lunes 29 abril
Opinión  |   |

El Centro de Graná

Graná, en su centro histórico guarda auténticas preseas, son tesoros que guardan siglos de historia y que conforman su patrimonio universal. Han sido varias civilizaciones las que han dejado huella. Somos tierra de artistas y poetas.

Es también un distrito municipal que integra auténticas barriadas históricas como la del Barranco del Abogado, Realejo, Las Angustias, San Matías, Santa Ana, Magdalena o Gracia, es la zona comercial más importante de la ciudad.

Pero, no es oro todo lo que reluce. Las demandas vecinales son constantes y reiteradas en el tiempo, todas ellas orientadas a mejorar la calidad de vida de las personas que, se sienten atrapadas en una especie de trampantojo que no muestra la realidad de las necesidades que se perpetúan sin que hasta ahora se hayan implantado políticas locales que atiendan cosas elementales. Se dicen unas por los gobiernos municipales, pero se hacen otras.
Graná no tiene un plan barrial sostenible, lo que trae como consecuencia que los accesos sean problemáticos, las aceras no son cómodas, son inseguras para el tránsito ciudadano, los entornos de los centros educativos se colapsan por el aparcamiento de llegada y recogida de los niños al entrar y salir del colegio que, al coincidir con los autobuses escolares, de gran tamaño, hacen inviable el tráfico de vehículos y personas que, además compiten con los bolardos, que actúan como barreras arquitectónicas que impiden el paso a personas discapacitadas y la convivencia vecinal queda afectada por esa concentración que ha hecho que el centro granadino sea una zona acústica saturada. No existe un diseño integral de ocupación de la vía pública para las terrazas adaptado a la realidad de nuestras calles y plazas, lo que hace problemática la vida cotidiana.

En asunto de medioambiente y ecología nuestra ciudad sale muy perjudicada, pues no se incentiva la independencia y la eficiencia energética. Las iniciativas vecinales para la instalación de aislamientos apropiados no son apoyadas por el gobierno municipal, no sería gravoso y redundaría en la calidad de vida la constitución de comunidades energéticas. Tampoco tiene acogida el estudio para desembovedar el río Darro entre Plaza de Santa Ana y su desembocadura que no solo agrandaría la belleza de la ciudad, también mejoraría la calidad del aire, muy contaminado en nuestra ciudad. O, restaurar el camino y fuentes del Avellano, conectándolo con el barrio del Sacromonte. Algo tan básico y de bajo importe como sería aumentar la superficie de arbolado en las calles, plazas y jardines, no se hace. Tampoco, las podas con criterio medioambiental o instalar microbosques y jardines verticales o hacer del Carmen de los Mártires un jardín botánico parecen actos extraordinarios o inalcanzables, cuando con un ajustado presupuesto de inversión de mejora lograría unos beneficios medio ambientales para la salud de las personas. Por el contrario, se apuesta por más cemento y sobre él poner macetones cuyo mantenimiento es realmente alto.

La participación ciudadana se ve obstaculizada sobremanera, no siquiera se publicita el Reglamento Orgánico de Gobierno Abierto de la Ciudad de Granada y la Junta de Distrito Municipal es un puro trámite, sin que sirva de cauce para que llegue las demandas de los vecinos.

El comercio granadino es otro damnificado de la política municipal, se ve abocado a competir de forma cruel con las grandes superficies que, además, desarrollan una salvaje actividad extractiva. El decreto de liberalización total del horario comercial de la alcaldesa de Granada por su paso por la Consejería de Fomento de la Junta de Andalucía está destrozando la actividad del pequeño comercio granadino, que es nuclear para nuestra economía local, precarizando el empleo y haciendo imposible la conciliación familiar.

El compromiso del gobierno municipal con la cultura granadina es nulo, primero redujo casi un cincuenta por ciento el presupuesto del Centro García Lorca y como no le bastó, el gobierno provincial, también del partido popular, pone al frente a una persona, un tal Antonio Membrilla, que odia la memoria histórica, la que consideraba una memez, insultando así la memoria de Federico, un creador universal de cultura reconocido internacionalmente y bandera popular de Granada, asesinado por los golpistas del 36, cuyo cuerpo yace en dios sabe dónde. Afortunadamente, la reacción ciudadana y memorialista granadina ha resuelto el agravio y ha dimitido, quedando evidente que esa es la forma de pensar del partido popular, insensible y ofensivo con el querer popular de Graná.

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Columnista
Salvador Soler

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