sábado 4 mayo
Opinión  |   |

Fide-indignos

Por omisión. Un periodista, de raza y con perfil, tiene ante sí a Mariano Rajoy, y se deshace en preguntas molestas sobre Bárcenas, el recorte de derechos, las propuestas electoralistas, las promesas de bajada de impuestos, el calendario electoral, sus miedos, el paro, la justicia, y una larga lista de cuestiones que, como es obligación de un buen profesional, incomodarían al entrevistado. Pero no todos son profesionales comprometidos con el derecho a la información de los ciudadanos, porque hay fieles seguidores de la propaganda informativa, de la doctrina dictada por la empresa mediática de turno. Y un periodista, un medio de comunicación, tiene ante sí al actual ministro de Justicia y no tiene más remedio que preguntar por la imputación o investigación, encausados o imputados, la Gürtel, las denuncias de falta de medios en la Justicia, las desavenencias en el seno del poder judicial o sobre la pertenencia de algún miembro del Tribunal Constitucional al Opus Dei, ese tribunal que debe decidir sobre cuestiones como el aborto o los matrimonios de personas del mismo sexo, y ya se sabe que hay colectivos que no hacen distinción entre justicia y religión, que si por ellos fuera aplicarían la ley inquisitorial, el equivalente a la tan criticada en Occidente sharia islámica. Otra vez será, y es que una vez más se hace dejadez de funciones profesionales por omisión, se atiende al bolsillo, a quien paga, a la pasta gansa y no al derecho a la información del ciudadano. Son fieles informadores de su medio, pero nada fidedignos. La culpa es de esta puñetera crisis que obliga a estas prácticas a unos excelentes periodistas, pero amordazados económicamente por la empresa, que amenaza a su vida laboral, que no me atrevo a calificarla de informativa sino desinformativa.
Más cultura. La cultura es el comodín del público de las campañas electorales, donde todos prácticamente piden y anuncian lo mismo: más cultura. Bueno, todos no. Están los iluminatis, no son los primeros, que salen ahora con la creación de una oficina cultural en la que todo esté centralizado para evitar al gran enemigo de los creadores, los intermediarios, pero esta oficina se convierte en intermediaria, y por lo tanto una vez más vamos a la cultura dirigida, al estalinismo más reaccionario, por decir algo leve. O sea, que usted quiere organizar una actividad cultural y tendrá que dirigirse a esta oficina, y ya les dirán si se puede o no. Pero vamos, que da igual, porque sea quien sea el ganador de las elecciones hará su política cultural, la de los suyos, o mejor harán lo de siempre, o sea nada de nada. No interesa una población culta pero mucho menos la autogestión cultural ¡Hasta ahí podríamos llegar!
Lenguaje electoral. Esta campaña electoral está dando mucho juego en cuanto a su contribución al engrandecimiento de la lengua española. Primero fue el ministro de Justicia, el del diccionario Lisarte, con su imputado-investigado, y ahora un grupo de candidatos socialistas que decidió apoyar con su presencia el ‘centro comercial abierto’, que es como ahora se denomina a un mercadillo de barrio, donde comprar, por ejemplo, el pijama de la Esteban a cinco 'leuros'. Precioso nombre para uno de los más ancestrales formatos comerciales españoles. Aquí entramos en todo ese conjunto de palabros en inglés donde ahora a un emprendedor, que puede ser un señor que pone un quioscopipas.com (es muy importante el .com), se le llame un ‘startup’, o sea que empieza para arriba, que tira del carro, que se hace autónomo y quita lastre de la cargada lista del paro para alivio y mayor éxito de la rociera Fátima Báñez. Así sea.

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