martes 19 marzo
Opinión  |   |

A ver qué pasa

Granada tiene claro que la Sanidad Pública debe ser fortalecida, especialmente en Atención Primaria. Si esta funciona se evitará el colapso de los centros sanitarios, lo que es consustancial con una plantilla de personal facultativo y de enfermería adaptada a la realidad sanitaria, esto es, compatible con la carga asistencial y de trabajo en los centros de salud. Sin embargo, no es esto lo que está ocurriendo, es todo lo contrario, pues de los 20.000 contratos realizados para hacer frente a la pandemia solo se renovarán de forma temporal 12.000, lo que supone que la plantilla se reducirá en 8.000 puestos de trabajo.

A esto hay que sumar la amortización por jubilación de 2800 médicos en los próximos cinco años sin que se produzca el imprescindible relevo generacional que, llevado todo ello al supuesto y ligero incremento presupuestario para la Sanidad pública previsto por el Gobierno andaluz, según se expresa en el mismo proyecto de presupuestos, el resultado no es otro que el equivalente al que “tiene un tío en Graná, que ni tiene tío, ni tiene ná”, pues aquel hipotético aumento, en todo caso, se hace a costa de la destrucción de empleo, que afectará directamente a la Atención Primaria que de nuevo verá reducida su capacidad de respuesta en favor del aseguramiento privado, que tiene como efecto directo el retroceso de hecho de la universalidad del sistema público, provocando el desprestigio de la Atención Primaria, la huida de los facultativos, la renuncia de residentes y que cada vez más personas acudirán a la asistencia privada buscando soluciones prestas y utilizando los centros de salud como un simple lugar de paso para acceder a medicamentos y pruebas complementarias.

De forma simultánea en los hospitales, en especial los servicios de urgencias se verán obligados a atender situaciones que no tienen tal consideración. Esto unido a la desconsideración de las personas negacionistas respecto de la vacuna COVID, la cosa se puede poner muy seria, por eso, dicho sea de paso, igual a esas personas habría que cobrarles los gastos sanitarios de la asistencia prestada.

El malestar se extiende, dado el mal funcionamiento de la Atención Primaria, hacia dentro y hacia fuera. Va contra la dignidad humana y profesional que un médico tenga que asistir a no menos de 40 pacientes reloj cronómetro en mano y, la solución no está en derivar la atención a los profesionales de enfermería en lo que se denomina “la consulta de acogida” no deja de ser una chapuza que solo enquistará el problema, si lo que se pretende, como parece, es reemplazar la atención presencial.

La sanidad derriba gobiernos y no es baladí pensar que fue la causa principal del final de la hegemonía del PSOE en Andalucía. Lo que se denominaba la joya de la corona hizo aguas por todos lados como resultado del pésimo funcionamiento del servicio de público de salud, que si lo unimos a la falta de proyecto sobre un modelo productivo netamente andaluz que utilice sus propios recursos para construir tejido industrial (Cádiz ha sido la punta del iceberg), de modo que Andalucía no solo dependa del buen tiempo, o sea, del sector turístico, que si es competitivo es, principalmente, por la desregulación salarial, la precariedad laboral y el fraude en la contratación (medios contratos, jornadas más que enteras), al actual Gobierno andaluz no solo se lo puede llevar por delante la táctica de la prórroga presupuestaria escenificada en el cónclave de Ciudadanos, lo que ha dado pie al socio externo a no apoyar los presupuestos en Andalucía. Así que, ojo al dato.

Pero también, es un aviso para navegantes. No solo hay que repetir mil veces que se va a reforzar la Sanidad Pública, o mejorar el sistema industrial andaluz, hay que hacerlo realidad, no puede quedar en un bla, bla, bla, pues es de las cosas que afecta directamente a la calidad de vida y al bolsillo de las personas, que no tienen que acudir al seguro privado para obtener una respuesta por la que ya están pagando unos impuestos, ni aceptar la precariedad como forma de vida. Hay cansancio y decepción en las personas andaluzas, en Granada más, que se ven envueltas en un eterno discurso de mejora, que de momento y después de muchos años de espera, no llega. A ver qué pasa.

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Columnista
Salvador Soler

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