martes 21 mayo
Opinión  |   |

Cinco días

Han sido cinco días para la Historia de nuestro país. Con independencia de las expectativas que cada quién depositara en el resultado final del desenlace provocado por el Presidente del Gobierno, deteniendo su actividad pública durante media semana para reflexionar si su trabajo al frente del ejecutivo, merece la pena frente a la catarata de bulos de la que está siendo víctima, con independencia de lo que el resultado final de estos días haya despertado en cada uno de nosotros, hay que reconocer que este capítulo será introducido en la historia política reciente de España. Y creo sinceramente que debemos aprovechar la ventana abierta por Sánchez para aceptar el envite y entrar de lleno en el debate que plantea: ¿hacia dónde va nuestra democracia? ¿Vale todo en el debate político para desacreditar al rival? ¿Qué papel juega la información y sus emisores en todo esto?

Para empezar quiero decir que, en mi opinión no, no vale todo. Y precisamente quienes están detrás de eso que ya se conoce como maquinaria del lodo, muestran un especial interés en debilitar nuestra memoria para construir un simulacro que nos haga olvidar que este fenómeno no obedece a un contexto concreto, nacido tras las elecciones generales del pasado 23 de julio. Esto empezó mucho antes. Fue la periodista Silvia Intxaurrondo quien lo señaló, la maquinaria empezó a rodar el 11 de marzo de 2004 cuando un Gobierno puso toda su maquinaria a funcionar para hacernos creer que aquel atentado tan horrendo en los trenes de Madrid fue obra de ETA y no del terrorismo islámico, tal y como quedó demostrado, acreditado y probado. Después de todo eso llegó otra operación: deslegitimar al Gobierno legal y democrático de José Luis Rodríguez Zapatero. En esta espiral en la que la maquinaria del lodo ocupó espacios en las estructuras de poder del Estado no podemos olvidar aquella policía patriótica, encargada por quien fue ministro del Interior del Gobierno Rajoy, cuya tarea fue la de espiar a quienes pudieran ser un problema para el PP.

Llevamos años soportando frases que desgraciadamente se han naturalizado en el lenguaje cotidiano, pero no podemos ni aceptarlas ni entenderlas como partes del discurso político normal. Ningún partido político serio, con aspiraciones de gobernar España, puede acusar de “llevar a cabo un cambio de régimen por la puerta de atrás”, a quien, siguiendo escrupulosamente los pasos marcados por la Constitución española para conformar un Gobierno, lo hace. Tampoco puede tildarlo de ilegítimo. Cuestionar las reglas más básicas del juego nos conduce de manera inexorable a cuestionar el juego mismo, y ese es un lujo que no nos podemos permitir.

Ahora mismo, en nuestro sistema de representación política hay dos partidos que han renunciado a la que debe ser su función más importante en el tablero democrático: la de la presentación de propuestas políticas en el marco del legítimo debate democrático. En España no hay un problema con el funcionamiento de la democracia, sino una serie de partidos que no aceptan los resultados electorales cuando no encajan con sus aspiraciones personales. Y, por desgracia, este problema no es solo nuestro. Lo estamos viendo a diario en el contexto internacional. Las noticias falsas, los bulos, las desinformaciones han sido introducidas como un elemento más en el juego político y son usadas para tensionar, polarizar e incluso romper la convivencia entre quienes piensan de manera diferente.

Ese es el verdadero reto que nuestra sociedad tiene por delante y, a mi juicio, es el principal virus que afecta a las democracias en todo el mundo. Sería deseable que todos los que tienen responsabilidad en frenar esto (cada uno a la escala que le corresponda y no todos dentro del ámbito estricto de la política) pongan de su parte. Es verdad que vistas las reacciones a lo sucedido durante esos cinco días, hay quien no ha entendido nada o, lo que sería peor, entienden que la maquinaria del lodo no debe frenar su pordiosero trabajo, y sigue encaramado en el discurso del enfrentamiento y la crispación. Pero quiero creer que al final imperará la cordura y habrá quien ponga pies en pared para frenar la deriva.

Quizá, el frenazo de cinco días provocado por el Presidente del Gobierno agite conciencias, no solo en España. Es necesario que nos impongamos como un deber ciudadano más, participar en este debate con ganas de aportar soluciones y contribuir con un compromiso tan sólido como visible que permita señalar y expulsar del sistema a quienes prefieren dinamitar la convivencia a costa de la satisfacción de sus intereses estrictamente personales.

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Columnista
Juanjo Ibáñez

Concejal del Grupo Municipal Socialista del Ayuntamiento de Granada

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