Un año en blanco
La señora Carazo nos ha dejado un primer año de una pobreza desconcertante. Cuesta destacar algo, positivo o negativo. Es como si no hubiera empezado a gobernar a pesar de su mayoría absoluta. Tenemos una alcaldesa imperceptible, todavía desconocida, que ejerce a medio gas. Una líder ausente y sumisa que ha decidido no arrancar.
Se nota la falta de liderazgo y de iniciativa de un gobierno de técnicos y funcionarios sin experiencia política. El resultado es pobre incluso desde su propio punto de vista. ¿De verdad se puede señalar como logro el haber modificado trece ordenanzas? Se les ha ido el año entre reuniones y papeles. Un grupo de expertos, los “amigos de la Alhambra”, los embajadores de la ciudad y varios viajes elegantes. Aprobar presupuestos, ordenar turnos y licitar contratos. Ellos mismos lo cuentan así. Una pobre mezcla de fotos y burocracia. Una gestión de despacho, alejada de la realidad e imposible de percibir desde ningún barrio.
Sí han puesto más interés en el folclore y el protocolo. Nuestra alcaldesa es más de recepciones y cabalgatas, de discurso leído y rastrillo solidario. La clase, el saber estar, las formas que tan bien esconden el fondo. Carazo se ve sí misma como una relaciones públicas de la ciudad, una señora que sonríe, inaugura, recibe y se vuelve a casa. La formalidad ha sustituido a cualquier intento de transformación.
Ha sido mucho más reconocible su absoluta sumisión a los dictados de Moreno Bonilla, sin matices y en claro perjuicio de los intereses de Granada. Ya da igual cuántos años gobierne: Carazo siempre será la alcaldesa que permitió la desaparición de la Escuela Andaluza de Salud Pública sin abrir la boca. Una sumisión ciega que también estuvo a punto de acabar con el Parque de las Ciencias, con la misma levedad que desaparecieron los dos naranjos de San Justo y Pastor. Una reverencia continua que raya en lo grotesco con Moreno Bonilla recogiendo el título de hijo predilecto de la provincia.
No es su única pleitesía, ya que Carazo también está poniendo el urbanismo de la ciudad al servicio de los promotores. El avance del PGOM anuncia nuevos desarrollos innecesarios y puramente especulativos basados en la excusa de aumentar la población, un objetivo difuso, que no resuelve ningún problema y que actúa solo como un pretexto para el negocio inmobiliario. No construyen pisos para más de 250.000 habitantes, sino pisos de más de 250.000 euros que no podrá pagar casi ningún habitante.
Mientras nuestra alcaldesa permanece inédita, etérea, agazapada, las cosas importantes siguen sin atender. La ciudad está sucia, el servicio no funciona bien y lo único que han hecho es mover el expediente del contrato de una mesa a otra. Ha subido el autobús y hemos padecido una huelga que ha dejado a la ciudad sin servicio en mitad del Corpus. Los vecinos siguen sin ver a la policía en sus barrios. Han planteado una “zona de bajas emisiones” light, con plazos tan largos que el aire seguirá contaminado durante décadas. No llegan los fondos europeos, baja el presupuesto de la ayuda a domicilio y muchos comerciantes ya han sufrido una subida del IBI que pronto será para todos y todas.
De todas formas, ella nunca recordará con claridad su primer año porque no quedó nada visible. Ha debido ser una especie de ensayo, de amago, de quiero y no puedo. Más que suspensa, figura como no presentada. Quizás nadie esperaba más que reverencias a San Telmo y romerías a San Cecilio. Ha sido un primer año de prueba, en el que era suficiente con dejar claro quién manda y quien paga. Solo nos quedará la media sonrisa amable y vacía de la alcaldesa que entraba por la puerta de atrás. Un año en blanco.