martes 19 marzo
Opinión  |   |

Othar

Othar, así se llamaba el caballo de Atila. Cuenta la leyenda que allá donde pisaba el ecuestre, la vida verde no volvería a crecer nunca más. Se preguntarán las personas lectoras que a qué viene tal entrada y qué tiene que ver con Granada. Paso a explicar.

Resulta que en nuestra ciudad tenemos a un Othar en forma de alcalde Salvador. Así, por donde pasa, no es solo que no crece más la hierba, sino que la vida que nos dan los árboles, también muere.

Efectivamente, hace unos días, nuestro Salvador y alcalde, supuesto teórico defensor de día del anillo verde granadino (idea que no es suya), por la noche, se convierte en Othar y arrasa con todo árbol que se cruza a su paso, autorizando a las constructoras a campar por sus respetos. Así se expresa su feroz forma de dominio, esta vez, por el barrio de La Rosaleda segando la vida de los numerosos cipreses de más de veinte años allí plantados. La tala ha alcanzado, así mismo, a más de sesenta árboles, también, de otros tipos, destruyendo bienestar y calidad de vida en favor de más cemento y ladrillo, vamos, más negocio constructivo del que nada se informa y, ¿casualidad?, por el entorno de las vías del tren va naciendo una nueva urbanización, al tiempo que se abandona al barrio de La Chana, como los vecinos ya vienen denunciando. No crean las personas lectoras que esas nuevas construcciones van a aliviar el dramático déficit financiero de la ciudad. No sorprendería ver prorrumpir otro caso Nazaríes. A la tala arbórea en el Barrio de la Chana, le precedió otra en el llamado eje Arabial - Palencia, allá por el Barrio del Zaidín, donde se eliminaron sin más trámite todos los árboles (300) que durante más de cuarenta años (olmos, melias y arces) nos han hecho la vida mejor, solo la sombra que daban era un regalo del cielo. Granada, por tanto, no camina hacia el anillo verde, sino a una boina cada vez más espesa, a cuya consecuencia traerá más enfermedad contaminante y a su razón, peor calidad de vida. Simultáneamente, Othar, se autoproclama defensor del clima y anuncia y lleva a la cumbre de COP25 la propuesta de que Granada sea “Ciudad Verde Europea”. Tal cual y sin sonrojarse, ya se sabe, la vergüenza era verde y la pisotea Othar.

No acaba aquí la cosa, en esa obsesión por combatir el cambio climático, Othar se ha fijado otro objetivo, acabar con los carriles de tráfico reservado (nótese la ironía). Otra medida que se insertaba en un nuevo plan de movilidad y que priorizaba a los personas peatones, la circulación más segura para los muchos que amamos la bicicleta, los vehículos de movilidad personal y el transporte público. Pues bien, aun siendo una medida que se ha mostrado positiva esos carriles se han reconvertido para el uso general. ¿Por qué?, pues la verdad es que no se sabe con certeza más allá de que se trataba de una medida temporal. Sin duda es una mala noticia para la ciudad, pues la contaminación subirá más de grado (somos la tercera ciudad española más contaminante), pero también, es ir en la dirección contraria a lo que se anunciaba en aquél nuevo plan de movilidad, pues se apuesta por el transporte privado que ya ocupa un espacio del setenta por ciento del tráfico combustible rodado, en detrimento grave del transporte público al que se le ubica en la peor de las situaciones. Como sarcásticamente diría el profesor Calera, es que en Granada somos así, para qué cambiar las cosas con lo bien que estamos, por tanto, las bicis y los patinetes eléctricos, también llamados vehículos de movilidad personal que vuelvan a las aceras que es donde no debieron salir. ¡Ala, hombre ya! Para qué un plan integral de movilidad donde todos tengamos un espacio y de camino contribuir a la mejora del clima.

Hasta cuándo y cuál es el límite de la paciencia de la ciudadanía con alguien que no piensa más allá de mantener su estatus quo. La ciudad a peor y mientras Othar, opulento. Dejo a la imaginación del público quien monta a Othar.

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Columnista
Salvador Soler

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