domingo 5 mayo
Opinión  |   |

La defensa de la verdad

En España no estamos acostumbrados a escuchar la verdad desde la política. Si nos trasladamos, brevemente, a la Grecia del Ágora, que no era otra cosa que el centro de la vida social, política y comercial de la ciudad, en la que tenían lugar todo tipo de acontecimientos, tales como, debates políticos, elecciones, celebraciones religiosas, actividades mercantiles, actuaciones teatrales, hasta, competiciones atléticas. Para el Ágora la política no era un juego de conspiraciones y lucha por el poder. Tampoco una forma de vida. La política, así entendida, es un arte civilizador de la sociedad y solo funciona si las personas, como tales, incorporan normas de conducta que aseguraban la solución del conflicto potenciando el acuerdo, solucionando los problemas de forma no violenta. La minoría de iluminados o especialistas en el contexto que explico no tenían reservadas las virtudes de hacer política, donde la verdad, la transparencia de la gestión y el compromiso para mejorar la vida en general de la ciudadanía se sitúan en el centro de la política.

La irrupción del “Sí se Puede” en las instituciones del Estado a todos los niveles ha conseguido algo que no morirá y que tiene que ver mucho con el Ágora. Es como una gran herencia que pasa de padres a hijos y así sucesivamente, sin que nadie, ni nada, pueda borrar ese legado, porque permanecerá en la memoria histórica política de forma orgullosa en la que millones de personas han participado, participan. La memoria así construida, permanecerá.

Efectivamente, y recuperando como principiaba, no estamos acostumbrados que en política se diga o se oiga la verdad. Es lo que está ocurriendo y sin miedo a perder el sillón. Esto nunca antes ha pasado y lo mejor, lo más auténtico, que ya no hay vuelta atrás. Así estamos observando, día a día, y desde el inicio del Gobierno de coalición la realidad de las cosas reluzca, esto es, la divergencia política entre la parte morada del Gobierno y la parte socialdemócrata del mismo y sin que nada se rompa. No se ha escondido la verdad, se ha hecho pública, se han puesto nombres y apellidos a las cosas, a los obstáculos, a quien los pone para impedir avanzar en beneficio colectivo, a quien está en política por solo tener poder, beneficiando a la minoría de siempre y dando migajas al resto. Somos testigos, por tanto, de quien está por ejercer ese poder en favor de que la mayoría obtenga una mejor calidad de vida, laboral y económica. Así se han conseguido importantes avances legislativos en derechos civiles, políticos, culturales, laborales y económicos.

Esa forma de entender la política está obteniendo el más furibundo de los ataques de los grupos de poder hasta ahora ocultos, utilizando la media a su servicio, como el “más periodismo de Ferreras”. En esta arremetida colérica, también se encuadra la lawfare, abriendo, a sabiendas, procesos con base a acusaciones y noticias falsas, cuyo único objetivo es destruir al que consideran el enemigo, al que se ha atrevido a decir la verdad desde el propio Gobierno.

El” Sí se Puede” tenía y tiene como finalidad, no solo cambiar la forma tramposa de hacer política del bipartidismo, también el cómo la entiende la izquierda, en una parte muy anclada en tópicos típicos generalistas, neutros al referirse a los fuertes, en tácticas de resistencia y en proclamas o loas a un modelo de unidad ya superado por los tiempos.

La política desde la izquierda debe cambiar la lente monocolor y pasar a ser vista desde el prisma transformador que requiere compromiso con la verdad, con sus votantes, señalando el abuso y al abusador y, llegados a este, punto, dar la solución, la alternativa. Tocará explicar las cosas y ser coherentes. No vale tener un texto magnífico de comportamiento ético y luego orillarlo para permanecer en el poder. El enquistamiento en el cargo y en lo indeterminado es una forma perversa de mentir en política.

Así se presentan las próximas convocatorias electorales municipales. Habrá que defender la versad.

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Columnista
Salvador Soler

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