viernes 29 marzo
Opinión  |   |

Un bluf/La Unidad

La ley del “sólo sí es sí”

A raíz de algunas resoluciones judiciales de rebaja de penas se ha abierto un enorme griterío en torno a la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual. Se le ha acusado de ser técnicamente una mala ley, que deja resquicios abiertos que permiten un coladero para los condenados por delitos de agresión sexual.

Como toda ley fue objeto de elaboración pausada y con todos los preceptivos informes y dictámenes previos por parte de los órganos obligados a hacerlo. A pesar de lo que se ha dicho ninguno de ellos advirtió de este posible riesgo. Y no lo hizo porque el Código Penal contaba con una cláusula de garantía, su disposición transitoria quinta, además de la consolidada jurisprudencia del Tribunal Supremo sobre la forma de interpretar este tipo de modificaciones del Código.

Una vez más asistimos a una tormenta de bulos, mentiras y manipulaciones, amplificadas hasta la saciedad por tantos medios de comunicación, más dedicados a hacer política que a informar. Nunca tuvo esta norma un tratamiento pacífico. Desde su primer borrador ha sido objeto de todo tipo de descalificaciones, algunas de ellas contradictorias entre sí. Primero se decía que con ella se podía meter en la cárcel a cualquier hombre que se acercara a una mujer. Finalmente se le acusa de ser demasiado blanda y provocar la reducción de penas a los violadores. Algunos dirigentes políticos de la derecha incluso han llegado a decir que tiene un efecto llamada para los violadores, como ha hecho sin el más mínimo pudor ni rigor el mismísimo alcalde de Madrid.

Parece que cuando se trata de derechos y garantías para las mujeres todo vale y se alteran demasiado algunas neuronas. Como el nivel de la política ha llegado hasta donde está pues parece que todo es admisible. Estos mensajes llegan a provocar vergüenza ajena. Aunque no podemos obviar que desgraciadamente este tipo de exabruptos tienen su público. En política los debates y las críticas son parte consustancial de la misma. Pero se están pasando todos los límites.

Hay quienes han ido más allá que el Sr. Almeida. Una diputada de Vox, en el Congreso, y una concejala de Ciudadanos, en el gobierno del Ayuntamiento de Zaragoza, han aprovechado sus poltronas para lanzar insultos y faltar al respeto, institucional y personal, de la ministra de Igualdad, Irene Montero. Pero no parten de cero. Han sido el penúltimo episodio de una cacería política y mediática que se inició desde que comenzó su presencia pública y que no ha dejado de crecer. Incluye todo tipo de menosprecios, descalificaciones, insultos... en prensa, radio y tv. Llegando hasta el acoso continuado en su vivienda o la publicación de la ecografía de su embarazo.

Escribía Isaac Rosa que “Montero reúne en su persona todo aquello que en España más excita al odiador político o mediático: es mujer. Es joven. Es de izquierda. Es feminista. Es de Podemos. Es parte del gobierno de coalición “social-comunista”. Es ministra de Igualdad... Y es la pareja de Pablo Iglesias”.

Se está sembrando odio y esto no acabará bien si no se pone fin a esta dinámica perversa. Lo que pasó en el Congreso no es permisible. Tampoco lo que se dijo en el Ayuntamiento de Zaragoza. Los responsables de las instituciones deben poner orden. Y los jefes de los respectivos partidos, deben hacer lo propio. Desgraciadamente en Vox han optado por respaldar a la diputada Carla Toscano. En Ciudadanos sí han afeado a Carmen Herrarte.

Pero tras tanta estridencia, lo que realmente sucede es que muchos tribunales están interpretando la ley de forma que se impide la rebaja de penas. Así ha sucedido en la Rioja. La Fiscalía General del Estado ha emitido una instrucción en la que rechaza la rebaja de penas a los violadores. Y la Audiencia Nacional está resolviendo en la misma dirección. Ahora solo falta que el Tribunal Supremo diga la última palabra y lo haga de acuerdo a su propia jurisprudencia. Es muy probable que todo este ruido pueda quedar en un simple bluf.

La unidad del espacio del cambio

Resulta incomprensible la imagen de falta de diálogo y de distanciamiento entre sectores del espacio que actualmente representa Unidas Podemos a nivel estatal. Demasiadas señales negativas que son aprovechadas por quienes desean su destrucción para amplificarlas intentando hacer daño.

Me he referido anteriormente a lo que he denominado la maldición de la izquierda y el progresismo, su tendencia persistente y suicida a la división y el fraccionamiento. Su incapacidad para gestionar de forma positiva el pluralismo realmente existente dentro de ese amplio campo ideológico, político y social. Resulta incomprensible y descorazonador.

Si analizamos los episodios referidos en la primera parte de esta columna. Si pensamos que aquello sólo es un síntoma de lo que está sucediendo en España y en el mundo. Si somos conscientes de las enormes incertidumbres que se ciernen sobre la gente y el planeta. Si la experiencia ha enseñado mil veces que las divisiones sólo llevan a la insignificancia y el testimonialismo... ¿Cómo es posible que se siga caminado por esa senda que solo lleva al precipicio?.

Comentaba un amigo que la unidad no es nunca un objetivo en sí mismo. Es cierto. Pero es un medio para lograr otros objetivos. Sólo se puede acceder a los gobiernos y hacerlo con la suficiente fuerza como para poder cambiar lo que no gusta desde un proyecto unitario y plural.

La llamada a ser la líder del espacio, Yolanda Díaz, tiene la obligación de intentar sumar a todos los que en él se referencian. Para hacerlo debe contar con todo el que lo desee. Para ello debería dejar claro hacia donde camina y con quien o quienes desea hacerlo para construir ese proyecto de país del que habla. Superar los hiperliderazgos y construir base social desde los territorios.

Pero también lo tienen que hacer los demás. No cabe reivindicarse del proyecto de Yolanda Díaz y actuar justo en sentido contrario. O se está y se ayuda a construir unidad o no se está. No caben términos medios ni opciones a la carta según interés propio.

Hablar claro, todos. Definirse sin más dilación. Dialogar y tejer redes de confianza en base a programas y actitudes de colaboración. No hay otra.

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Columnista
Miguel Martín Velázquez

Portavoz de Podemos Granada

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