborracho. Y tan contento como el lagarto al sol de las tardes de primavera. Tengo por ahí una maravillosa botella de vodka ruso. Y va a caer entera. Mañana será otro día. Mañana serán nuevos trabajos para esclarecer los delitos del desamor. ¿O me voy de putas? No estoy para achuchones pagados. Me emborracho y luego a dormir -pensaba el inspector jefe Pérez, levantándose a por la botella de vodka.

-Esta copa va por mis adoradas esposas, esas que fueron. Y la próxima por mí. Aunque ya llevo muchas copas y muchos brindis. Estoy por jugar a la ruleta rusa. Vodka ruso y ruleta rusa. Estoy hasta los cojones de la Brigada de Delitos del Desamor. Y de culpables e inocentes. Las cosas del amor y del desamor son cosas íntimas de las personas, no entiendo que el Ministerio del Amor haya creado esta Brigada para buscar culpables en desamores. Que cada quisque se las arregle por su cuenta. Yo me he divorciado dos veces y nadie me ha detenido por ello. Aunque claro está, que eran otros tiempos. Ahora con la Dictadura del Dictador Eros, las cosas van sin libertades en eso tan bonito de enamorarse y desenamorarse. ¡Que les den por el culo a los dictadores!
-volvió a decirse el inspector jefe Pérez, y con una borrachera que tendía a descomunal.

La pistola estaba todavía en la mano derecha del inspector jefe Pérez. La sangre que había manado por su boca y su cabeza ya estaba seca. El proyectil le había salido por el parietal. Y parte de su masa encefálica estaba esparcida por el suelo. El inspector jefe Pérez había perdido en el juego de la ruleta rusa. Aunque la botella de vodka ruso estaba completamente vacía en la mesa. Y en donde también estaban las fotografías de todos los hijos e hijas y nietos del inspector jefe Pérez.

-El jefe se ha descerrajado un tiro en la boca. ¡Coño! El tiro se lo debía de haber pegado en la sien. ¿En la ruleta rusa se apunta en la sien, y no en la boca? Y el revólver del inspector jefe Pérez, estaba cargado con cinco balas. Tenía todas las balas en el cargador, menos la que le ha quitado la vida. No jugaba a la ruleta rusa ¡Se ha suicidado! -le dijo el inspector García al inspector Sánchez, y una vez que habían inspeccionado el lugar de los hechos”.

El ciudadano perruno Igor González es un ser natural que nació del acto carnal celebrado debajo de una higuera. Sus padres copularon sobre las hierbas nacidas a la sombra de una higuera de higos negros muy dulces. Su madre, una dama española, era aficionada a los higos. Y se subía a las higueras buscando higos dulces como la miel. Y su padre, un capitán de Infantería también aficionado a los higos negros, en ese día maravilloso se hartaron los dos de copular y de comer higos debajo de una higuera cuajada de higos negros lechales. Y todo fue, cuando se encontraron debajo de la higuera de una forma casual e inaudita.

-¡Joder! Las hormigas son ya miles. Estoy asustado. He vuelto de la ciudad y las hormigas son aún más de cuando me fui a casa d mi señor padre en Granada. Como las hormigas crean que yo soy comida, igual me devoran. Esa de la cabeza tan negra y gorda, me perece que me está mirando. Y creo que es la que manda. Todas las demás, esto me parece, la obedecen. Estoy alucinado, sus órdenes son estrictas. Ella va primero y las miles de hormigas la siguen sin rechistar. ¿Igual hablan entre ellas? Me sigue mirando. Se acerca a mí. Es amistosa la hormiga jefa, la de la cabeza más gorda y negra. Y me ha mordisqueado el dedo del pie derecho y no veo signos de agresividad en ella. Las demás también se acercan. Son miles de hormigas negras cabezonas. Se me están subiendo por las piernas. Y ya estoy casi entero lleno de ellas. ¡Qué peste a ácido fórmico! Me pican y me muerden, pero no son agresivas. Me miran con ojos de bondad y amor. Dejaré el bote de insecticida en su sitio. Las hormigas me aman. ¡Joder! Ya era hora que encontrara algún animal bípedo o no bípedo que me amara como merezco-sopeso para sí mismo el ciudadano perruno Igor González totalmente cubierto de hormigas negras y cabezonas con gestos que parecían de amor y amistad.

No obstante, el ciudadano perruno se ha metido en la bañera del cuarto de baño y ha abierto el grifo del agua caliente con la intención de que las hormigas no sigan tan amistosas con él. Y previamente ha limpiado también de hormigas sus ropajes. Las hormigas amistosas se pueden volver poco amistosas y devorarlo.

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