Responsabilidad solidaria
En el ámbito jurídico, para hablar de obligaciones compartidas, está muy extendido el concepto de responsabilidad solidaria. Por generalizar un poco, en él se establece que, si varias personas están implicadas y son responsables del mismo problema, todas deben responder de esa responsabilidad y afrontar las consecuencias, sin que una sola cargue con la culpa o el deber de resolverlo. Es un concepto que, como digo, nace del mundo del Derecho, pero que podría aplicarse perfectamente en un club como el Granada CF, donde los resultados y los problemas no dependen de una única persona.
El Granada CF, por mucho que nos intenten convencer de su estabilidad, atraviesa una crisis en muchos frentes. El rendimiento del primer equipo, tras los buenos resultados iniciales con el nombramiento de Escribá, no termina de ser tan regular como debería. Pasado el ecuador de la competición, y para un equipo cuya única ambición debe ser el ascenso, el Granada CF se encuentra a cinco puntos de la promoción y el ascenso directo cada vez parece más lejano. Por otro lado, los fichajes realizados por Matteo Tognozzi en su mayoría han resultado fallidos, incluido el de Abascal, lo que ha agotado su crédito. A esto se suma la ‘espantá’ protagonizada por Myrto Uzuni y un extraño amago de Martin Hongla.
Por si fuera poco, la estructura de cantera del Granada CF también se tambalea. El Recreativo Granada ve cómo, poco a poco, lo están dejando a su suerte, sin que a nadie dentro del club parezca importarle que el equipo pueda consumar su segundo descenso consecutivo de categoría. Aquellos que presumieron de colocarlo en Primera RFEF ahora se esconden, esperando recibir una carta de despido, o bien ignoran deliberadamente lo que está ocurriendo, mientras el Recreativo se desangra lentamente.
Todos estos hechos, que algunos se empeñan en achacar a los caprichos del balón, requieren un análisis profundo sobre las responsabilidades compartidas. No es aceptable que un equipo como el Granada CF acumule su segundo año de fracaso consecutivo sin que haya consecuencias reales más allá de cambiar las mismas piezas de siempre. Los datos son demoledores: seis entrenadores, dos directores deportivos y más de sesenta jugadores han pasado por el Granada CF en las últimas dos temporadas y media. Todo ello para estar en el mismo lugar que al principio. Es más, comienzan a percibirse síntomas de dejadez y abandono que antes no existían.
Este club parece encaminado hacia una venta o subasta por parte de sus propietarios, presionados por las deudas que mantienen tanto con el anterior dueño del club como con la propia liga, a través de otra de sus filiales. Ese parece ser el único horizonte que esta propiedad contempla, mientras que cualquier proyecto a largo plazo relacionado con el club o la ciudad les resulta totalmente ajeno. Mientras esto ocurre, la Dirección General y el Consejo de Administración no pueden limitarse a un papel meramente representativo. Deben rendir cuentas a los aficionados y someterse a su escrutinio, así como al de la prensa, dando explicaciones sobre cuestiones que se han tratado de forma superficial, como el límite salarial y la errática política de fichajes de los últimos tiempos, tanto para el primer equipo como para el filial.
El fútbol puede ser impredecible cuando la pelota está en juego, pero en los despachos la historia se repite una y otra vez. Si los resultados no mejoran, caerá Escribá y será reemplazado por otro. Si se confirma otro fracaso deportivo esta temporada, caerá Matteo Tognozzi. Mientras tanto, quienes entregaron las riendas de un proyecto deportivo a alguien sin experiencia seguirán en sus puestos, convenientemente protegidos por estas decisiones.