martes 30 abril
Opinión  |   |

Pensar el futuro de la ciudad

En política y economía el término planificación no cuenta con demasiado prestigio, probablemente a causa de las críticas al fracasado modelo soviético. Pero lo cierto es que en la economía capitalista la planificación es una práctica que está a la orden del día. Ninguna multinacional se ha hecho grande sin planificar sus estrategias, sus recursos y sus inversiones, con visiones a medio y largo plazo.

Nuestra Constitución reconoce al gobierno la capacidad de intervención planificadora en la economía. Así se recoge en los artículos 38, 131 y 149. Le otorga la competencia exclusiva para hacerlo, mediante ley, contando con la información previa de las Comunidades Autónomas y la colaboración de los sindicatos y las organizaciones empresariales, a través de un Consejo creado para tal fin. Nada de esto se ha hecho hasta ahora, ni se espera.

Resulta curioso que quienes pretenden erigirse en supuestos máximos defensores de la Constitución se olviden de toda una serie de artículos que parecen no existir para ellos. Por supuesto que en el ámbito político también se produce la planificación, aunque es evidente que ésta suele adolecer de cortedad de miras porque se centra como mucho en la próxima contienda electoral y eso significa que rara vez se planifica con visión estratégica. Prevalece el corto plazo y el electoralismo, que suelen conducir a decisiones ineficientes y despilfarradoras que, a veces, provocan daños difícilmente reparables. Esto es especialmente notorio respecto a las infraestructuras y al diseño de las ciudades.

En España, se apostó por la carretera frente al ferrocarril y posteriormente por el AVE en detrimento de otro tipo de trenes, como mercancías, cercanías o media distancia. Se invirtieron millones y millones en desplegar la segunda red de alta velocidad del mundo pero con el menor ratio de viajeros por kilómetro. Ahora parece que, empujados desde Europa, se comienza a cambiar la orientación, aunque aún con muchas contradicciones derivadas de la inercia anterior. Granada y Andalucía Oriental han sido especialmente víctimas de esta deriva. Agravada por el escaso peso y la debilidad de su clase política. Es tiempo de corregir ese abandono.

En Granada llevamos decenas de años discutiendo los mismos temas, sin apenas avanzar un milímetro. Enzarzados en la reclamación de un AVE, que no llegaba y que cuando lo hace no es digno de tal nombre, y del soterramiento de las vías y la estación, a base de ocurrencias. Un día se propone recalificar terrenos de ADIF para pagar sus enormes costes, otro se pretende llevar la estación a la rotonda Europa, luego a la Vega... O se pasa de anunciar una estación de diseño y lujo del arquitecto Moneo a construir una estación minúscula que no es capaz de absorber los mínimos tráficos que llegan a la ciudad.

El problema es que no se planifica. Se improvisa a base de propuestas electoralistas o de invenciones fugaces e insolventes que solo hacen perder el tiempo y las oportunidades. Es tiempo de cambiar esta dinámica, introduciendo racionalidad, sentido común, responsabilidad y visión estratégica. Olvidarse de los mantras y los lugares comunes o de la demagogia estéril y paralizante. Hace falta pensar la ciudad que deseamos para el futuro y cómo queremos no sólo que la gente venga a Granada sino cómo se favorece la movilidad de la gente que ya reside o trabaja aquí.

En urbanismo la planificación se hace a través de los distintos instrumentos de planeamiento. Ahora mismo estamos en un periodo clave para pensar y planificar la ciudad y sus infraestructuras para el futuro. En estos días se va a aprobar, con retraso de más de un año, el Avance del Plan General de Ordenación Municipal (antes PGOU), a la vez que se anuncia la reformulación del Plan de Ordenación del Territorio de Andalucía. Al mismo tiempo están en trámite Planes Especiales de Ordenación del Albaicín-Sacromonte y del Cerro de San Miguel.
También están en trámite Planes tan importantes como el de Mejora de la Calidad del Aire de Granada y el Área Metropolitana o el de Transporte Metropolitano del Área de Granada.

La tramitación de todos estos planes consumirá meses, probablemente varios años. Pero lo importante es que se produzcan debates y propuestas en las que sería necesaria la máxima participación ciudadana. La ciudad del futuro debería ser pensada con la máxima participación de sus habitantes, porque si no es así acabará siendo diseñada, como en otros momentos ha sucedido, por minorías con intereses especulativos, poco coincidentes con los de la mayoría. Basta revisar nuestra geografía o nuestros barrios para entender las consecuencias perniciosas y los daños que esto conlleva.

Resulta curioso que no se haya puesto en marcha la revisión del instrumento intermedio que representa el Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Granada (PTAUG) y que no haya previsión alguna de ordenación en clave de Área Metropolitana, de la que todos los políticos hablan pero respecto de la cual no se adopta ninguna decisión, con la consecuencia de que se está construyendo de forma parcial, a base de parches e improvisaciones, que no afrontan ni solucionan los problemas fundamentales, como son movilidad, contaminación, gestión integrada del territorio (incluida la Vega) o servicios públicos básicos.

Preservar nuestros barrios para garantizar la calidad de vida de la gente, humanizar la ciudad y naturalizarla, debe ser el objetivo principal. Con la mejora de los servicios básicos y una movilidad sostenible. Afrontar el grave problema de la vivienda...

Llama poderosamente la atención que entre unos y otros planes se perciban notorias contradicciones, a pesar de proceder de la misma Consejería, aquella que hasta hace unos meses dirigía la actual alcaldesa de Granada. Chirría, por ejemplo, que en el Plan de Transporte no se mencione al ferrocarril. O que con el objetivo de reducir la movilidad en vehículo privado se proponga la construcción de más carreteras (las denominadas VAU o el cierre del Anillo) y a la vez se reconozca que construir más carreteras produce aumento del tráfico.

También se evidencian contradicciones entre los objetivos declarados y algunas medidas propuestas. No es posible limitar la turistificación y la expulsión de los vecinos del Sacromonte proponiendo abrir carreteras y aparcamientos para el acceso de más turistas. Ni se recupera la Ladera de San Miguel expulsando a sus moradores, derruyendo las casas-cuevas (incluidas las regularizadas y normalizadas) y dejando unas pocas para uso turístico o venta de souvenires. Así solo se contribuye a incrementar la conversión de esos barrios en parques temáticos artificiales.

Como resulta difícil de entender que mientras se afirma apoyar al pequeño comercio o pretender reducir el tráfico de vehículos privados y la contaminación, al mismo tiempo se apruebe la construcción de un nuevo centro comercial junto a la Circunvalación y uno de los nudos de entrada a la ciudad más saturados.
Es tiempo por tanto de pensar la ciudad que queremos para el futuro. Hacerlo con sosiego e inteligencia. A través de la máxima participación y transparencia. Una ciudad para la vida de la gente.

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Columnista
Miguel Martín Velázquez

Portavoz de Podemos Granada

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