domingo 5 mayo
Opinión  |   |

Mientras, nuestro Gobierno local, mirando 'pal' norte

Es desolador ver como los turistas arrastran sus maletas por las calles de Granada. Como rebaño de ovejitas a un destino enlatado. Nuestra ciudad ha soportado en 2023, 2.738.212 de viajeros, según datos del Instituto Nacional de Estadística. La estancia media es de unos cinco días y el escaparate de llamada, básicamente, es nuestro patrimonio histórico y cultural, si bien, hay que añadir que la opción sol y playa que aporta la Costa Tropical se ha convertido en un complemento muy atractivo, lo mismo que Sierra Nevada, lo que, permite, a veces, disfrutar de los cuatro climas en un solo día, algo único en el mundo.

Junto a la oferta hotelera conviven la correspondiente a los pisos turísticos, que se ha incrementado cuatro veces en la última década y que suponen casi cuatro mil plazas en Granada. Actividad que ha crecido sin regulación ni control, lo que genera competencia desleal y la expulsión y/o huida de vecinos y vecinas. Esto conlleva vaciamiento de la ciudad. La conversión de viviendas residenciales a fines turísticos, alcanza ya al Área Metropolitana, suponiendo un encarecimiento de los alquileres a niveles insoportables.

Es ya una evidencia incuestionable, que la industria turística, como le gusta llamarse, es incapaz de controlar, siquiera, sus propias operaciones, sobre todo, por la actividad de las plataformas on-line, que galopan desbocadas.

Todo ello, hace del turismo sostenible un oxímoron, provocando así un impacto muy negativo en la población autóctona que soporta un encarecimiento de la vida, a la vez que los gastos que generan el actual modelo turístico, los sufren en exclusiva, me refiero a los costes de las medidas de servicios asistenciales, de limpieza o de seguridad que deben articularse para que la ciudad y municipios de la provincia no se conviertan en espacios inhabilitables, sucios o inseguros, además, del impacto medioambiental que supone tal número de personas ocupando calles y plazas que buscan, obviamente, un lugar para sentarse, comer y divertirse. Pero, ni hablar de la tasa turística.

Los beneficios que se obtienen, por supuesto, no repercuten en el conjunto de la población que no ven mejorada su calidad de vida, más bien, todo lo contrario. Es decir, no está sirviendo, ese modelo de turismo, como catalizador del crecimiento de la economía local, no está creando empleo de calidad, ni oportunidad para las empresas granadinas, ocurriendo, por otro lado, que nuestros recursos naturales se están diezmando. Véase la degradación del Parque Natural de Sierra Nevada, que ha perdido su alta categoría ecológica.

Y, luego, está el ruido, que ocasiona un gran impacto en la calidad de vida de los vecinos de la ciudad, como ha indicado el informe del Defensor del Ciudadanía. Esto supone un gravísimo problema para la salud de las personas y que tiene mucho que ver con el civismo ciudadano, siendo, absolutamente, imprescindible la concienciación ciudadana. En ello debe intervenir la autoridad municipal, que está para algo más que para hacer caja.

La actividad desproporcionada en las terrazas de los establecimientos de hostelería, el exceso de volumen de la música en pubs, discotecas y salas de conciertos que no cumplen con la debida normativa. El ruido que hacen los clientes, en general, excesivo, está provocando un enfrentamiento que es del todo evitable si funcionaran correctamente las inspecciones. La actividad en lugares como Ganivet, Pedro Antonio de Alarcón, Cárcel Baja o la zona de Einstein genera tal nivel de ruido que impide el descanso, especialmente, los fines de semana, por la falta de límites de horarios. Las despedidas de soltero se han trasladado a los pisos turísticos y bajos comerciales, que comparten hábitat con los vecinos del mismo inmueble, haciendo imposible la convivencia.

Sirva como ejemplo el Albaicín, el Realejo, Plaza Nueva, Ganivet o la Gran Vía, o cualquiera de las calles colindantes, son lugares tomados por la avalancha turística cada fin de semana, de lo que se ha hecho eco el citado informe. El descontento vecinal es manifiesto y crece cada vez más dada la gran presión turística que soporta que, unida a la actividad ordinaria de la ciudad, hacen la vida en la misma muy difícil, a su consecuencia, Granada se vacía y cada vez se parece más a un parque temático. Mientras, nuestro gobierno local, mirando 'pal' norte.

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Columnista
Salvador Soler

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