miércoles 16 julio
Opinión  |   |

Una nueva afrenta a la Universidad de Granada

La reciente decisión de la Agencia para la Calidad Científica y Universitaria de Andalucía (ACCUA), un organismo dependiente de la Consejería de Universidad de la Junta de Andalucía, de rechazar la implantación del grado en Inteligencia Artificial en la Universidad de Granada (UGR) no es una mera anécdota administrativa. Es la última y más visible pieza en una estrategia deliberada del gobierno de Juanma Moreno Bonilla: el sistemático desmantelamiento de los pilares institucionales que sustentan el prestigio y el futuro de Granada.

La reacción del rector de la UGR, Pedro Mercado, ha sido contundente y, aunque tardía, absolutamente necesaria. Anunciar que se recurrirá la decisión y declarar la pérdida de confianza en la agencia evaluadora no es un exabrupto, sino la constatación de un hecho que se venía gestando a fuego lento. Durante años, hemos asistido a un goteo incesante de decisiones políticas que, bajo una pátina de eficiencia y reorganización, escondían un profundo desprecio por la singularidad y el potencial granadino.

No podemos ser ingenuos. Lo ocurrido con el grado de Inteligencia Artificial no es un caso aislado. Le preceden otros ataques a la línea de flotación de nuestras instituciones más emblemáticas. Recordemos la liquidación de la autonomía de la Escuela Andaluza de Salud Pública, un referente internacional fagocitado por el centralismo político y económico que practica el presidente Moreno Bonilla. Pensemos en el Parque de las Ciencias, cuyo prestigio se ve amenazado por recortes y una gestión que parece más interesada en el control político que en la divulgación científica. Son demasiadas “casualidades” que apuntan en una misma dirección.

Ahora, el gobierno del Partido Popular, en un ejercicio de cinismo táctico, intenta distanciarse de la decisión, como si la ACCUA fuera un ente caído del cielo. Es una maniobra vergonzosa. La agencia depende directamente de la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación. Son ellos, el gobierno andaluz del partido más corrupto, quienes marcan las directrices y, en última instancia, los responsables de este varapalo a una universidad que es la primera de Andalucía, de las más importantes de España y una de las más prestigiosas del mundo, precisamente, en investigación sobre Inteligencia Artificial. Negarle este grado es como negarle a Oxford un grado en estudios clásicos.

Y en medio de esta afrenta, el silencio cómplice de la alcaldesa de Granada, Marifrán Carazo, ha sido ensordecedor. Sus tímidas declaraciones, afirmando que "ha empezado a hacer gestiones", suenan a excusa falsa y tardía ante la indignación ciudadana. Una alcaldesa debe ser la primera defensora de su ciudad, no una delegada sumisa a los dictados de su partido desde el Palacio de San Telmo. Su lealtad no puede estar con quien agrede a Granada, sino con los granadinos y las granadinas.

El enfado del rector y de la comunidad universitaria no puede, ni debe, limitarse a la vía de los recursos administrativos. No se pueden aceptar parches en forma de promesas de financiación que nunca llegan a compensar el daño estructural. La política de recortes y de infrafinanciación de la Junta está llevando al colapso a nuestra Universidad. Y no es por incompetencia, es una estrategia. Se busca asfixiar a la UGR para abrirle la puerta de par en par al negocio de las universidades privadas. Si el sector privado desea establecer sus centros, que lo haga con su exclusivo capital, no a costa de debilitar y desangrar el patrimonio público que es la Universidad de Granada.

Granada debe despertar y movilizarse. No podemos permanecer impasibles mientras se desguazan nuestras instituciones más valiosas. La política centralizadora de Moreno Bonilla, un presidente absentista dependiente y pendiente de las élites madrileñas que de la realidad andaluza, está convirtiendo en papel mojado el espíritu del Estatuto de Autonomía. Un estatuto que, no lo olvidemos, nació, entre otras cosas principales, para garantizar el equilibrio territorial e institucional, un equilibrio que es insostenible sin la fortaleza y la participación activa de Granada.

Andalucía no se merece este tipo de gobernantes cuyo único proyecto es la acumulación de poder para asegurarse su carrera política y el desmantelamiento de lo público para favorecer intereses privados. Granada, con su historia, su potencial y su capital humano, tampoco. La defensa de la UGR es la defensa de nuestro futuro, y es una batalla que no podemos permitirnos perder.

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Columnista
Salvador Soler

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