jueves 12 junio
Opinión  |   |

Un legado imborrable

El pasado domingo concluyó la temporada del Granada CF Femenino, y lo hizo de la mejor manera posible. No lo digo por el resultado, que en este caso es absolutamente anecdótico y hasta olvidable. Lo digo porque terminó como se merece: con una comunión total entre los cientos de aficionados que llenaron las gradas de la Ciudad Deportiva y unas jugadoras, junto a su cuerpo técnico, que lo han dado todo durante el año. Fue una despedida cargada de emociones, de orgullo, de agradecimiento. Una fotografía perfecta de lo que ha sido esta temporada.

Al frente del equipo, Arturo Ruiz. Se marchó tal y como llegó: en silencio, sin hacer ruido, pero dejando una huella profunda. Formado en pedagogía y psicología deportiva, con un conocimiento profundo del fútbol femenino y una templanza admirable para su edad, Arturo ha demostrado que tiene madera de líder. Su llegada no fue sencilla; se encontró con un grupo tocado y con varios reveses, como aquella dolorosa goleada frente al FC Barcelona. Recuerdo bien la ola de críticas que se vertió sobre el equipo tras ese partido. Me pareció injusta y hasta cruel. Pero el grupo supo rehacerse, crecer desde la adversidad y construir un bloque sólido, comprometido, capaz de firmar una temporada histórica. Arturo se ha ganado el derecho a elegir su futuro. Solo faltaría que no fuera así.

Ahora queda por ver si este logro, tan merecido como trabajado, podrá sostenerse en el tiempo. La realidad económica es tozuda, y mucho dependerá del destino del primer equipo masculino. Si el Granada CF logra ascender de nuevo a Primera División, será más factible mantener la estructura y la inversión necesarias para consolidar al femenino en la Liga F. De lo contrario, tocará apretarse el cinturón, no solo con la sección femenina. Aun así, el ascenso del filial femenino es una bocanada de esperanza. Significa que la base está viva, que hay cantera, que hay futuro.

Pero más allá de los números, este equipo ha dejado algo mucho más importante: un legado emocional. El domingo, tras el pitido final, se vivieron escenas que valen más que cualquier campeonato, aunque muchas veces esto suene a tópico almibarado. Niños y niñas abrazados a las jugadoras, ilusionados por una camiseta, un balón, un autógrafo… o simplemente por una sonrisa. Porque eso es lo que ellas han regalado: cercanía, humanidad, ternura. Respondieron a todas las peticiones con cariño, se quedaron hasta el final atendiendo a la afición, ignorando el calor y el cansancio. Esa actitud no se entrena. Se tiene o no se tiene.

Y en esa imagen final, en esos abrazos, en esas lágrimas contenidas, entendimos que este equipo ha hecho algo muy grande: ha plantado una semilla. Esos niños y niñas que ahora sueñan con ser como Lauri, Laura, Andrea o Alba Pérez. Jugadoras que, en muchos casos, han vestido esta camiseta desde que daban sus primeros pasos en el fútbol, en una época en la que jugar al fútbol siendo mujer era casi un acto de rebeldía. Y lo hicieron sin focos, sin apenas medios, con una fe inquebrantable.

Hoy, gracias a ellas, todo ha cambiado. Hoy las miramos y las aplaudimos. Hoy les damos las gracias por recordarnos que hay cosas que no entienden de presupuestos ni de categorías: la dignidad, el compromiso y la ilusión. Porque no solo han jugado al fútbol, han defendido un escudo con el alma y nos han enseñado a soñar. Se acaba su temporada, sí. Pero lo que ellas han conseguido no termina aquí. Su legado es imborrable.

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Columnista
José David Collina

Abonado del Granada CF y creador de contenido en Puerta Nueve

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